Sombras De Obseción

La Lucha Por La Libertad

Lucas se encontraba encerrado en una de las mansiones más imponentes de Lucian, una prisión dorada que, a pesar de su opulencia, se sentía más restrictiva y asfixiante que cualquier celda.

Las paredes doradas y los suelos de mármol, aunque hermosos, eran testigos silenciosos de su desesperación. Cada rincón de esa mansión era un recordatorio de su cautiverio, de la sombra opresiva de Lucian que se cernía sobre él.

Lucas sabía que debía escapar. La sumisión que Lucian le había impuesto era devastadora, pero en lo más profundo de su ser, una chispa de resistencia aún ardía. Sabía que Ethan lo necesitaba, que su libertad no solo era un acto de salvación personal, sino también un acto de justicia y lealtad hacia su amigo que seguía enfrentando a ese enemigo en común él solo.

Cada día, Lucas planificaba en silencio, observando los movimientos de los guardias y estudiando las rutinas de la mansión. Sabía que cualquier intento de escape debía ser meticuloso y preciso. No podía permitirse fallar; la opresión de Lucian no se lo permitiría.

Esa noche, cuando el silencio de la mansión se hizo palpable y la luna llena bañaba las habitaciones con una luz espectral, Lucas decidió que era el momento. Su corazón latía con fuerza, un tamborileo constante que resonaba en su pecho como una marcha hacia la libertad.

Con sigilo, se deslizó fuera de su habitación, asegurándose de no hacer ningún ruido. La mansión, aunque majestuosa, tenía muchas sombras, y Lucas se movía entre ellas como un espectro, cada paso una batalla contra el miedo y la desesperación.

Llegó a la puerta principal, que estaba asegurada con múltiples cerrojos y candados. Su mente calculaba rápidamente cómo abrirlos sin alertar a los guardias. Había memorizado el patrón de la llave durante los momentos en que los sirvientes abrían la puerta, y con un destornillador robado de la cocina, comenzó a trabajar en el primer cerrojo.

Mientras trabajaba, los sentimientos de Lucas eran un torbellino de dolor y esperanza. Cada giro del destornillador era una afirmación de su resistencia, pero también una tortura, pues sabía que cualquier error podría significar su fin.

¿Cómo llegué a esto? se preguntaba en silencio, sus manos temblando ligeramente. ¿Cómo dejé que Lucian me convirtiera en su prisionero?

Los recuerdos de su vida antes de Lucian eran un bálsamo y una tortura. Recordaba la libertad, los días de luz y risa, y compararlos con su actual situación era desgarrador. Cada pensamiento sobre Ethan, sobre la vida que habían compartido, le daba fuerzas pero también lo llenaba de una profunda tristeza.

Debo salir de aquí, pensaba con determinación. Debo regresar a Ethan y terminar con este infierno.

El primer intento de Lucas falló. Los cerrojos eran más complicados de lo que había anticipado, y el ruido que hizo alertó a los guardias. Regresó a su habitación antes de ser descubierto, su corazón latiendo con fuerza y su mente llena de frustración.

No puedo rendirme, se dijo a sí mismo, susurrando en la oscuridad de su habitación. Tengo que intentarlo de nuevo.

La segunda noche, Lucas se preparó mejor. Había observado más, aprendido más. Esta vez, tomó una horquilla para el cabello que había encontrado en uno de los baños, y se movió con aún más cautela.

Llegó a la puerta principal nuevamente, su mente clara y enfocada. Esta vez, los cerrojos parecían ceder con más facilidad, como si su determinación los debilitara. Cada click de los cerrojos abriéndose era una melodía de esperanza, un paso más cerca de la libertad.

Cuando el último cerrojo se abrió, Lucas sintió una oleada de esperanza. Empujó la puerta con cuidado, sus ojos ajustándose a la oscuridad del exterior. El aire frío de la noche golpeó su rostro, una bienvenida que casi lo hizo llorar de alivio.

Sin embargo, su libertad fue efímera. A medida que daba sus primeros pasos fuera de la mansión, un sonido detrás de él lo hizo congelarse. Giró lentamente, su corazón deteniéndose al ver a Lucian parado en la entrada, una expresión de frialdad y posesividad en su rostro.

—¿De verdad pensabas que podrías escapar de mí, Lucas? —dijo Lucian suavemente, su voz un susurro de hielo. —Eres mío. Siempre lo has sido y siempre lo serás.

Lucas sintió que el mundo se cerraba a su alrededor. Su mente, que había estado tan clara y enfocada, se nubló con el miedo y la desesperación. Cada palabra de Lucian era una cadena que lo arrastraba de vuelta a su prisión mental.

—No... —susurró Lucas, su voz quebrada. —Debo ser libre. No puedes tenerme para siempre.

Lucian sonrió, una sonrisa que no tenía nada de calidez. Dio un paso adelante, su presencia imponente y opresiva.

—Oh, Lucas, todavía no entiendes. Ya te tengo. Y siempre te tendré.

Lucas retrocedió, su mente buscando desesperadamente una salida. Sabía que debía resistir, que no podía rendirse ahora. Pero la sombra de Lucian era abrumadora, un manto de oscuridad que amenazaba con consumirlo.

—No... —dijo con más fuerza, su voz temblando pero decidido. —No puedes controlarme para siempre. Encontraré una manera de ser libre.

Lucian se movió con la gracia de un depredador, cerrando la distancia entre ellos. Sus ojos eran pozos de oscuridad, y su sonrisa era un reflejo de su victoria.

—Intentarlo es inútil, Lucas. Te romperé cada vez que lo intentes. Y siempre, siempre, te traeré de vuelta.

Con un movimiento rápido, Lucian tomó a Lucas del brazo, su agarre firme y posesivo. Lucas sintió que sus fuerzas lo abandonaban, que la pequeña chispa de esperanza que había alimentado se extinguía.

—No... —dijo una última vez, su voz apenas un susurro.

Lucian lo llevó de vuelta a la mansión, cada paso un golpe a su resistencia. Sabía que había perdido esta batalla, pero en su interior, una pequeña parte de él se negaba a rendirse por completo.




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