Jack
Termino de comer mientras mi madre habla sin parar y yo ni la escucho. Me levanto con el plato, lo lavo, y cuando termino la interrumpo.
—Voy a estar en el patio trasero. Por favor, no vayas a buscarme. Necesito espacio.
Se queda confundida, pero asiente rápido. No espero más; salgo de la casa.
Apenas piso el pasto, saco mis audífonos y el celular. Los conecto y pongo la primera canción que aparece. Siento cómo mi cuerpo afloja apenas Stronger, de The Score, llena mis oídos.
A un costado de la casa hay un montón de leña, unas piezas sin picar y otras ya cortadas. Me acerco, arremango mi camisa hasta los codos, tomo el hacha y empiezo a partir madera. Cada golpe descarga un poco de la rabia que tengo metida en el pecho, del dolor que me está masticando por dentro. Mi respiración se entrecorta, el sudor me baja por la espalda, y la música se oscurece cada vez más.
Sé que esto no me ayuda a pensar. Pero al menos me distrae.
Coloco un tronco más, levanto el hacha y lo corto de un solo golpe. Cuando busco otro ya no queda nada. Suelto un suspiro tembloroso, lanzo el hacha lejos sin pensarlo y salgo del patio todavía con los audífonos puestos.
Veo a mi madre mirarme, pero antes de que abra la boca salgo por la puerta principal. Bajo los escalones, piso el pavimento y echo a correr sin dirección.
Miro la hora en el teléfono: 5:47 p. m. El cielo está oscuro y las farolas iluminan la calle. Un recuerdo me atraviesa: Miranda corriendo a mi lado, su risa, su respiración a la par de la mía. Casi puedo sentirla. Aprieto la mandíbula y aumento la velocidad como si eso fuera suficiente para callarla.
No sé cuánto tiempo corro, pero termino llegando a un lugar feo, sucio, olvidado. Un bar de mala muerte se ve a lo lejos. Me da igual. Entro.
Me quito los audífonos, los guardo junto al celular y me siento en la barra. Levanto la mano. Un hombre calvo, con chaqueta de cuero y una toalla sucia sobre el hombro, se acerca.
—Lo más fuerte que tenga.
Saco la billetera y dejo un billete sobre la barra vieja. Él asiente, me pone un vaso y una botella sin etiqueta.
Sirvo, bebo de un trago. Arde. Me sacude. Me quita todo por dos segundos… y después vuelve todo peor. Así que sigo. Otro vaso. Y otro. Y otro. Cuatro. Hasta que me canso del vaso y empiezo a tomar directo de la botella.
Mi garganta quema. Mi cabeza gira. No me importa.
Cuando la botella se acaba, salgo tambaleándome. Camino hacia la casa de mis padres, tropezando con el mundo entero. Caigo de bruces en el pavimento, me levanto como si nada y sigo. No quiero ver a mi madre, no así, así que al llegar escribo una nota y la deslizo bajo la puerta:
“Me voy mañana. Me alegró verte.”
Es lo más decente que puedo hacer.
Prefiero dormir en el auto. No quiero cargarla con mis mierdas. Ya tiene demasiado encima.
Abro la puerta trasera, me dejo caer en los asientos y cierro todo con seguro. Pongo una alarma a las 3:30 a. m., tiro el celular al lado y recuesto la cabeza. Todo da vueltas, pero me duermo rápido.
La alarma suena como si me estuviera perforando el cráneo. Me duele todo, especialmente las sienes, que masajeo con cuidado. Me paso al asiento del conductor y abro la guantera buscando algo que me baje este infierno.
Encuentro unas pastillas. Me tomo dos con el agua que queda en una botella en el portavasos.
Me recuesto, esperando que hagan efecto. Cierro los ojos… y veo a Kaila muerta. Los abro de inmediato. Parpadeo varias veces, enciendo el auto y conduzco.
A los veinte minutos siento que las pastillas por fin están funcionando, así que acelero para llegar cuanto antes. Igual el viaje se hace eterno.
Cuando llego, ya dejaron de hacer efecto. Bajo del auto y vomito todo: la comida, el alcohol, bilis que quema. Enjuago mi boca con lo que queda de agua.
Entro a la casa rápido, cierro la puerta, y me dejo caer en el sofá. Las llaves caen sobre la mesa frente a mí.
Y entonces llega todo. Los últimos meses golpeándome a la vez: la tortura de Miranda, las misiones, los interrogatorios, las pruebas, las noches juntos… y lo que pasó hace nada.
Y lo decido.
Voy a verla. A Miranda.
O lo que quede de ella.