Sombras de un nuevo imperio

Capítulo 3: Sombras en el horizonte

La dirección en la tarjeta la llevó a un callejón oscuro en una zona industrial abandonada. Las luces del alumbrado público parpadeaban como si estuvieran en su último suspiro, y el olor a humedad impregnaba el aire. Sofía se detuvo frente a un portón de metal oxidado. Grabado en la superficie, un símbolo que no veía desde hacía años: un triángulo rodeado por un círculo, la marca de una antigua alianza clandestina en la que Alexei había tenido un papel crucial.

Sacó su arma de la funda en la cintura, asegurándose de que estaba cargada. La sensación fría del metal contra su piel le recordó que en este mundo solo había dos certezas: la traición y la muerte. Empujó el portón con fuerza, produciendo un chirrido que resonó en la quietud.

Dentro, un hombre la esperaba. Estaba sentado en una mesa improvisada con una sola lámpara iluminando su rostro parcialmente cubierto por una capucha. Frente a él, una botella de whisky casi vacía y una pistola al alcance de su mano.

—Llegas tarde —dijo sin mirarla, su voz ronca y grave como si el humo y el alcohol hubieran tallado su garganta con el tiempo.

—Nunca llego tarde, Ricardo —respondió Sofía, reconociéndolo al instante.

Ricardo, un mercenario que alguna vez trabajó para Alexei, levantó la mirada. Sus ojos estaban inyectados de sangre, pero el brillo de la astucia aún se mantenía intacto. Sofía avanzó con cuidado, sin bajar la guardia.

—No esperaba que tú vinieras —continuó él—. Pensé que habías desaparecido del mapa... O muerto.

—Casi. Pero no vine a hablar de mí. Necesito respuestas.

Ricardo rio, un sonido seco y amargo.

—Siempre necesitas respuestas. Pero te advierto, Sofía, a veces es mejor no saberlas.

Ella ignoró el comentario y lanzó la tarjeta sobre la mesa.

—Alexei. Dime dónde está.

El hombre frunció el ceño al ver el nombre escrito. Movió la botella a un lado y encendió un cigarro con manos temblorosas.

—Te diré lo que sé, pero no va a gustarte.

Sofía permaneció en silencio, observando cómo Ricardo daba una larga calada. Finalmente, habló.

—Alexei no solo está vivo. Está organizando algo grande. Algo que va más allá de lo que hicimos juntos en el pasado.

—¿Qué tan grande? —preguntó ella, aunque podía sentir cómo su corazón latía más rápido.

—Lo suficiente para destruir todo lo que has construido en estos años. Está formando un ejército de sombras, gente que no tiene nada que perder. Pero no es solo eso...

Ricardo dudó por un momento, como si supiera que lo que estaba a punto de decir podía costarle caro.

—Hay alguien más detrás de esto. Una figura que maneja los hilos, alguien que siempre ha estado cerca de ti, Sofía.

La sangre de Sofía se congeló. Se inclinó hacia adelante, obligándolo a mirarla a los ojos.

—¿Quién?

—No lo sé con certeza. Pero Alexei no actúa solo. Nunca lo hizo. Y si me preguntas... todo apunta a que esta figura es alguien que sabe demasiado sobre ti. Tus movimientos, tus planes, incluso tus errores.

Sofía se apartó, sus pensamientos corriendo a mil por hora. No era posible. Había limpiado su entorno de cualquier amenaza, se había asegurado de que no quedaran cabos sueltos. Pero entonces, ¿quién era este fantasma que parecía conocerla tan bien?

—No tienes pruebas —dijo finalmente, tratando de mantener la calma.

—No, pero tengo algo mejor —respondió Ricardo, sacando un sobre del bolsillo de su chaqueta—. Esto llegó hace una semana. Quien sea que está detrás de esto quiere que lo sepas, pero a su tiempo.

Sofía tomó el sobre con manos firmes, aunque por dentro estaba temblando. Al abrirlo, encontró una fotografía borrosa de Alexei junto a otra persona. Una figura que llevaba una máscara negra y estaba de espaldas. También había un mensaje escrito en una caligrafía que no reconocía:

"Todo lo que crees saber es una mentira. Prepárate para el final."

—¿Dónde fue tomada esta foto? —preguntó Sofía, pero cuando levantó la vista, Ricardo ya estaba recogiendo sus cosas.

—Ya te di lo que querías. Ahora hazme un favor: no vuelvas a buscarme. Estás jugando un juego peligroso, Sofía, y esta vez no hay red de seguridad.

Ricardo salió del lugar antes de que ella pudiera detenerlo. Sofía permaneció allí, con la foto y el mensaje en sus manos, sintiendo cómo las piezas de un rompecabezas mucho más grande comenzaban a caer en su lugar.

Cuando salió del edificio, el aire nocturno parecía más pesado, como si la ciudad misma estuviera conspirando en su contra. Encendió un cigarro, algo que no hacía desde hacía años, y exhaló lentamente mientras sus pensamientos se enredaban.

Si Alexei estaba vivo y alguien más lo estaba respaldando, entonces no había otra opción: tenía que descubrir quién estaba moviendo las piezas en su contra, incluso si eso significaba enfrentarse a las verdades más oscuras de su pasado.

Al final de la calle, las luces de un automóvil negro se encendieron, siguiendo cada uno de sus pasos en silencio. Sofía lo notó, pero no se detuvo. En este juego, el cazador y la presa siempre estaban a un paso.




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