Sombras de Neón. (volumen 1)

Capítulo 1: El Descenso a la Zona Roja.

​I. Túneles y Datos Basura.
​Ramsés Cruz no tomó un aerocar. El tráfico aéreo estaba monitoreado por Corporación Sol, y la discreción era el primer pago a sí mismo. En su lugar, se deslizó hacia los túneles subterráneos, el laberinto de hierro oxidado y servicios abandonados que formaban las arterias inferiores de Neo-Sevilla.
​El chip de Corporación Sol le había inyectado el paquete de datos cifrados de Aura Sol. Su última ubicación conocida era un punto de acceso ilegal en el Distrito 8, la parte más profunda de la Zona Roja, un nido de junkies de cromo y clínicas de modificación genética clandestinas.
​Mientras caminaba, el glitch de sus implantes Gen 1 se intensificó. Su campo de visión parpadeó entre el mundo real y una capa de datos basura antiguos.
​«Analizando datos. Ubicación: 34.78.2B. Razón: La Diosa juega a ser mendiga.» La voz fría de la Corporación Sol resonaba, mezclada con el eco digital y burlón de la hacker.
​«Mira hacia arriba, Ramsés. La Diosa bajó, pero tú estás más abajo. Busca la araña.»
​Ramsés golpeó su sien. —Deja de alimentarme basura, muñeca.
​II. El Mercado Clandestino.
​El Distrito 8 era un asalto sensorial. En lugar de los anuncios de neón de alta definición de la superficie, la calle estaba iluminada por lámparas de vapor amarillo y hogueras de residuos electrónicos. Olía a aceite de motor quemado y a sudor sintético.
​La última ubicación de Aura Sol era una fachada: un puesto de comida sintética llamado "El Templo de Churro-Mago". Ramsés entró.
​El local era una pocilga, con mesas pegajosas y clientes con miembros de cromo baratos y tatuajes lumínicos. Detrás del mostrador, un hombre con dos brazos mecánicos que se movían con un clank-clank rítmico limpiaba un plato con un trapo sucio.
​—Busco información sobre un cliente... de alto perfil—dijo Ramsés, deslizando un chip de 500 créditos bajo el mostrador.
​El cocinero cyborg ni siquiera levantó la vista. —Todos aquí son de alto perfil, Tech-Noir. Dime el nombre.
​—Aura Sol. Estuvo aquí hace dos noches.
​El cyborg dejó de limpiar. Sus ojos ópticos, que solo captaban la luz infrarroja, escanearon a Ramsés. El chip de 500 créditos desapareció.
​—La Diosa Sol. Vino buscando algo que la haría más real. Y lo encontró.
​III. El Lirio de Cristal.
​Ramsés se apoyó en el mostrador. —¿Qué se llevó?
​—Un viaje. Un billete hacia El Lirio. —el cyborg señaló con un dedo mecánico hacia una puerta trasera marcada con un Graffiti de un tallo de flor azul cristalina—. Una clínica secreta. Hacen el Mod más caro y buscado: el Lirio de Cristal. Deshace todos los implantes. Te hace puro, te hace débil. Es la última moda entre los ricos aburridos.
​«Pureza es muerte. El Lirio es un virus, no una moda. Ten cuidado, Ramsés. La pureza de Aura Sol es una mentira.» La voz de la hacker era una urgencia en su mente.
​Ramsés ignoró la advertencia. La puerta trasera del "Templo de Churro-Mago" era la entrada a la clínica clandestina.
​Ramsés sacó su vieja pistola plasma-caster, cuya carga estaba al 50%. Cruzó la puerta..
​IV. La Clínica de la Pureza.
​Al otro lado, no había un hospital, sino una antigua cámara de descongelación industrial, reutilizada. El frío era intenso y el aire olía a antiséptico y a algo dulce y metálico.
​En el centro de la sala, bajo una luz blanca y estéril, había una camilla de operaciones de acero. Estaba vacía, pero manchada de sangre. En el suelo, junto a un cubo de residuos, había un implante neural de última generación, arrancado y desechado. Era de Aura Sol.
​—Llegamos tarde. El Mod se completó.
​«No. Mira los residuos. No solo está su implante. Hay algo más. Ella no se hizo el Mod. Fue forzada.» La hacker sonó profesional por primera vez..
​Ramsés revisó el cubo de residuos. Encontró no solo el chip de Aura, sino muestras de piel clonada y un par de ojos biológicos desechados. Aura Sol no se estaba volviendo "pura". Le estaban quitando la humanidad para reemplazarla con otra cosa.
​Y entonces, Ramsés vio el rastro de la araña. En el techo de la sala, había una pequeña fisura. Colgado del techo, había un símbolo pintado con pintura lumínica negra que se activaba con el calor: una araña de ocho patas, con un círculo en el centro.
​Ramsés sintió una ráfaga de aire frío y, al girarse, vio que la puerta por la que había entrado estaba sellada.
​—Maldita sea. Estamos atrapados. V. La Trampa de la Pureza.
​Ramsés se acercó al techo, usando la luz tenue de su implante Gen 1 para examinar el símbolo de la araña de ocho patas pintada con tinta lumínica. La figura era extraña, casi orgánica, y emitía un pulso de calor bajo su mano.
​—Esto no es un graffiti. Es una marca de ruta. —murmuró Ramsés.
​«Es un símbolo de advertencia. La Araña te atrapa. El Lirio te mata.» La voz digital de la hacker resonó, esta vez sin el tono burlón, sino con una urgencia palpable.
​—Si estás ahí, muñeca, sácame de aquí. La Corporación Sol no te pagará por verme morir.
​«No estoy contigo por Corporación Sol. Estoy contigo por la verdad. La salida es un conducto de ventilación al lado de la camilla. Es pequeño, tendrás que forzar tu cromo.»
​Ramsés miró el conducto. Era apenas un hueco para un niño, o para alguien sin su armazón muscular reforzado. Tendría que forzar sus viejos implantes.
​De repente, un par de luces rojas se encendieron en la esquina de la sala. Dos droides de seguridad con armamento no letal (pero doloroso) se activaron, emitiendo un zumbido de advertencia.
​—¡Maldita sea!
​VI. El Cromo contra la Carne.
​Los droides no dispararon balas, sino redes electrificadas diseñadas para inmovilizar a los pacientes rebeldes. Ramsés se lanzó hacia el suelo, evitando la primera red.
​«¡Ve al conducto! ¡Yo los glitcheo por diez segundos!»
​Ramsés se abalanzó hacia el conducto de ventilación. En su visión, los dos droides parpadearon violentamente, sus sensores ópticos volviéndose locos. La hacker había cumplido su promesa, pero el efecto duraría poco.
​Ramsés golpeó el conducto de ventilación con su hombro. El metal se dobló, pero no cedió. El dolor de su implante, ya forzado por la edad, se disparó hasta su cráneo.
​—¡No puedo entrar! —gritó Ramsés.
​«¡Sí puedes! ¡Fuerza el metal! ¡Esos droides usan un firmware antiguo! ¡Están volviendo a la normalidad en cinco segundos!»
​Ramsés, desesperado, tomó su vieja pistola plasma-caster. En lugar de disparar, usó el puño de su brazo derecho (el único no modificado) para golpear el borde del metal, creando una fisura. Luego, encendió la plasma-caster y fundió el metal alrededor de la abertura.
​El metal cedió con un hiss de vapor caliente.
​VII. El Enlace con la Hacker.
​Los droides recuperaron la estabilidad y dispararon otra red electrificada. Ramsés se lanzó al conducto, el borde caliente del metal raspando su piel y su syn-cuero. La red electrificada impactó en la pared de la cámara, dejando un rastro de quemadura.
​Ramsés se arrastró por el conducto, respirando el aire polvoriento.
​—¡Gracias, muñeca! Me debes una explicación.
​«No me debes nada. Tenemos el mismo objetivo. El Lirio es más peligroso de lo que Corporación Sol sabe. O miente.» La voz de la hacker, ahora que Ramsés estaba seguro, se hizo más nítida, más cercana.
​—¿Quién eres? ¿Y por qué me ayudas?
​«Llámame Sombra. Y te ayudo porque eres un fantasma. Y yo solo hablo con fantasmas que están dispuestos a ensuciarse.»
​Ramsés sintió que una nueva capa de datos se implantaba en su chip obsoleto, reemplazando la información corporativa. Era un mapa de servicio completo de la Zona Roja, con todos los puntos de vigilancia y rutas de escape marcados.
​—¿Y Aura Sol?
​«El Lirio se la llevó. Aura no está muerta. Está migrada. La Araña la está tejiendo en su red. Sígueme, Ramsés. Yo te guiaré al nido.»
​Ramsés, con el nuevo mapa en su mente y la voz de Sombra como su brújula, se dirigió por el conducto, dejando atrás la trampa de la clínica clandestina. Su caza acababa de volverse mucho más peligrosa y personal.




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