El sol había comenzado su descenso, y la villa estaba envuelta en una calma engañosa. Elena, observando el horizonte desde una de las ventanas de la mansión, sintió una mezcla de inquietud y determinación.
Lucian había salido para atender asuntos urgentes en la isla, dejándola sola en la casa. Era una oportunidad única, una brecha en la fortaleza de control que él había erigido a su alrededor.
Elena decidió explorar los rincones más oscuros de la mansión, aquellos que Lucian mantenía cerrados bajo llave. Había algo en la atmósfera del lugar, una sensación de secretos ocultos y verdades no reveladas, que la impulsaba a actuar.
Caminando con pasos silenciosos, se dirigió al despacho de Lucian, un sancta sanctorum que pocas veces había visto abierto.
La puerta del despacho, pesada y de madera oscura, cedió ante su toque decidido. La habitación estaba decorada con muebles antiguos y estanterías llenas de libros que parecían no haber sido tocados en años.
En el centro, un escritorio de caoba ocupaba el lugar de honor, su superficie limpia y ordenada, una fachada más del meticuloso control de Lucian.
Elena se acercó al escritorio, su corazón latiendo con fuerza. Abrió los cajones uno por uno, encontrando documentos financieros, correspondencia y otros papeles. Sin embargo, fue el último cajón, el más escondido y cerrado con llave, el que despertó su curiosidad. Tras unos momentos de búsqueda, encontró la llave en una de las estanterías.
Al abrir el cajón, descubrió una caja de madera finamente tallada. Dentro de la caja, cuidadosamente guardados, había una serie de cartas y figuras de cristal en miniatura. Elena reconoció inmediatamente las cartas, con su caligrafía elegante y familiar. Las figuras de cristal, diminutas y delicadas, eran réplicas de las que había recibido antes de mudarse al palacio de Lucian.
Elena sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Las cartas anónimas, los regalos misteriosos que la habían inquietado y finalmente convencido de aceptar la protección de Lucian, habían sido obra suya desde el principio. La verdad la golpeó como una ola oscura, una revelación que trastornó todo lo que creía saber.
Cada carta, cada figura de cristal, era una pieza en el rompecabezas del plan maquiavélico de Lucian para controlarla. Elena leyó las cartas una por una, sintiendo cómo se desmoronaba su mundo con cada palabra.
Las promesas veladas de amor y protección no eran más que mentiras calculadas para atraerla y someterla. Las figuras de cristal, símbolos de belleza y fragilidad, eran metáforas de su propia vida bajo el dominio de Lucian.
Elena se dejó caer en la silla del despacho, las lágrimas rodando por sus mejillas. Sentía una mezcla de rabia y desesperación, una tormenta de emociones que amenazaba con abrumarla. La sensación de traición era profunda y dolorosa. El hombre al que había confiado su vida, su protector y esposo, no era más que un manipulador que la había atrapado en una red de engaños.
Mientras las sombras de la tarde se alargaban, Elena comprendió que debía escapar de su prisión dorada. No podía seguir viviendo bajo el control de Lucian, sabiendo la verdad sobre su manipulación. Decidida, comenzó a planear su huida. Sabía que no sería fácil, que Lucian haría todo lo posible por detenerla. Pero también sabía que no podía seguir viviendo así.
Entre tanto, en un rincón de la isla, Ethan estaba sentado en su estudio improvisado, hablando por chat con su amigo Lucas, el escultor. Lucas, otra víctima de Lucian, había sido liberado por Ethan en el pasado y ahora vivía una vida libre y creativa.
— Ethan, ¿cómo va todo? — preguntó Lucas, su mensaje apareciendo en la pantalla.
— Complicado, Lucas — respondió Ethan — He descubierto que Elena está en una situación muy similar a la tuya. Lucian la tiene completamente bajo su control. Estoy decidido a ayudarla, pero no será fácil.
Lucas tardó unos segundos en responder, sus palabras reflejaban la preocupación y la experiencia de su propio sufrimiento.
— Ethan, sabes lo peligroso que es Lucian. Pero también sabes que puede ser derrotado. Solo necesitas encontrar la manera de hacer que Elena vea la verdad y la fuerza para liberarse. Como hiciste conmigo.
Ethan asintió, su determinación renovada.
— Lo sé, Lucas. No permitiré que Lucian destruya otra vida. La prensa está empezando a fijarse en todo esto, en la llegada del famoso pintor, o sea yo, y en la situación de Lucian y Elena. Espero que eso me dé la ventaja que necesito.
Lucas envió un último mensaje antes de despedirse.
— Cuídate, Ethan. Y cuida de Elena. Ambos merecen ser libres. Tú aún sigues bajo su oscuridad ya que no lograste olvidarlo.
Ethan cerró la conversación, su mente trabajando en posibles estrategias para ayudar a Elena. Sabía que debía moverse con cautela, que cada paso debía ser calculado como una jugada en el ajedrez. Lucian era un oponente formidable, pero Ethan estaba dispuesto a enfrentarlo nuevamente.
Te haré jake mate esta vez Lucian. Ya lo verás.
Pensaba Ethan mientras salía a dar un paseo por la isla, al tiempo que sacaba un cigarrillo y lo encendía.
Mientras tanto, la prensa comenzaba a ensañarse con la situación. Los rumores sobre la llegada de Ethan, su historia con Lucian y el matrimonio de Elena se esparcían como fuego. Las magníficas obras de arte tanto de Ethan como de Elena captaban la atención del público, convirtiendo la villa en el epicentro de una tormenta mediática.
Elena, de regreso en su taller, lloraba mientras trabajaba en nuevas esculturas de diamante. Los animales que tallaba eran reflejos de su propio sufrimiento y su deseo de libertad. Cada figura era una manifestación de su angustia, un grito silencioso en la oscuridad de su prisión.
Elena sabía que debía actuar pronto. La llegada de Ethan y la creciente atención de la prensa le daban una oportunidad única. Debía encontrar la fuerza dentro de sí misma para escapar, para liberarse del control de Lucian y recuperar su vida. Luego iniciar los trámites del divorcio.