Sombras de Erytharis

Segundo capitulo: Las bases de la torre

"Vamos, despierta, mariposita" ordena una voz masculina con un toque algo sádico y grotesco. Sin previo aviso, Kael abre los ojos con miedo y siente cómo lo jalan del pelo.

Y lo primero que ve son los ojos azules brillantes y asesinos de alguien al frente de él.

"¿D-Dónde estoy?" pregunta Kael entrecerrando los ojos con la vista borrosa, notando cómo ese tipo tenía un cubrebocas metálico y un pelo oscuro con tonos marrones.

Su traje negro se reflejaba en el lugar donde se encontraban encerrados.

"Lamento ser yo quien te lo diga, pero tu familia está arrestada por asesinato. Hablas en este momento con Hidder Xuel" responde el hombre, soltando a Kael en medio del calabozo.

Kael, con un sonido seco y brusco, golpea el piso con todo su cuerpo, creando un dolor insoportable en todo él.

"Mierda" se queja Kael escupiendo algo de sangre y tratando de levantarse, pero su cuerpo no respondía.

<¿Qué me hizo este tipo?, hace un rato me sentía normal, sí... me dolía el cuerpo, pero no me sentía tan débil> se pregunta Kael, apoyando su mano en el frío piso del oscuro lugar.

"Vaya, sí que eres patético. Tu hermano sí pudo resistir mi marca de veneno. Es algo suave y lento, si no descubres cómo liberarte te matará" explica Hidder, dándole la espalda a Kael y caminando fuera de la celda. La cierra con una mano; un golpe seco retumba en el lugar.

"¡Espera, no te vayas!... ¿Qué sucedió? ¿Cómo que asesinato? ¡Espera!" pide Kael, logrando levantarse del piso, pero sus piernas tiemblan y vuelve a caerse.

"Si quieres servir de algo, debes superar esto" responde Hidder, dejando el lugar mientras se despide con la mano.

Kael se queda solo en el calabozo. Un lugar con varias celdas vacías, con hombres medio muertos o muertos directamente. Un olor a cadáver, agua estancada, moscas y bichos, moho y un techo de piedra que gotea.

<Pero...> Kael trata de organizar las palabras con confusión y finalmente se rinde ante el veneno, cayendo dormido.

Hidder sale de los calabozos subiendo las escaleras mientras se quita su cubrebocas.

"Qué olor tan horrible el de ahí abajo, hasta aquí me llega" solloza Hidder subiendo unas escaleras de caracol.

Hasta que finalmente llega a una ventana en esa extensa subida y, desde lejos, se ve el hermoso día que había. Gran parte de la ciudad norte se alcanza a divisar desde ese lugar, como los pájaros surcan los cielos en manada o en solitario.

Hidder mira las aves unos segundos y sigue su camino.

Mientras tanto, en otra sala, por las escaleras bajaba Agatta, y al frente de ella iba ese mismo hombre que la había encerrado.

"¿A dónde se supone que me lleva, señor Viktor?" pregunta Agatta mirando con odio a ese hombre musculoso que caminaba frente a ella.

"Te devuelvo una pregunta: ¿sabes que es un crimen desaparecer si eres un esclavo, verdad?" devuelve la pregunta Viktor, con una sonrisa confiada y una mano en su cuello, en gesto de superioridad.

"Ya sé por dónde va esto, ve al grano" pide Agatta, mirando sus manos, las cuales estaban amarradas, igual que sus alas.

"Mira con tus propios ojos" responde Viktor, finalmente llegando al piso necesario.

Se aparta, dejando mirar a Agatta.

"¿Agatta? ¿Eres tú?" pregunta una voz desde la inmensa oscuridad de la celda.

Agatta queda completamente helada, intenta hablar y mira a Viktor con el ceño fruncido, las manos apretadas, mientras se le mueve el labio.

"Imposible..." trata de convencerse Agatta, con las pupilas temblando y los labios sangrando de la frustración.

"Sí es posible, Agatta. Todos ellos son marginados que intentaron escapar, y es por tu culpa que están aquí" resalta Viktor, dejando el lugar con una sonrisa misteriosa.

"¿Qué es lo que quieres?" pregunta Agatta, volteándose bruscamente hacia Viktor.

"Qué bueno que preguntas..." responde Viktor, mirando con un brillo misterioso en sus ojos a Agatta.

Mientras tanto, Agatta, en signo de miedo, esconde aún más sus alas.

Mientras tanto, unos pisos más arriba en la torre, en un gran salón.

"Nunca pensé en tenerte de frente, Varen. Es increíble lo que hiciste: matar al padre de tus hijos, a un general. Es increíble viniendo de ti. Te teníamos mucho cariño, tus hijos iban a entrar al colegio de la torre, pero mírate" dice una voz fría atravesando la oscuridad del inmenso salón dorado, un viejo de pelo castaño, algunas canas, ojos ámbar y un bastón que lo acompañaba con cada paso.

"Créeme, nunca reconocí a ese tipo como el padre de mis hijos. Ellos ni siquiera saben quién es. Lo odiaba, pero no lo maté yo" explica Varen alzando su mirada de forma desafiante al viejo, con el ceño fruncido, pero sin poder moverse; debajo de ella un sello la mantenía contra el piso.

"Te dimos hogar, te traté como mi hija, te di una casa, un puesto decente con el que ganabas más que bien para mantener a esos hijos que eran de ¡MI HIJO!" grita el anciano señalándose con furia, acercándose a Varen.

"A mí hágame lo que quiera, pero a mis hijos no los toque" pide Varen mordiéndose los labios.

"Créeme que a ellos les irá peor. Me los cederás a mí y yo seré su padre legítimo, y tú morirás. Pero si te niegas, verás a tus hijos sufrir, maldita asesina, me quitaste a mi hijo" da a elegir el viejo caminando por los alrededores del lugar.

"Ni muerta le daré a mis hijos a un hombre tan inútil e insoportable como usted" responde Varen con un desafío que deja helado por completo al anciano.

El viejo levanta su mano y, como si hubiera un látigo invisible, este se amarra al cuello de Varen, cortándole la respiración. La levanta y la lanza contra la ventana de la torre.

"Te di un hogar y lo sabes. Si no me hubiera compadecido de ti, en este momento estarías siendo humillada por una familia que te detesta" resalta el viejo sosteniendo a Varen en el aire.

Varen mira al piso y siente un vacío en su estómago. El vértigo la llena por completo y trata de aferrarse a algo, mientras siente cómo algo le corta la respiración.




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