Sombras de Erytharis

Capitulo Prologó

Prólogo

<<¿Cuándo empezó todo esto?>> Se pregunta la voz de un anciano, recordando la luz del sol golpeando sus párpados con elegancia.

Solo recordaba a su pequeño ser correr por el parque.

"¡ESPERENME!" Grita el pequeño niño corriendo hacia un grupo de chicos.

Pero su cuerpo, antes de poder llegar, cae débil contra la arena.

"Ten cuidado" Murmura su madre, llegando a tomarlo en sus brazos.

Recuerda cómo esa tarde fue llevado al hospital y diagnosticado con "leucemia".

Desde la cama, apenas manteniendo los ojos abiertos, ve a su madre rogando afuera de su cuarto, llorando y aferrándose a la enfermera. Algo que quedó marcado en él.

Los años pasaron, y el pequeño niño siguió luchando contra la enfermedad mortal que lo mantenía atado a la cama.

<No pude ser un niño normal, y así terminé... toda mi vida, mirando desde mi ventana cómo todos se divertían o salían del hospital con sonrisas, o simplemente con lágrimas> Recuerda esa voz que lentamente fue madurando, hasta convertirse en la voz grave de un adulto y, finalmente, en la de un anciano.

En su habitación podía ver la nieve caer, sentado en su cama, mirando con tristeza.

"Señor, su madre fue encontrada muerta. No tenemos quién le pague el tratamiento" Dice la voz de una enfermera, algo incómoda, desde la entrada de la habitación.

"Ya veo... se había estado endeudando con tal de pagarme la cirugía..." Murmura el anciano para sí mismo con una voz destruida.

Solo pasaron unos pocos días para que, después, ese anciano muriera por causas naturales.

Cerró los ojos una noche y no los volvió a abrir, teniendo unos últimos pensamientos.

<¿Y si tan solo no hubiera sido una carga? Solo podía pasar mi tiempo leyendo libros que me calmaban... es triste saber que no pude ni despedirme de mi madre, quería hacer más> Analiza el viejo. Todo a su alrededor era completamente oscuro.

En esos pensamientos y en ese silencio que duró segundos, recordó las hojas de papel en sus manos, y cómo miraba con una dulce sonrisa a su madre.

Su memoria se apagó por completo y vio una luz... como si fuera un túnel abriéndose frente a él.

Sintió su mano levantarse hacia la luz de forma automática.

Abrió los ojos y lo primero que vio fue un techo de madera muy elegante.

¿Sus manos...? ¿Eran las de un bebé?

Su pensamiento disperso no lo dejaba razonar con claridad.

Vio una figura materna frente a él, que murmuraba unas palabras.

Así empezó mi historia en este nuevo mundo, donde aprendí algo inolvidable.

"No todo es regalado, incluso para los que nacen sanos".




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