Sombras De Deseo

El Salvador En La Sombra

Elena se encontraba en su estudio, sumida en un estado de ansiedad creciente. Las cartas y los regalos misteriosos habían convertido su santuario en un lugar de inquietud y temor. Cada sombra parecía esconder un peligro, cada sonido era una amenaza potencial.

Sus obras, antes vibrantes y llenas de vida, ahora reflejaban la tormenta emocional que la consumía. Los vidrios, cortados con precisión, proyectaban sombras inquietantes en las paredes, una metáfora de su mente agitada.

Una tarde, mientras intentaba concentrarse en su trabajo, escuchó un golpeteo suave en la puerta. Su corazón dio un vuelco, y una oleada de miedo la recorrió. Caminó hacia la puerta con cautela, cada paso pesado con la incertidumbre de lo que encontraría al otro lado. Al abrir la puerta, se encontró con Lucian, su presencia imponente y carismática llenando el umbral.

— Señorita Elena — dijo Lucian, su voz suave y reconfortante — he oído sobre lo que está sucediendo. Quiero ayudarte a encontrar a ese acosador. No mereces vivir con miedo.

Elena, sorprendida por su aparición, sintió una mezcla de alivio y desconfianza. La figura de Lucian, tan segura y protectora, parecía una luz en medio de su oscuridad. Pero al mismo tiempo, no podía evitar preguntarse cómo había llegado a enterarse de su situación. Sus ojos dorados se encontraron con los de él, buscando respuestas.

— Lucian — dijo Elena, su voz temblorosa — no sé cómo has sabido de esto, pero… necesito ayuda. Me siento vigilada, invadida. No sé quién está haciendo esto ni por qué.

Lucian dio un paso adelante, cerrando la puerta detrás de él. Su mano se extendió hacia Elena, un gesto que combinaba protección y posesión.

— Elena, prometo que te protegeré. Nadie tiene el derecho de hacerte sentir así. Estoy aquí para asegurarte que nada ni nadie te hará daño.

Mientras Lucian hablaba, Elena sintió que su angustia se disipaba lentamente, reemplazada por un sentimiento de seguridad. La calidez de su voz, la firmeza de su mirada, todo en él parecía ofrecer un refugio en medio de la tormenta. A pesar de sus reservas, sintió un alivio al saber que no estaba sola, que alguien estaba dispuesto a luchar por ella.

Lucian, con la maestría de un titiritero, comenzó a entretejer los hilos de manipulación alrededor de Elena. Sus palabras, cargadas de preocupación y promesas, eran como seda que envolvía su mente, suavemente restringiéndola. Le ofreció quedarse en su casa, asegurándole que allí estaría a salvo.

— Tengo seguridad las 24 horas. Nadie podrá acercarse a ti sin que lo sepamos — dijo, sus ojos brillando con una intensidad que no podía disimular.

Elena, agotada por el miedo y la ansiedad, se dejó llevar por la corriente de las promesas de Lucian. La idea de estar protegida, de no tener que mirar constantemente por encima del hombro, era tentadora. Aunque una voz en su interior le advertía que tuviera cuidado, la necesidad de sentirse segura prevaleció.

— Lucian — dijo finalmente, su voz apenas un susurro —aceptaré tu ayuda. No puedo seguir viviendo con este miedo.

Lucian sonrió, una expresión que escondía más de lo que revelaba.

— No te preocupes, Elena. Todo saldrá bien. Estarás a salvo conmigo.

Los días siguientes fueron un ballet de cuidado y protección orquestado por Lucian. Se aseguró de que Elena se sintiera segura, rodeándola de confort y lujo. Pero cada gesto, cada palabra, estaba calculado para fortalecer su control sobre ella.

Le ofreció una habitación en su casa, un lugar lleno de luz y elegancia, diseñado para hacerla sentir cómoda y protegida.

Elena, al principio, se sintió agradecida. La presencia de Lucian, su constante atención y protección, era un bálsamo para su alma atormentada.

Pero a medida que pasaba el tiempo, comenzó a notar pequeños detalles que la inquietaban. La forma en que Lucian aparecía en los momentos más precisos, su conocimiento aparentemente infinito sobre sus gustos y miedos, todo parecía demasiado perfecto.

Un día, mientras trabajaba en una nueva obra de vidrio en el estudio que Lucian había preparado para ella, Elena comenzó a sentir una presión en su pecho. Los regalos y las cartas habían cesado, pero la sensación de ser observada no se había desvanecido.

Miró a su alrededor, las sombras en las paredes parecían cobrar vida, proyectando figuras inquietantes que la hacían cuestionar su propia percepción. Lucian, siempre atento a sus cambios de ánimo, apareció en el estudio.

— Elena, ¿estás bien? — preguntó, su voz llena de preocupación genuina, o al menos eso parecía.

Elena lo miró, sus ojos dorados llenos de una mezcla de gratitud y confusión.

— Lucian, me siento atrapada. No sé si es por lo que pasó o si es algo más, pero siento que no puedo respirar libremente.

Lucian se acercó a ella, tomando sus manos entre las suyas.

— Elena, lo que sientes es comprensible. Has pasado por mucho. Pero estoy aquí para ayudarte, para liberarte de ese miedo.

Su voz era como un susurro hipnótico, envolviendo a Elena en una red de seguridad y control. Fue en ese momento, en medio de la luz difusa del atardecer que entraba por las ventanas del estudio, que Lucian hizo su movimiento final.

— Elena — dijo, su voz llena de una intensidad que hizo que el aire en la habitación pareciera más denso — te he amado desde el primer momento en que te vi. Mi preocupación por ti no es solo por lo que te ha pasado. Es porque no puedo imaginar mi vida sin ti. Déjame ser no solo tu protector, sino también tu compañero.

Elena, aturdida por la confesión, sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies. La declaración de Lucian, tan inesperada y cargada de emoción, la dejó sin palabras.

Su mente, ya agotada por la constante lucha contra el miedo, ahora se encontraba en un torbellino de confusión y duda. Podía sentir la sinceridad en sus palabras, pero también una sombra de posesión que la inquietaba.




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