**La Decisión de Isolde**
En la mansión Ashcroft, Isolde estaba sola en su habitación, sentada junto al ventanal que daba al vasto jardín envuelto en la penumbra de la noche. La conversación con su padre seguía resonando en su mente. Había cruzado un umbral del que no había vuelta atrás, y aunque sentía miedo, también había una nueva chispa de determinación en su interior.
Alice, su fiel doncella, entró silenciosamente con una bandeja de té. Al colocarla sobre la mesa, no pudo evitar mirar a su joven señora con preocupación.
—Mi Lady, sé que he dicho esto antes, pero debo insistir. Su determinación es admirable. No muchas mujeres tendrían el valor de enfrentar todo esto como usted lo ha hecho —dijo Alice, con sinceridad.
Isolde giró la cabeza y ofreció una leve sonrisa.
—Gracias, Alice. Pero el valor solo importa si consigo cambiar algo. A veces me pregunto si estoy luchando contra un huracán... —susurró, mirando la oscuridad más allá de la ventana.
Alice, tomando una profunda respiración, añadió:
—Mi Lady, el huracán no puede derribar una raíz fuerte. Usted sabe lo que quiere, y eso, creo, es lo que la mantendrá en pie.
Isolde cerró los ojos por un momento, tomando consuelo en las palabras de Alice. Pero sabía que necesitaría más que palabras para enfrentarse a lo que venía.
**El Contraataque del Marqués**
Mientras tanto, en Greystone Manor, el Marqués estaba en su salón privado, rodeado de aliados que compartían su desprecio por Sebastián Blackthorn. Entre ellos se encontraba Lord Whitmore, un hombre conocido por su influencia en los círculos financieros.
—Si Blackthorn insiste en posicionarse como igual, debemos demostrar que no es más que un hombre con ambición desmedida. He oído rumores sobre problemas en sus negocios... tal vez podamos acelerar esos problemas —sugirió Whitmore, con una sonrisa enigmática.
El Marqués, sentado en su sillón de cuero, asintió lentamente.
—Exactamente lo que tenía en mente. Que sus socios comiencen a dudar de él. Si logramos debilitar sus recursos, no tendrá nada con lo que sostener su desafío —respondió, con una calma que solo hacía más peligrosa su intención.
**Sebastián al Ataque**
En **Blackthorn Hall**, Sebastián estaba organizando su próximo movimiento. Sabía que el Marqués no se detendría hasta destruirlo, y si quería proteger a Isolde, tendría que adelantarse a cada jugada.
Esa tarde, recibió un mensaje de un aliado inesperado: **Lady Eleanor**, la sobrina del Marqués. En la carta, escrita con prisa, decía:
*"Lord Blackthorn, temo que mi tío trama algo que podría afectar sus negocios. No comparto sus métodos ni su obsesión por controlar a Lady Ashcroft. Si desea más información, venga al jardín de Greystone Manor al anochecer. —E."*
Sebastián estudió las palabras con cuidado. Sabía que podía ser una trampa, pero también sabía que no podía ignorar la oportunidad.
**Encuentro en el Jardín de Greystone**
Esa noche, Sebastián se deslizó entre las sombras del jardín de Greystone Manor. La luna apenas iluminaba los senderos de grava, y los arbustos perfectamente podados proporcionaban un manto de discreción.
Cuando llegó al punto de encuentro, encontró a Lady Eleanor esperándolo, envuelta en un manto azul oscuro. Su expresión era de nerviosismo, pero también de resolución.
—Gracias por venir, milord. Espero que entienda que esto pone en riesgo mi posición en la familia —dijo Eleanor, en un susurro apresurado.
Sebastián inclinó ligeramente la cabeza.
—Lo entiendo, Lady Eleanor. Y le agradezco su valentía. Pero dígame, ¿qué sabe sobre los planes del Marqués? —preguntó, directo al punto.
Eleanor miró rápidamente hacia los lados, asegurándose de que no hubiera oídos indiscretos.
—Ha comenzado a difundir rumores sobre la legitimidad de sus rutas comerciales. Dice que tiene pruebas de conexiones... poco honorables. Si logra convencer a suficientes personas, podría destruir su red financiera.
Sebastián apretó los puños, pero mantuvo su voz calmada.
—¿Y qué gana usted al ayudarme, milady? —preguntó, con una ceja arqueada.
Eleanor lo miró fijamente, su expresión cambiando a una mezcla de tristeza y desafío.
—Gano la posibilidad de que alguien, aunque no sea yo, rompa las cadenas que mi tío intenta imponer sobre todos nosotros. Quizás Lady Ashcroft sea su mayor interés, pero ella no es la única víctima de su control.
Sebastián la estudió por un momento, luego asintió.
—Haré lo que sea necesario para detenerlo. Gracias por su ayuda, Lady Eleanor. No lo olvidaré.
**La Decisión Final**
Mientras tanto, en la mansión Ashcroft, Isolde se encontraba ante un dilema definitivo. Su padre le había dado un ultimátum: o aceptaba un matrimonio con alguien "adecuado" o se enfrentaba al exilio completo de la familia. Isolde sabía que elegir a Sebastián no solo era un acto de amor, sino también de rebeldía contra un sistema que buscaba controlarla.