El eco de sus pasos resonaba en las callejuelas de la ciudad mientras Sofía regresaba a su escondite. La fotografía y la nota seguían en su mano, como un ancla que la arrastraba al fondo de un abismo del que había intentado escapar durante años. Una parte de ella quería ignorarlo todo, quemar ese sobre y fingir que jamás lo había visto, pero la otra, la más oscura y calculadora, sabía que no podía permitirse ese lujo.
Al llegar a su apartamento, una habitación pequeña y desprovista de personalidad, se dirigió al escritorio. Encendió la lámpara y examinó la foto bajo la luz tenue. Los detalles eran escasos, pero había algo familiar en la postura de la figura enmascarada, algo que le resultaba incómodamente cercano.
Con el tiempo que había pasado como fugitiva, Sofía había aprendido a desconfiar incluso de sus propias sombras. Pero esto era diferente: no era paranoia, sino una certeza que crecía con cada segundo que pasaba mirando esa imagen.
Sacó un viejo cuaderno de cuero que guardaba bajo llave en el doble fondo de un cajón. Era su archivo personal, un registro de nombres, lugares y eventos que había coleccionado desde que decidió huir. Entre las páginas, había referencias a Alexei, junto con diagramas de su red y las conexiones que alguna vez compartieron. La fotografía era una pieza nueva, pero encajaba en el rompecabezas de manera inquietante.
Al día siguiente, Sofía decidió buscar a alguien que odiaba tener que contactar, pero no tenía alternativa. Sabía que enfrentarse a Alexei y a quienquiera que estuviera detrás requería información que ella sola no podía obtener.
La cita se dio en un café al aire libre, en una plaza donde los transeúntes eran abundantes pero inofensivos. Sofía llegó temprano, vigilando cada rostro y cada movimiento. Finalmente, una figura masculina se sentó frente a ella. Alto, con cabello desordenado y una cicatriz que cruzaba su ceja izquierda, Noah era un hombre del que nadie en su sano juicio confiaría, pero cuya habilidad para obtener información era inigualable.
—Tiempo sin verte, Sofía —dijo Noah, inclinándose hacia atrás en su silla con una sonrisa burlona—. ¿Volviendo al ruedo?
—Necesito tu ayuda —respondió ella, ignorando su tono.
Él levantó una ceja, interesado.
—Sabes que mi ayuda no es barata.
Sofía sacó un sobre y lo deslizó sobre la mesa.
—Esto debería cubrir tus costos iniciales. Pero también necesito resultados, y rápido.
Noah abrió el sobre y asintió al ver el contenido. Luego tomó un sorbo de su café, estudiándola con detenimiento.
—¿Qué estás buscando?
Sofía colocó la fotografía y la nota sobre la mesa, cubriéndolas parcialmente con su mano para evitar miradas indiscretas.
—Quiero saber dónde fue tomada esta foto. Y quiero todo lo que puedas averiguar sobre esta figura enmascarada.
Noah examinó la foto por unos segundos, luego la empujó de vuelta hacia ella.
—No será fácil. Alexei ha sido un fantasma desde hace años, y este símbolo... —señaló el triángulo con el círculo— no es algo que su gente muestre a la ligera. Estás caminando en terreno peligroso.
—Eso ya lo sabía —respondió Sofía, cruzando los brazos.
Noah soltó un suspiro.
—Está bien, trabajaré en esto. Pero necesito tiempo.
Sofía asintió y se levantó para irse, pero antes de dar un paso, Noah la detuvo con una advertencia.
—Si te metes con Alexei, más te vale estar lista. La última vez que alguien intentó enfrentarlo, desaparecieron sin dejar rastro.
Sofía no respondió. Había sobrevivido demasiado tiempo como para dejarse intimidar por historias.
Cuando salió del café, las nubes cubrían el cielo, y una ligera llovizna empezaba a caer. Caminó por la ciudad sin rumbo fijo, intentando calmar la tormenta que rugía dentro de ella. Pero la calma era imposible: los fantasmas de su pasado estaban regresando con una fuerza que no podía ignorar.
Esa noche, mientras revisaba una y otra vez los detalles de la fotografía, una notificación parpadeó en su computadora. Era un correo anónimo, el tipo de mensaje que normalmente borraría sin abrir. Pero algo en el asunto —"Sé lo que buscas"— la obligó a hacer clic.
El mensaje era breve:
"Si quieres la verdad, ven al almacén en la calle 47. Solo tú. No llames a nadie más. Alexei está esperando."
Sofía apagó la pantalla, sus manos temblando ligeramente. Era una trampa, no tenía duda de ello. Pero si quería respuestas, tendría que enfrentarse al riesgo.
Mientras empaquetaba su arma y revisaba su equipo, una pregunta comenzó a formarse en su mente: ¿hasta dónde estaba dispuesta a llegar para descubrir la verdad?
El reloj marcaba la medianoche cuando salió de su apartamento, dirigiéndose hacia el lugar señalado en el correo. Las calles estaban desiertas, y la sensación de ser observada se hacía cada vez más intensa.
Frente al almacén, una sola luz iluminaba la entrada. Tomó aire profundamente y empujó la puerta. El interior estaba envuelto en penumbras, y el eco de sus pasos resonaba como un tambor en la oscuridad.
—Bienvenida, Sofía —dijo una voz familiar desde las sombras.
Su corazón se detuvo al instante. Reconoció esa voz, un tono que creía enterrado en los recuerdos de su peor pesadilla.