Sombras de Neón. (volumen 1)

Capítulo 7: El Asalto a la Torre Sol..

​I. El Amanecer en la Oscuridad.
El pequeño equipo de resistencia emergió de la caverna subterránea, ascendiendo por una rejilla de ventilación que Nix había desbloqueado. Salieron a un callejón olvidado, cerca del bullicioso centro de Neo-Sevilla. El aire, antes denso y húmedo, ahora era limpio y vibrante con el zumbido de los aerocars y los hologramas publicitarios de Corporación Sol.
​El sol de Neo-Sevilla se alzaba sobre el horizonte, bañando los rascacielos con un brillo dorado. Pero la verdadera joya de la corona, la Torre Sol, se erguía imponente, un monolito de acero y cristal que perforaba el cielo, su logo corporativo brillando con una luz fría y distante.
​«Es aún más grande de lo que recordaba», susurró Aura, su mirada fija en la Torre Sol. La visión del edificio, que alguna vez fue el pináculo de la esperanza, ahora era el símbolo de su prisión.
​«Es su centro de operaciones. Donde controlan todo. Y donde tienen la fuente de energía para el pulso de 'despertar' masivo», explicó Nix, su rostro afilado por la luz del amanecer.
​Ramsés apretó su plasma-caster. «Entonces, a por ello. El caos en la Zona Roja nos da una ventana. No durará mucho.»
​II. La Infiltración Urbana.
El plan de Nix era audaz. Utilizarían los datos del Maestro de Marionetas para acceder a los conductos de servicio y pasajes menos vigilados de la Torre Sol. Aura, con su capacidad psíquica, actuaría como un "disruptor" mental, sobrecargando los sistemas de seguridad y las mentes de los purificados cercanos. Ramsés sería la punta de lanza, el cazador que abría el camino.
​Mientras se movían por las calles de Neo-Sevilla, el contraste entre la vida en la superficie y la desesperación subterránea era brutal. La gente caminaba por las calles, absorta en sus pantallas, ajena a la guerra que se estaba librando bajo sus pies.
​«Nix, ¿cuánto tiempo para la infiltración?», preguntó Ramsés.
​«Diez minutos para llegar al punto de entrada. Espera resistencia. La Corporación Sol ha reforzado la seguridad de la Torre. Saben que algo grande está sucediendo», respondió Nix, sus dedos volando sobre el datapad.
​III. La Redada Silenciosa..
Llegaron a la base de la Torre Sol, una plaza inmensa llena de pantallas holográficas y guardias armados. El punto de entrada era una discreta puerta de servicio en la parte trasera, utilizada para la carga de suministros.
​«Activando distracción de red», susurró Nix. Una serie de hologramas publicitarios en la plaza comenzaron a parpadear y mostrar mensajes de error, atrayendo la atención de los guardias.
​«Ahora», dijo Ramsés. Se deslizó por la puerta de servicio, seguido por Aura y Nix.
​Los primeros guardias en el interior eran purificados, pero estaban en menor número. Aura lanzó una ráfaga psíquica, aturdiéndolos. Ramsés los desintegró con ráfagas precisas de su plasma-caster.
​«La red interior es más compleja», advirtió Nix. «Tendremos que ir por las plantas de mantenimiento y ascensores de carga. La sala de servidores principal está en la cima.»
​IV. El Corazón de la Colmena.
El ascenso por la Torre Sol fue una mezcla de infiltración silenciosa y escaramuzas violentas. Ramsés era un torbellino de combate, desintegrando a los purificados con una eficiencia brutal. Aura, con sus poderes psíquicos, era una fuerza de la naturaleza, desorientando a los enemigos y sobrecargando sus mentes. Nix, la maestra de la red, los guiaba a través del laberinto digital, abriendo puertas y desviando sistemas de seguridad.
​Llegaron a un ascensor de carga, el más rápido para llegar a los pisos superiores.
​«La sala de servidores principal está en el piso 100», informó Nix. «Es el corazón de su colmena. Allí es donde Aura podrá amplificar la señal. Pero espera la resistencia más fuerte.»
​Mientras el ascensor subía a una velocidad vertiginosa, el temblor de la Torre se hizo palpable. El implante de Ramsés zumbó con una advertencia: «Cazador. Unidades aéreas de Corporación Sol detectadas. Van a sellar la Torre.»
​«No tenemos mucho tiempo», dijo Aura, su rostro tenso. «Esto es todo.».
​V. La Defensa del Corazón.
El ascensor de carga se detuvo con un chirrido metálico en el piso 100. Las puertas se abrieron, revelando un pasillo amplio y estéril, flanqueado por gruesos paneles de metal y luces frías. En el centro del pasillo, una docena de purificados, armados con rifles de plasma, esperaban. Pero no estaban solos. Detrás de ellos, una figura alta y elegante, con el cabello plateado y una mirada de acero, los observaba. Era la Directora Aldrich, la CEO de Corporación Sol.
​«Era de esperar que el Maestro de Marionetas fuera un fracaso», dijo Aldrich, su voz resonando con autoridad en el pasillo. «Pero no esperábamos que una simple hacker y un juguete roto pudieran llegar tan lejos. Y tú, Aura Sol... Pensé que te habíamos liberado de tu corrupción.»
​Aura avanzó, su cuerpo irradiando una energía psíquica palpable. «Me liberasteis de mi humanidad. Pero ahora he despertado. Y voy a liberaros a todos vosotros.»
​«No podréis detener la pureza», replicó Aldrich, haciendo un gesto. «Desactiven el pulso EMP de Nix. Eliminen a la Diosa Sol.»
​VI. El Plan B de Nix..
Una descarga de energía golpeó a Aura, intentando neutralizar su poder. Nix tecleó furiosamente en su datapad. «Han reforzado el aislamiento de frecuencia. No puedo activar el pulso de despertar desde aquí. Necesito acceso directo a la red central de la Torre.»
​«Entonces iremos a la red central», dijo Ramsés, lanzándose a la batalla. Su plasma-caster abrió fuego, desintegrando a dos purificados. Aura lanzó una explosión psíquica que hizo tambalear a otros, creando una apertura.
​Nix señaló una puerta lateral, casi invisible en la pared. «Hay un conducto de servicio secundario. Me llevará al núcleo del servidor. Pero estaré desconectada de vosotros.»
​«Ve, Nix», dijo Ramsés, disparando a un purificado que se acercaba peligrosamente a Aura. «Nosotros les daremos tiempo.»
​Nix asintió, su mirada llena de determinación, y se deslizó por la puerta lateral, desapareciendo en la oscuridad.
​VII. La Furia Desatada.
Ramsés y Aura se enfrentaron a la docena de purificados y a la Directora Aldrich. La batalla fue brutal. Ramsés, con su experiencia de cazador, se movía con una velocidad letal, mientras Aura desataba todo el poder psíquico que había reprimido.
​Aldrich observaba la batalla con una frialdad perturbadora. Sus guardias purificados caían uno tras otro, pero su mirada no mostraba preocupación.
​«Inútiles», murmuró Aldrich. «Necesitamos una solución más... permanente.»
​De repente, una serie de drones de combate, más grandes y armados que los anteriores, irrumpieron por las compuertas del pasillo. Estos no eran purificados; eran máquinas de matar, diseñadas para la guerra.
​«Más refuerzos. ¡Vienen a por nosotros!», gritó Ramsés, su voz tensa.
​«Ya lo sé», respondió Aura, sus ojos brillando con una luz furiosa. «Pero no vamos a caer sin luchar.»
​VIII. El Sacrificio Final (o no).
Ramsés y Aura estaban siendo acorralados. Los drones de combate eran implacables, y los purificados restantes, aunque heridos, seguían avanzando. Aura lanzó una última explosión psíquica, destruyendo dos drones, pero la energía la estaba agotando.
​«Aura, tenemos que retroceder», dijo Ramsés, cubriéndola con su cuerpo mientras disparaba al unísono.
​«No. Nix necesita más tiempo. Yo los detendré», dijo Aura, su voz débil pero resuelta. Miró a Ramsés, sus ojos llenos de una tristeza profunda. «Salva a la red. Salva a Neo-Sevilla. Salva… a nuestro Rafa.»
​Ramsés sintió un escalofrío. La mención de nuestro Rafa lo golpeó con la fuerza de una revelación. Era el motivo de su lucha, de su supervivencia.
​«¡NO! ¡Aura!», gritó Ramsés, pero era demasiado tarde.
​Aura levantó las manos, y una explosión de energía psíquica masiva emanó de ella, una onda expansiva que destruyó los drones, desintegró a los purificados y arrojó a la Directora Aldrich contra la pared. El pasillo se llenó de escombros y chispas.
​La luz de Aura brilló intensamente por un momento, y luego se desvaneció, dejándola inconsciente en el suelo.
​IX. La Revelación y la Furia.
El eco de la explosión psíquica de Aura se disipó en el pasillo del piso 100, dejando un silencio ensordecedor. Los restos humeantes de los drones y los purificados yacían esparcidos. La Directora Aldrich, aunque aturdida, comenzaba a moverse entre los escombros.
​Ramsés corrió hacia Aura, que yacía inconsciente en el suelo. Su cuerpo emanaba un débil resplandor residual. La mención de "nuestro Rafa" resonó en su mente, un eco que no podía ignorar. No era un simple dato, era una conexión profunda, un significado oculto que Aura había revelado en su último acto consciente.
​La ira, pura y abrasadora, lo invadió. No era solo la furia de un cazador, sino la de un protector, la de alguien que había perdido a sus seres queridos y no toleraría más sacrificios. El Enjambre había robado su memoria, torturado a Aura y ahora había provocado esta pérdida.
​X. La Lucha en la Oscuridad del Alma.
Ramsés escuchó los jadeos de Aldrich mientras se levantaba. Sabía que no podía dejarla escapar, no ahora. Pero su prioridad era Aura.
​«Nix, ¿estás ahí?», preguntó Ramsés, su voz tensa. «Aura... ha caído. Necesito un plan B. ¡Dame un plan para sacarla de aquí!»
​La voz de Nix, ahora sin su habitual tono profesional, sonó con una urgencia teñida de dolor. «Cazador. Lo siento. No puedo. Estoy dentro del núcleo del servidor. Necesito terminar la anulación. El pulso de Aura me ha dado tiempo. Pero no puedo ayudarte con ella. Tienes que seguir solo.»
​La desesperación amenazó con abrumar a Ramsés. Estaba solo, con Aura inconsciente y la Directora Aldrich recuperándose.
​Aldrich, con un rastro de sangre en la sien, levantó la mirada. Sus ojos, ahora llenos de una fría malevolencia, se posaron en Ramsés. «Eres la última pieza, Cazador. Pero eres un juguete roto. Te voy a desmantelar personalmente.»
​XI. El Último Acto del Cazador.
Aldrich sacó un pequeño dispositivo de su gabardina, una especie de pistola de energía de pulso. No era para matar, sino para paralizar, para capturar.
​Ramsés se puso de pie, su plasma-caster en alto. Su mente de cazador se centró. No había un plan de escape para Aura en este momento. Solo había una opción: eliminar la amenaza.
​«¡No tocarás a Aura!», gruñó Ramsés, lanzándose hacia Aldrich.
​La Directora Aldrich disparó. Un rayo de energía pulsante pasó zumbando junto a la cabeza de Ramsés. Él respondió con su plasma-caster, pero Aldrich era rápida, evadiendo sus disparos. No era una luchadora cuerpo a cuerpo, sino una estratega, una mente fría y calculadora que confiaba en su tecnología.
​XII. La Cima de la Torre Sol.
La batalla se trasladó por el pasillo. Ramsés se movía con la velocidad y la agilidad de un depredador, mientras Aldrich intentaba mantener la distancia, disparando ráfagas de energía y activando pequeñas barreras temporales para cubrirse.
​Finalmente, Ramsés acorraló a Aldrich contra la pared de cristal que daba a la ciudad. Detrás de ella, la vasta extensión de Neo-Sevilla se extendía, indiferente al drama que se desarrollaba en la cima de su colmena.
​«Tú no eres un dios, Aldrich», dijo Ramsés, apuntando su plasma-caster a la cabeza de la Directora. «Eres una enferma.»
​«La pureza es el camino», siseó Aldrich, con una sonrisa demente en sus labios. «Y no podrás detenerla.»
​Pero antes de que pudiera decir más, Ramsés disparó. El rayo de plasma impactó en el dispositivo de Aldrich, destruyéndolo, y luego, con una ráfaga final, pulverizó su cabeza. El cuerpo de la Directora Aldrich se desplomó sin vida, la líder de Corporación Sol eliminada.
​Ramsés se volvió hacia Aura, su corazón apretado por la preocupación. Había cumplido una parte de la misión, pero la batalla final estaba en manos de Nix, y el destino de Aura aún era incierto. La Torre Sol estaba en silencio, la tormenta de la Corporación había sido desatada, y la esperanza de Neo-Sevilla pendía de un hilo.




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