El mundo a mi alrededor se tambalea, mis sentidos enredados, mi mente envuelta en una neblina de confusión. Las paredes a mi alrededor vibran, tan fuerte y ruidosa, que tiemblo del terror. Mi mayor miedo, el mayor miedo de todo ser humano, e inclusive, de todo ser vivo en la Tierra: los Draxil. Una raza alienígena que piso la Tierra por primera vez hace más de dos siglos. No sé como, mucho menos el porqué, pero regresaron y no creo que estén felices.
La historia sobre la llegada de los Draxil, hace más de dos siglos, es un tema importante en toda la educación como persona. Crecemos aprendiendo sobre ellos, como llegaron y como, nuestros mayores guerreros, los derrotaron. Existen miles de libros de historia dedicados a ellos. De niños crecimos creyendo que está historia no es más que una de fantasía, creada con el propósito de hacernos crecer como seres de bien, en algunos casos, inculcar terror en los más jóvenes. Lo último me incluye y, sin exagerar, recordaba a mi hermano mayor molestarme con el tema en innumerables ocasiones.
En algunos libros de historia sobre los Draxil, por no decir en la gran mayoría, los relataban como seres de otro mundo, otro universo, que llegaron a la Tierra buscando alimentos y hogar. Hombres, en su totalidad, con la apariencia similar a los reptiles. Es difícil de imaginar a hombres como reptiles, pero más difícil era imaginar que hayan llegado del espacio. Antes no podría estar segura de su físico con exactitud, aparte del hecho de su apariencia similar a los reptiles, no sabíamos más nada. Libros y miles de libros plasmaban distintos dibujos a lo que serian los Draxil y cada una es distinta a la anterior. Por eso hasta el día de hoy, con mis veinte años, creía firmemente que los Draxil no eran más que un mito entre otros mitos para el deleite de nosotros, los seres humanos.
Equivocados. Todos nosotros, o en su mayoría, estamos profundamente equivocados.
Recuerdo un libro específico de mi infancia sobre los Draxil, que incluía ilustraciones. Era un libro dirigido a los más jóvenes, diseñado para enseñar, no para asustar. Las imágenes, con tonos tierra y verde, retrataban a los Draxil como seres nada intimidantes. Durante un tiempo, incluso llegué a pensar que podrían ser ese vecino amable, el amigo que siempre está ahí para ayudarte o el hermano que presta sus cosas cuando las necesitas. Gran error.
Ahora, en el cielo azul, inmensas naves ascendían con lentitud. Es una vista asombrosa. Jamás imaginé poder presenciar algo tan magnífico y, al mismo tiempo, tan aterrador. No puedo contarlas todas, pero deben ser más de treinta, quizá incluso sesenta. Las personas a mi alrededor corren buscando un lugar donde esconderse, pero yo no puedo moverme. Intento correr, intento que mis piernas respondan, pero están clavadas en el suelo. Solo puedo observar con horror cómo esas naves surcan el cielo y se despliegan por todas partes.
— ¡Mierda, mierda! —grita alguien a mis espaldas—. ¡Son los malditos Draxil! Nos están invadiendo otra vez, como en las historias.
Sí, es una completa mierda. Tal vez esto es lo que merecemos por creer que ellos no eran más que un mito. Pero ahora, el maldito mito está sobre nosotros... y nos aniquilarán. No son los vecinos amables que imaginaba de niña, sino monstruos feroces que no conocen la misericordia. Mientras veo las naves avanzar por el cielo, me doy cuenta: no estamos preparados para la verdadera guerra que se avecina.