Sombras de Engaño

Sombras de Vanessa I

Mientras la fiesta está en pleno apogeo, me separo sin darme cuenta de mi primo, arrastrada por la multitud que nos rodea. Me siento acomplejada al observar a las chicas bonitas y seguras de sí mismas que destacan en cada rincón. Necesito un respiro, un momento para alejarme de todo eso, así que me dirijo hacia la barra, buscando un refugio momentáneo.
Allí, sumida en mis pensamientos, siento cómo una mirada se posa en mí. Levanto la vista y me encuentro con un chico apuesto que se acerca con una sonrisa genuina. Nuestros ojos se encuentran y mi corazón da un salto. Rompe el hielo con una frase ingeniosa y tímidamente le respondo, permitiendo que su encanto me envuelva.

— ¿Qué hace una chica tan hermosa como tú sola en un rincón? Parece que estás en otro mundo.

— Necesitaba un poco de tranquilidad, este lugar puede ser abrumador.— Le dije tímidamente.

— Completamente de acuerdo. Por cierto, me llamo Leon. ¿Puedo invitarte a bailar?

Mi timidez se mezcla con la emoción mientras acepto la invitación de Leon. Juntos, nos dirigimos a la pista de baile, donde el ritmo vibrante envuelve nuestros cuerpos. Bailamos con una sincronía casi mágica, sumergiéndonos en la música y dejando que nuestros corazones hablen a través del movimiento.
Me siento cautivada por la manera en que Leon me guía con destreza y dulzura. En medio del bullicio de la fiesta, nuestra conexión se intensifica y me permito dejarme llevar por la magia del momento. Por un instante, mi dolor y tristeza se desvanecen, dejando espacio para la alegría y la esperanza.

El último acorde de la canción suena y nos separamos suavemente, nuestros rostros llenos de sonrisas cómplices. En su mirada, veo la chispa de una conexión especial que recién comienza.

Con el corazón palpitante y un atisbo de felicidad en mi interior, me doy cuenta de que este encuentro podría ser un respiro en medio de mi dolor. A medida que la fiesta continúa a mi alrededor, estoy ansiosa por explorar lo que el destino nos depara a Leon y a mí.

Alejándonos del bullicio de la fiesta, buscamos un rincón tranquilo para hablar. Leon se muestra encantado con mi compañía y sus palabras sinceras me envuelven, creando una burbuja de emoción a nuestro alrededor.

— Vanessa, desde el momento en que te vi, supe que había algo especial en ti. Tu belleza va más allá de lo físico, es tu esencia, tu forma de ser. Me alegro de haber tenido la oportunidad de conocerte esta noche.

Sus palabras me estremecen y siento que mi corazón late con fuerza en mi pecho. En ese instante, sin mediar palabra, Leon se acerca y roba un beso suave y tierno. Me dejo llevar por el momento, respondiendo con un beso apasionado que transmite toda la emoción que siento en mi interior.
Sin embargo, mientras nuestros labios se unen, mis ojos se abren instintivamente y captan un detalle perturbador. En el brazo de Leon, un símbolo siniestro y desconocido se encuentra grabado con tinta oscura. La forma retorcida y misteriosa del símbolo me hace estremecer, y un escalofrío recorre mi espalda.
De repente el recuerdo doloroso de Lucas, su traición y las consecuencias que enfrenté inundan mi mente. El temor y la desconfianza se apoderan de mí, y me aparto rápidamente de Leon, rompiendo el contacto físico que nos unía.

— Lo siento, Leon.— le digo con voz temblorosa.— No puedo seguir adelante. Hay cosas en mi pasado que aún me atormentan y no puedo ignorarlas. No quiero herirte ni involucrarte en algo que no entiendo completamente.

Mis palabras son un eco de tristeza y confusión mientras me alejo de Leon, sintiendo cómo la tristeza se apodera de mí una vez más. En medio de mi angustia, me choco accidentalmente con mi primo, quien observa mi estado emocional y comprende mi dolor.

— Vanessa, necesitamos regresar a casa. No es el momento adecuado para que te involucres en algo más. Vamos, estaré aquí para ti.

Tristemente, acepto la mano extendida de mi primo, sabiendo que necesito tiempo para sanar y encontrar respuestas en medio de mis heridas abiertas. La noche que comenzó llena de esperanza y alegría se desvanece lentamente...

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Los días se deslizan pesadamente, envueltos en una oscuridad que parece abrazarme sin piedad. Me sumerjo en un mar de pensamientos y emociones tumultuosas, mientras mi mente se enreda en recuerdos dolorosos de Lucas y las heridas que sus acciones dejaron en mi corazón.

La incertidumbre me consume, cuestionando una y otra vez si hice lo correcto al resistirme a sus avances. La duda se arraiga en lo más profundo de mi ser, alimentando mi sentimiento de culpa y haciéndome creer que quizás no fui suficiente para él. Las palabras crueles que pronunció se repiten como un eco desgarrador en mi mente, haciéndome creer que su traición fue culpa mía, que de alguna manera yo merecía ser humillada de esa manera.
La sombra de Emily también se proyecta sobre mi consciencia, recordándome cómo la traición de Lucas nos separó y dejó un abismo entre nosotras. Me culpo por no haber sido una buena amiga, por no haber estado allí cuando ella más me necesitaba. Me atormenta pensar que mi ausencia y mi incapacidad para comprender su dolor la empujaron hacia los brazos equivocados. La responsabilidad pesa sobre mis hombros, y no puedo evitar preguntarme qué hubiera pasado si hubiera estado más presente, si hubiera podido protegerla del dolor que finalmente la consumió.

En medio de este torbellino emocional, encuentro refugio en el sueño. Pero incluso allí, las pesadillas me persiguen sin piedad. Los rostros de mis seres queridos se desvanecen en la oscuridad, mientras la culpa y la tristeza se materializan en formas angustiantes. Me despierto con el corazón agitado, el sudor frío empapando mi cuerpo, sin encontrar respiro ni consuelo.
Cada día es una batalla contra la tristeza abrumadora y el remordimiento constante. La energía y la motivación se desvanecen, dejándome atrapada en una rutina monótona y vacía. Me pierdo en mis pensamientos, sintiendo que estoy naufragando en un mar de dolor y soledad. El mundo exterior se desdibuja mientras me hundo en una espiral descendente de melancolía.




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