Ha pasado aproximadamente una semana desde la última vez que Jack y yo nos vimos. No me han vuelto a llamar para misiones y eso me tiene un poco angustiada.
Pero lo que más me asusta es que nadie, aparte de María, ha venido a verme ni a decirme qué está pasando. Parece que se olvidaron completamente de mí.
En eso, recuerdo algo que Kaila me dijo cuando me dio mi porcentaje de poder mágico: que probablemente me darían un lugar fijo si decidía ayudar. Y aquí estoy, todavía esperando a que ese momento llegue.
Veo a María ir y venir por todo el lugar desde una de las sillas junto a la entrada. Después de que Jack estuvo aquí, tuvimos una plática muy larga, pero como ahora no salgo ni para respirar, ya no tenemos mucho de qué hablar. Solo hace su trabajo y se va más rápido de lo normal.
Suelto un suspiro largo y me levanto. Voy hacia el cuarto, donde ahora está la castaña, abro el armario y tomo lo primero que encuentro. Le doy una mirada acompañada de una sonrisa para que entienda que me voy a bañar.
Salgo del cuarto y entro al baño. Me desnudo rápido y me meto a la ducha. Abro la llave y siento el agua correr por mi cuerpo; es refrescante y hasta motivadora. No sé cuánto tiempo me quedo ahí, pero escucho que tocan la puerta. Como es más un golpe fuerte que uno suave, sospecho que no es María.
Me apresuro a salir y, cuando abro la puerta, veo a Jack recostado junto a la encimera y a dos soldados sentados en las sillas, que al verme se levantan de inmediato.
—¿Qué sucede? —pregunto.
Jack me mira y abre la boca para hablar; se nota que no está muy feliz de estar aquí.
—Te vamos a llevar a otro lugar, tienes que venir con nosotros.
Asiento y me apresuro a llegar a la puerta por donde salió Vaser, con los soldados siguiéndome. Caminamos sin parar hasta llegar a unas puertas reforzadas que se abren cuando el comandante pasa un código que no logro ver. Afuera está anocheciendo, y por primera vez en mucho tiempo tengo noción de la hora sin mirar el reloj.
Me conducen por un área llena de guardias y llegamos rápido a un edificio más pequeño que el anterior, pero igual de aburrido. Subimos unas escaleras y me llevan por un pasillo corto hasta la última puerta. Jack la abre con una llave que saca del bolsillo.
Entro. El lugar se ve mejor por dentro que por fuera. Distingo una pequeña cocina con una isla y un par de bancos a la derecha. Más adelante hay un sofá algo viejo y unas librerías medio vacías. A la izquierda hay dos puertas que supongo son la habitación y el baño.
Doy unos pasos y, cuando volteo, veo a los soldados detrás de mí. Jack les hace una seña para que se vayan, y obedecen sin decir nada. Cierra la puerta, pone seguro y, de repente, me toma de la cintura y me estampa un beso que me deja en shock. Lo sigo sin pensarlo. Cuando nos separamos, su rostro es totalmente distinto: se le ve feliz, casi aliviado.
—Te extrañé mucho —me susurra tan cerca que su aliento se mezcla con el mío.
—Yo… también te extrañé —respondo con una sonrisa antes de besarlo otra vez, esta vez más suave.
—Tenemos que hablar —murmura entre besos, y de pronto se separa. Me deja confundida, como si me arrancaran algo. Va al sofá y me hace una señal para que lo acompañe. Me siento a su lado, esperando.
—Creo que Kaila estará muy feliz de darnos una oportunidad. La llamé antes de venir. Ya casi llega, así que tenemos que planear qué decir.
Abro los ojos como platos. Me quedo muda.
—Lo mejor es decirle la verdad. No sirve de nada ocultarlo. Tenemos que convencerla de que mereces una oportunidad porque de verdad la vas a aprovechar, no por conveniencia.
Frunzo el ceño. Sé que si decimos la verdad, él va a quedar en una posición horrible, y no quiero que tenga problemas por alguien como yo.
—Pero eso te va a dejar en una posición muy sensible —le digo.
—Puede ser, pero siendo ella quien escuchará, es muy posible que a mí no me pase nada. Y sé que puedo convencerla de dejar pasar la situación.
Voy a responder, pero unos golpes en la puerta nos interrumpen. Jack se levanta a abrir. Me giro en el sofá y veo a la imponente mujer que, incluso con tacones, apenas le llega a los hombros a mi hombre. Ella lanza una mirada hacia la cocina, así que supongo que hablaremos ahí. Me muevo y me siento en uno de los taburetes de la isla. Jack se sienta a mi lado y Kaila se queda frente a nosotros.
—¿Por qué me llamabas con tanta prisa? —pregunta, cruzándose de brazos.
Jack me mira antes de hablar, sabiendo que yo no me atreveré a decir la primera palabra.
—He hablado con Miranda y creo que podemos darle una segunda oportunidad —dice con seguridad.
Las cejas de Kaila se levantan de inmediato. En un segundo, lo toma del brazo y se lo lleva casi arrastrado a una esquina del lugar. Hablan tan bajo que no escucho nada.
La garganta se me seca, así que voy por agua. Al volver, Jack está frunciendo el ceño, masajeándose el puente de la nariz. Le doy un sorbo a mi vaso y escucho:
—¡Me acosté con ella!
Escupo el agua de golpe y me tapo la boca. Siento sus miradas sobre mí y me quedo paralizada.
—¡Miranda! Mírame —exige Kaila. Levanto la cabeza despacio. Su expresión lo dice todo.
Se vuelve hacia Jack y solo escucho el golpe que le da en la mejilla, dejándole marcada la mano. Luego camina hacia mí y, con un movimiento brusco, me toma del pelo y me arrastra hacia la salida. Suelto el vaso para sujetarme el cabello y disminuir el dolor; el vidrio explota contra el piso. Abre la puerta y me saca a tirones.
Para mi desgracia, no veo a Vaser salir detrás de mí. Entonces entiendo que lo que viene no va a ser bonito, ni para mí ni para él.