La habitación donde se encontraba Sofía estaba a oscuras, iluminada solo por una luz tenue que se filtraba a través de una ventana rota. La presencia de su madre allí, en frente de ella, no era solo un golpe a su cordura, sino una amenaza directa a todo lo que creía saber sobre su vida. Las preguntas se agolpaban en su mente, pero la respuesta que más le quemaba era la que su madre le había dejado flotando en el aire: "Tu vida, tu destino… todo ha sido diseñado desde el principio".
Sofía cerró los ojos, sintiendo cómo su cabeza daba vueltas. Cada palabra que escuchaba parecía arrastrarla más y más lejos de la realidad que conocía. La imagen de su madre, que la había dado por muerta, estaba tan cerca que podía tocarla, pero al mismo tiempo, era tan ajena. Los años de búsqueda, las mentiras que había desenterrado, las piezas del rompecabezas que había ido armando… todo parecía ser una cortina de humo. Ella era solo una peón en un juego mucho más grande.
—No entiendo… ¿Por qué no me lo dijiste? —Sofía respiró con dificultad, tratando de ordenar sus pensamientos.
Su madre la miró fijamente, sin titubear, como si ya hubiese esperado esa pregunta mucho tiempo. Como si, en su mente, ella ya sabía lo que iba a suceder.
—Porque nunca fue el momento. Las piezas no estaban en su lugar, Sofía. Y tú aún no tenías la capacidad de ver lo que realmente está en juego. Pero ahora, es el momento. Tú eres la clave para todo esto. Solo tú puedes decidir cómo terminará.
Sofía dio un paso atrás, su mente girando a una velocidad frenética. El frío de la habitación la envolvía, pero no podía concentrarse en nada más que en esas palabras. La clave para todo… ¿Qué significaba eso? ¿Qué era lo que debía hacer ahora?
—¿De qué estás hablando? —dijo, casi sin darse cuenta de que su voz temblaba—. ¿Qué tengo que decidir? ¿Qué hay de todo esto que yo no sé?
Su madre se acercó, con una calma que contrastaba con la tormenta de emociones que la desbordaba. Estaba tan cerca que Sofía podía sentir la fría presencia de esa mujer, la que pensó que había perdido para siempre. Pero lo que le transmitía no era amor ni consuelo; era una sensación más fría, casi calculadora.
—Lo que aún no entiendes, Sofía, es que tú no eres quien crees que eres. Eres mucho más. Y ahora tienes la oportunidad de tomar tu lugar en esto. Eres la pieza que puede hacer que todo encaje, o la que puede destruirlo todo.
Las palabras de su madre se hundían en ella como una daga. ¿Qué significaba todo esto? ¿Acaso su vida, todas las decisiones que había tomado hasta ahora, las heridas, las traiciones, los amores y las pérdidas, no eran más que una ilusión? ¿Estaba en manos de algo o alguien más?
El aire en la habitación parecía volverse más denso, el silencio más pesado. Un susurro recorrió la sala, como si el tiempo mismo estuviera esperando a que Sofía hiciera su siguiente movimiento. Sin embargo, había algo que la mantenía en pie, algo que la obligaba a no rendirse.
Sofía respiró hondo. Sabía que ya no podía ignorar la magnitud de lo que se había desvelado ante ella. Ya no podía aferrarse a su antigua vida, a su antigua percepción del mundo. Cada paso que daba la acercaba más a un abismo, pero también le ofrecía una salida, una forma de tomar las riendas de su destino.
La figura de su madre estaba frente a ella, más imponente que nunca. Pero Sofía ya no sentía miedo. Estaba cansada de huir, cansada de esperar respuestas que nunca llegaban. Había algo dentro de ella que se había despertado, algo oscuro y necesario. Algo que necesitaba ser abrazado si quería sobrevivir.
Sofía se giró hacia la puerta, mirando el camino que se extendía ante ella. El futuro, antes una nebulosa incierta, ahora parecía dibujarse con contornos más definidos. No podía regresar atrás. No podía dejarse arrastrar por las mentiras, ni por la moral que tanto había defendido. Las piezas del rompecabezas estaban alineándose, y ella no podía quedarse de brazos cruzados.
—Estoy lista —dijo finalmente, su voz más firme de lo que se sentía en su interior. Era una mentira, pero era la única forma de dar el siguiente paso.
Su madre la observó, un leve destello de aprobación cruzó sus ojos.
—Sabía que lo entenderías. Ahora, ven. El camino que has elegido no es fácil, pero es el único que puede darte lo que buscas. La verdadera venganza, Sofía, solo llega cuando abrazas lo que siempre has sido.
Sofía no dijo nada más. Se giró y caminó hacia la puerta, sin mirar atrás. Ya no había tiempo para dudas, para preguntas sin respuesta. Todo lo que importaba estaba en el frente. Frente a ella se encontraba el destino que había estado buscando, y sabía que lo que estaba por venir sería aún más oscuro y peligroso de lo que jamás imaginó.
Al cruzar la puerta del almacén, Sofía dio el primer paso en un camino sin retorno. Pero en su interior, ya no había duda. Había elegido el mal, y con ello, su propia verdad.