Sombras de cristal

Capítulo 5: Rostros Bajo la Luz de la Luna

La bruma de la noche se cernía sobre el puente del río de los sauces mientras Isolde permanecía inmóvil, contemplando el reflejo de la luna en el agua. Sebastian seguía a su lado, silencioso, esperando a que ella rompiera el pesado silencio que colgaba entre ellos. Bajo la pálida luz lunar, cada rasgo de su rostro parecía esculpido en mármol: la rectitud de su nariz, la marcada línea de su mandíbula, y sobre todo, sus ojos grises, que parecían contener tormentas que nunca se calmaban.

—Lo que pide de mí, Sebastian, es imposible —dijo finalmente, su voz apenas un susurro.

Sebastian giró su rostro hacia ella, y por un momento, sus ojos escanearon cada detalle de los de Isolde: su piel suave como porcelana, los delicados labios que temblaban al contener palabras no dichas, y esos ojos de azul profundo que desafiaban al océano mismo. Incluso bajo la capa de determinación que ella intentaba proyectar, él podía sentir su vulnerabilidad.

—Nunca pensé que usted, de todas las personas, aceptaría algo como imposible —replicó con un leve toque de desafío en su tono.

Isolde dio un paso hacia atrás, aferrando el manto que envolvía sus hombros. El viento helado agitó un mechón rebelde de su cabello oscuro, arrancándolo de su peinado cuidadosamente trenzado y permitiéndole caer sobre su frente. Era una mujer criada para ser una joya en los salones más ostentosos, pero bajo la luna, parecía más una guerrera atrapada entre la espada y la pared.

—¿Qué ve en mí, Lord Blackthorn? —preguntó, con una nota de desesperación en su voz—. ¿Es mi título? ¿Mi posición?

Sebastian dejó escapar una risa seca, pero no hubo burla en ella, solo dolor. Dio un paso hacia ella, cerrando la distancia que había creado.

—Lo que veo en usted no tiene nada que ver con títulos o posición. Veo una mujer que lucha contra un destino que no eligió, una mujer que merece más que las cadenas que otros han puesto sobre sus hombros. Veo a Isolde, no a Lady Ashcroft —respondió, su voz baja y llena de emoción.

Sus palabras se deslizaron dentro de ella como una flecha en el corazón. Pero antes de que pudiera responder, el retumbar de un carruaje se escuchó a lo lejos. Ambos se giraron, sus rostros tensos.

—Debe irse —dijo Isolde rápidamente, con los ojos desorbitados—. Si mi padre o el Marqués saben que estoy aquí con usted...

Sebastian la miró por un momento más, y aunque sus labios permanecieron sellados, sus ojos grises prometieron que no la dejaría luchar sola.

—Volveré —fue todo lo que dijo antes de desaparecer entre las sombras.

**El Marqués de Greystone**

En la mañana siguiente, el sol entraba a raudales por las enormes ventanas de la mansión Ashcroft. Isolde se encontraba en el salón principal, sentada junto al Marqués de Greystone, quien estaba acompañado por su sobrina, Lady Eleanor, una joven elegante y vivaz. Eleanor era todo lo que la sociedad alababa: rubia, con mejillas sonrosadas y un risa cristalina que llenaba la habitación.

Isolde, por otro lado, se sentía como una sombra entre ellos. Su vestido de seda color lila, aunque hermoso, no lograba disipar su abatimiento.

—Lady Ashcroft, ¿ya se ha decidido sobre nuestra propuesta? —preguntó el Marqués, mirándola con una sonrisa cortés que no llegaba a sus ojos.



#2530 en Novela romántica

En el texto hay: amor, valentia, retos.

Editado: 19.03.2025

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