Lucas, vestido de negro, con una capucha que cubría su cabeza y parte de su rostro, se adentró en la Galería Aurora bajo el manto de la noche. Las sombras y la penumbra eran sus compañeras mientras se deslizaba entre las figuras de los guardias y las obras de arte.
Su corazón latía con una mezcla de desesperación y tristeza, sabiendo que estaba a punto de enfrentarse a la última obra de Ethan, la manifestación de una traición que él no había cometido.
Frente a la obra maestra de Ethan, Lucas se detuvo, su respiración agitada y su mente nublada por una tormenta de emociones. Las dos figuras centrales del cuadro, tan llenas de dolor y despedida, lo miraban desde el lienzo como un espejo de su propia alma desgarrada.
La figura sombría que representaba a Lucas se entrelazaba con la luminosa pero quebrada figura de Ethan, creando una danza trágica de amor y traición.
— ¿Cómo pudo creer las mentiras de Lucian? — se preguntaba Lucas, su corazón encogido de dolor — ¿Cómo pude permitir que esto sucediera?
Cada trazo en el lienzo era un recordatorio de la distancia irremediable que ahora los separaba. Lucas sentía que su alma estaba atrapada en un torbellino de culpa y desesperación. La obra de Ethan reflejaba una verdad distorsionada, una realidad que Lucian había manipulado con maestría para destruir lo que alguna vez fue una amistad pura y sincera.
Lucas sabía que nunca podría volver a ser el hombre que una vez fue. Las cadenas invisibles que Lucian había colocado sobre su mente y su voluntad eran demasiado fuertes, demasiado profundas. Sentía que su identidad había sido robada, que su verdadero yo había sido enterrado bajo capas de miedo y control.
Soy una sombra de lo que fui, pensaba Lucas, sus ojos fijos en el cuadro. Lucian me ha destruido, y ahora he perdido a Ethan también.
Antes de que Lucian apareciera en su vida, Lucas había sido un artista lleno de pasión y alegría. Su amor por la escultura lo había llevado a crear obras de una belleza sublime, figuras de cera y mármol revestidas en oro que parecían cobrar vida bajo sus manos. Cada creación era una expresión de su alma, una manifestación de su felicidad y libertad.
Recordaba las tardes en su estudio, la luz del sol filtrándose por las ventanas mientras esculpía con devoción. El aroma del cera caliente y el polvo de mármol llenaban el aire, y el sonido de sus herramientas era una melodía de creación. Cada figura que emergía del material bruto era una celebración de su amor por el arte, una expresión de su espíritu indomable.
En aquellos días, Lucas sentía una alegría pura y genuina, una conexión profunda con su trabajo. Las esculturas que creaba eran más que simples obras de arte; eran una extensión de su ser, una ventana a su alma. Recordaba la satisfacción de dar los últimos toques a una figura, el brillo del oro bajo la luz y la perfección de cada detalle.
Era feliz, pensaba Lucas, una lágrima rodando por su mejilla. El arte era mi vida, mi pasión, mi libertad.
Pero todo eso había cambiado cuando Lucian entró en su vida. La oscuridad que Lucian había traído consigo había sofocado su creatividad, había aplastado su espíritu. Las herramientas de escultura, que una vez habían sido extensiones de sus manos, ahora le estaban prohibidas, guardadas bajo llave como si fueran armas peligrosas.
La vida actual de Lucas era un contraste brutal con su pasado. Lucian le había prohibido practicar la escultura, temiendo que su pasión y creatividad pudieran darle fuerzas para resistir. Cada día, Lucas vivía en una jaula dorada, rodeado de lujos vacíos que no podían llenar el vacío en su alma.
Lucian me ha robado todo, pensaba Lucas, su voz un susurro de desesperación. Mi libertad, mi arte, mi vida.
La felicidad que solía sentir al esculpir era ahora un recuerdo doloroso, una nostalgia que lo atormentaba en su cautiverio. Sentía que su identidad se desvanecía, que cada día que pasaba bajo el control de Lucian lo alejaba más de quien solía ser.
Mientras observaba la obra de Ethan, Lucas sintió que algo dentro de él se rompía. La traición de Ethan, aunque basada en una mentira, era la estocada final a su ya frágil voluntad. Sabía que nunca podría recuperar lo que había perdido, que su vida estaba irremediablemente atrapada en las sombras de Lucian.
Perdóname, Ethan, susurró Lucas, sus lágrimas cayendo silenciosamente. Nunca quise que esto sucediera.
Se dio la vuelta y se alejó del cuadro, su figura encapuchada desapareciendo en las sombras de la galería. Sentía que la última chispa de esperanza se apagaba, dejando solo una oscuridad profunda y desesperante.
La vida de Lucas, una vez llena de arte y alegría, había sido transformada en un reflejo de desolación y control. La felicidad que solía sentir al esculpir era ahora un recuerdo lejano, una sombra de lo que una vez fue. Lucian había logrado destruir su espíritu, y ahora, con la traición percibida de Ethan, su voluntad estaba completamente quebrada.
La batalla por su alma y su libertad estaba perdida, y Lucas sabía que nunca podría volver a ser el hombre que una vez fue. Mientras las sombras lo envolvían, aceptó su destino con una mezcla de resignación y tristeza, sabiendo que la lucha había terminado.
Ethan, por su parte, enfrentaba una nueva realidad, una donde su amigo más cercano parecía haberlo traicionado y donde la verdad estaba distorsionada por la manipulación de Lucian.
La lucha por la justicia y la verdad continuaba, y aunque la oscuridad parecía haber ganado terreno, la chispa de resistencia en su interior seguía ardiendo, esperando el momento adecuado para brillar con toda su fuerza, aunque Lucas no se diese cuenta de ello.