"Sombras de Sangre y Corona"

Capítulo 1: El Renacer de la Maga Oscura.

La niebla se arrastraba por las calles empedradas, una capa gris y espesa que abrazaba cada rincón de la ciudad, como si el propio aire estuviera moribundo. Las campanas de la iglesia sonaron en la distancia, retumbando en los tejados de las mansiones donde el lujo y la opresión convivían a partes iguales. Aquel mundo, una burla de lo que alguna vez fue, seguía girando. Y en el mismo instante en que el último suspiro de Elyra Morwen, la Maga Oscura más temida del otro lado del velo, se desvanecía, una nueva vida comenzaba a latir con fuerza.

Lilianne Ashford, hija del Duque de Ashford, despertó entre los pliegues de sábanas frías y de un mundo que no reconocía. La primera sensación fue la ausencia: la sensación de que algo le faltaba, algo esencial. Pero cuando sus ojos se abrieron, lo primero que vio fue el techo bajo el cual solía soñar que la muerte la reclamaba. Un lugar ajeno, opresivo, vestido con el lujo de las casas nobles pero tan vacío como una tumba.

—¿Dónde estoy? —susurró, apenas reconociendo su propia voz.

La última vez que se había sentido viva, había sido en la batalla que la había destruido en su mundo. Había caído, no por la espada de un enemigo, sino por una traición tejida con hilos de magia oscura, un sacrificio hecho por los propios que había llamado amigos. Elyra Morwen, la maga cuyo nombre sembraba terror en todo reino, había muerto. Y en su lugar, un cuerpo débil, una joven noble, había tomado el aliento.

Lilianne, pues, era ahora una sombra, una extraña en una vida que no le pertenecía. Se incorporó, y la incomodidad del vestido de seda que la cubría la hizo sentirse aún más ajena. Sus manos temblaban ligeramente, pero la magia que ya sentía en su interior —como una chispa latente— la calmó, la reconcilió con lo que había sido y lo que se veía obligada a ser.

Pero los recuerdos… esos recuerdos ajenos no se detenían. La vida de esta joven, Lilianne Ashford, le vino en oleadas rápidas y violentas, como un torrente de memorias que se forjaban a partir de fragmentos rotos. Era la hija de un duque poderoso, una joven con un futuro que debería ser brillante, pero que estaba marcada por el desprecio de su propia familia. Su madre, fallecida, nunca estuvo presente. Su padre, frío y distante, la veía como una vergüenza. Y su madrastra, Lady Celeste, la trataba como una sombra que sólo ocupaba espacio.

—¿Quién eres tú? —susurró Lilianne, mirando sus manos, sintiendo el pulso de la magia que aún residía dentro de ellas. No era la magia de la nobleza. Era algo mucho más antiguo.

De repente, el sonido de pasos resonó en el pasillo. La puerta de su habitación se abrió, y una figura encapuchada entró. Era una presencia masculina, alta, con el rostro oculto tras la capa, pero Lilianne no necesitaba ver más para saber quién era.

—Ah, la hija del Duque finalmente se despierta —dijo la voz grave, llena de un deje de sarcasmo. Pero algo en el tono, algo en la manera en que hablaba, lo delataba: no era un sirviente, ni un simple criado.

Era alguien con poder, alguien que no temía a la nobleza.

El desconocido se inclinó hacia adelante, revelando unos ojos dorados, brillantes con la luz de la desesperación.

—Soy Damien Faelan, y si eres inteligente, entenderás que tu destino y el mío están entrelazados. Pero eso, querida Lilianne, es algo que aún debes descubrir.

La figura se dio la vuelta, y antes de salir por la puerta, dejó una última palabra en el aire:

—Y créeme, lo que tienes dentro de ti... cambiará todo.

Lilianne lo observó alejarse, y por primera vez, sintió que esa vida ajena, esa joven noble que odiaba, empezaba a desmoronarse frente a sus ojos. Ya no era una niña inocente ni una víctima. No, Lilianne Ashford iba a ser mucho más que eso.

La maga oscura había renacido.




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