La ciudad se disolvía tras ella, sumida en sombras.
Aerin avanzaba hacia un destino que no comprendía del todo, pero que sentía latiendo en su interior como una promesa.
Cada paso la alejaba de lo que había sido.
Cada respiración la acercaba a lo que estaba destinada a ser.
Las Sombras de Medianoche no eran su condena.
Eran su herencia.
Y su historia apenas comenzaba.