Sombras de un mismo corazón

Capitulo 2

Aquella noche, cuando Yoon pronunció su nombre con tanta ternura, algo se estremeció dentro de Ian. Fue como un eco lejano, como un golpe suave en una puerta olvidada. Ian no lo admitió, pero la voz de Yoon atravesó esa coraza de rabia y arrogancia, llegando hasta donde Axel dormía.

En medio de la oscuridad, Axel abrió los ojos. No entendía cuánto tiempo había pasado ni por qué todo se sentía tan pesado, pero algo lo impulsaba a salir. Esa chispa era Yoon.

Por primera vez en meses, Ian cedió sin quererlo. Axel despertó en su propio cuerpo al amanecer, confuso, con la resaca del alcohol que no recordaba haber bebido y con la extraña sensación de haber estado ausente demasiado tiempo. Se miró al espejo y vio unas ojeras profundas, una expresión que no le pertenecía.

Al salir, escuchó risas en la casa vecina. No lo pensó demasiado y se acercó. Allí estaba Yoon, acomodando cajas con su hermano Alois. El menor lo miró sorprendido al verlo, con los ojos abiertos como si hubiera visto un milagro.

—¿Axel? —susurró, inseguro.

Axel lo miró fijamente. Y aunque sus labios apenas pudieron esbozar una sonrisa débil, aquella era la mirada cálida que Yoon recordaba.
—Yoon… cuánto tiempo.

Yoon no lo soportó más y lo abrazó. Alois, en cambio, frunció el ceño, desconfiado. No iba a dejar que su hermano se ilusionara con alguien que claramente estaba quebrado.

Esa tarde la pasaron juntos. Axel, torpe y callado, apenas recordaba fragmentos de su infancia con Yoon, pero se notaba que algo dentro de él se agitaba. Yoon estaba feliz, como si lo hubiera recuperado, sin saber que esa luz era frágil, demasiado frágil.

Esa misma noche, cuando Axel volvió a casa y cerró la puerta tras de sí, Ian lo estaba esperando.

No en persona, no físicamente, pero su voz retumbó en su cabeza, más fuerte que nunca.
—Así que lo dejaste entrar, ¿eh? —rió Ian, con tono ácido—. Una palabra suya y corriste como un perro fiel. ¿Ya olvidaste quién soy? ¿Quién te mantuvo vivo todos estos años?

Axel se llevó las manos a la cabeza, temblando.
—No, Ian… yo… yo no pedí esto. No quiero perderme de nuevo.

—Tarde. —La voz se volvió más agresiva—. Eres débil, Axel. Tú llorabas mientras yo me defendía. Tú temblabas mientras yo vivía. No voy a dejar que ese chico me arrebate lo que construí.

El corazón de Axel latía con fuerza, pero lo que más lo horrorizaba fue escuchar lo siguiente:
—Si él sigue cerca, lo destruiré.

Axel cayó de rodillas, jadeando. No podía permitirlo. No podía dejar que Ian tocara a Yoon.

Al día siguiente, cuando Yoon fue a buscarlo, notó algo raro. Axel estaba más distante, inquieto, con miradas perdidas. Aun así, cuando sus ojos se encontraban, había destellos de aquel Axel de antaño. Eso lo mantenía cerca.

Pero Ian no se quedaría quieto. Cada vez que Axel sonreía a Yoon, cada vez que recordaba un momento del pasado, la rabia en Ian crecía. Y en las noches, cuando Axel cerraba los ojos, Ian lo arrastraba a esa oscuridad donde lo encadenaba, susurrándole:
—Eres mío. Siempre lo fuiste.

Ian había jurado una cosa: enterrar a Axel para siempre.

Lo que no sabía era que el lazo con Yoon no solo despertaba a Axel, sino que también podía darle fuerzas. Era una guerra silenciosa, dentro de un mismo cuerpo, y el premio era la libertad… o la destrucción.




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