Sombras de cristal

Capítulo 7: Corazones en guerra

**La Doble Carga de Isolde**

Cuando las puertas de la mansión Ashcroft se cerraron tras Sebastián, Isolde se encontró en el ojo de una tormenta. Su padre, el Conde Ashcroft, estaba visiblemente alterado, caminando de un lado al otro del salón con pasos agitados.

—¡Ese hombre no es más que un oportunista! Un advenedizo que no tiene lugar entre nosotros, Isolde. ¿Qué piensa que está haciendo? —gruñó, deteniéndose frente a su hija.

Isolde, quien permanecía de pie junto a la chimenea, se aferró al respaldo de un sillón para contenerse. Su mente, ya agotada, intentaba encontrar las palabras adecuadas para apaciguar a su padre sin traicionar a Sebastián.

—Padre, no es lo que usted cree. Lord Blackthorn... solo se preocupa por mí. No hay ninguna agenda oculta —dijo, con una voz calmada pero firme.

El Conde Ashcroft soltó una risa amarga.

—¿Preocuparse por ti? ¿Ese hombre? Isolde, no seas ingenua. No tiene ni el linaje ni la moral para estar cerca de ti. El Marqués de Greystone es un hombre respetado, con una posición que garantizará la estabilidad de nuestra familia. Ya he tomado mi decisión.

Isolde sintió que una oleada de frustración y desamparo la consumía. Levantó la barbilla, su mirada azul chispeando con determinación.

—¿Y qué hay de mi decisión, padre? ¿Acaso no cuenta? —respondió, con una dureza que sorprendió incluso al Conde.

—Tu decisión es proteger el legado de esta familia, Isolde. Eso es lo único que importa —dijo él, con frialdad.

Cuando el Conde salió del salón, dejando a Isolde sola, ella se dejó caer en el sillón. Sus pensamientos eran un caos. En un mundo donde las mujeres eran piezas en un tablero de ajedrez político, ¿cómo podía reclamar su libertad sin destruir a aquellos que amaba?

**Un Pasado Oscuro**

Mientras tanto, en Blackthorn Hall, Sebastián también estaba librando sus propias batallas. En la penumbra de su despacho, un lugar austero lleno de mapas de rutas comerciales y libros encuadernados en cuero, se encontraba en una discusión acalorada con su socio comercial, **Jonathan Fairchild**, un hombre de mediana edad con la mirada astuta de un zorro.

—Sebastián, no puedo evitar notar que últimamente estás distraído. Y créeme, en nuestros negocios, la distracción puede costar mucho más que dinero —dijo Jonathan, mientras vertía un poco de brandy en su copa.

Sebastián se giró hacia él, con los ojos grises resplandeciendo bajo la luz tenue.

—Mis asuntos personales no son de tu incumbencia, Jonathan. Todo está bajo control —respondió con un tono cortante.

Jonathan levantó una ceja, estudiándolo con curiosidad.

—¿Bajo control? Vamos, viejo amigo. Los rumores vuelan rápido. Si estás involucrado con Lady Ashcroft, estás entrando en un campo minado. Su familia, su reputación… el Marqués de Greystone. ¿Realmente estás dispuesto a arriesgarlo todo? —preguntó, con una mezcla de preocupación genuina y cálculo.

Sebastián apretó la mandíbula y se acercó a la ventana, mirando hacia los oscuros árboles que rodeaban su propiedad.

—Si no arriesgo algo por Isolde, entonces no soy el hombre que pretendo ser. Ella no es solo una distracción, Jonathan. Es lo único que ha dado sentido a todo esto —dijo, señalando los mapas y documentos que representaban su vasto imperio comercial.

Jonathan suspiró, dando un trago a su brandy.

—Entonces tienes un problema más grande del que pensaba. Porque si vas a enfrentarte a la sociedad por ella, necesitas estar preparado para lo peor. El Marqués no es un hombre que perdone fácilmente —advirtió, antes de dejar la habitación.

Sebastián se quedó en silencio, mirando su reflejo en el cristal de la ventana. Sabía que cada decisión que tomaba lo acercaba más al borde de un precipicio. Pero había algo en Isolde que lo impulsaba hacia adelante, sin importar el costo.

**Un Encuentro Inesperado**

Días después, el destino volvió a reunirlos. Fue durante un paseo en el mercado de Altshire, donde las calles adoquinadas estaban llenas de puestos de flores, especias y telas exóticas. Isolde había insistido en salir sola, escapando por unas horas del control de su padre.

Llevaba un vestido de lana color crema y un sombrero con cintas azules que le daban un aire sencillo pero elegante. A pesar de su intento de pasar desapercibida, su porte y belleza la hacían imposible de ignorar. Mientras examinaba un puesto de libros antiguos, sintió una presencia detrás de ella.

—¿Siempre se aventura sin escolta, mi Lady? —dijo la familiar voz grave de Sebastián.

Isolde giró rápidamente, con el corazón en la garganta. Allí estaba él, vestido con un abrigo negro y botas de montar, su cabello oscuro algo despeinado por el viento. Su mirada intensa la desarmó como siempre.

—No sabía que Altshire era ahora territorio de Blackthorn —respondió ella, con una leve sonrisa que traicionaba su nerviosismo.

Sebastián dejó escapar una risa baja.

—Podría decir lo mismo de usted, Lady Ashcroft. Pero me alegra que esté aquí. Necesitaba verla —dijo, bajando la voz en un tono más serio.



#2530 en Novela romántica

En el texto hay: amor, valentia, retos.

Editado: 19.03.2025

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