Sofía no pudo dormir esa noche. El eco de las palabras de Ricardo resonaba en su mente, interrumpiendo cada intento de descanso. Sabía que su vida había cambiado irremediablemente en el momento en que él había vuelto a aparecer. No podía ignorarlo más, y menos ahora que sentía que el destino estaba volviendo a tejer los hilos de su historia.
Había una paz inquietante en la casa, como si el tiempo hubiera detenido su curso. Pero ella no podía permitir que nada de eso la calmara. Había algo mucho más grande en juego, y la primera jugada debía ser suya.
La mañana siguiente, mientras el sol apenas comenzaba a iluminar la ciudad, Sofía se preparaba para lo que vendría. No tenía tiempo para dudar. Las semanas que pasaron desde que comenzó a investigar lo que realmente sucedió con su hermano, lo que Ricardo le había ocultado, le daban la fuerza para seguir adelante. Sabía que no podía rendirse, no ahora.
Su oficina en el centro de la ciudad siempre había sido su refugio, el lugar donde su mente trabajaba al máximo. Allí, entre papeles y documentos, era una máquina imparable. Y hoy no iba a ser diferente. Al llegar, su asistente, Javier, la saludó como siempre, pero algo en sus ojos la hizo detenerse. No dijo nada, pero el gesto en su rostro era claro: algo estaba mal.
—¿Qué pasa? —preguntó Sofía con tono firme, sin perder el ritmo de su caminata hacia su oficina.
Javier dudó por un momento antes de hablar.
—Sofía, hay algo que tienes que ver. Llegó un paquete esta mañana. Viene de una dirección... muy conocida.
Sofía levantó la vista, su rostro inexpresivo, pero su mente ya comenzaba a hacer conexiones. La dirección. Sabía exactamente de quién podía ser. Sin decir una palabra más, se dirigió al escritorio, donde el paquete ya la esperaba. Era pequeño, pero el sobre en su exterior tenía un sello que le heló la sangre.
Lo reconoció al instante: el símbolo que Ricardo había usado en su pasado. Algo que no había visto en años, pero que jamás olvidaría. La ira volvió a invadirla, casi como una respuesta automática. Abrió el sobre con cuidado, sintiendo la mirada expectante de Javier desde la puerta.
Dentro, un único papel. Un mensaje escrito con letra mecanografiada, sin firma.
"Sabes lo que tienes que hacer. Nos veremos pronto."
Era todo. Ni más ni menos. Pero las palabras le quemaban la mente. ¿Qué significaba esto? ¿Era una amenaza o una advertencia? ¿Acaso Ricardo la estaba controlando desde las sombras?
Sofía apretó el papel con fuerza, su respiración se aceleró por un momento, pero la rabia se convirtió rápidamente en concentración. No iba a permitir que la intimidaran. Si Ricardo pensaba que podía manipularla, se equivocaba. Ya había dado el primer paso, y ella no iba a ser menos.
—¿Qué crees que significa? —le preguntó Javier, interrumpiendo sus pensamientos.
Sofía lo miró por un segundo antes de responder.
—Significa que el juego ya comenzó. Y que ahora él está en mi terreno.
Javier asintió, aunque sabía que el camino por delante no iba a ser fácil. Se acercó, observando el mensaje una vez más.
—¿Tienes algún plan? ¿Vamos a...?
Sofía levantó la mano, interrumpiéndolo. No iba a hablar aún. Necesitaba tiempo para pensar, para dar el siguiente paso con la calma necesaria. El mensaje no decía nada directo, pero era un aviso claro. Y, como siempre, Ricardo sabía cómo jugar con la mente de las personas.
En su escritorio, Sofía comenzó a abrir archivos de su investigación, repasando los detalles sobre el negocio de su hermano, las conexiones, las piezas que aún faltaban. Sabía que debía acercarse más, ser más astuta, pero también más peligrosa.
Ricardo quería que ella jugara, que cayera en su trampa. Pero Sofía no era la misma de antes. Ahora tenía un objetivo, y esa venganza no podía esperar.
De repente, un mensaje apareció en su pantalla. Era de un número desconocido. La sensación de que todo estaba por explotar la hizo dudar por un segundo. Sin embargo, el texto era breve y directo.
"Sé que te has metido demasiado. No es tarde para dejarlo. Pero si sigues adelante, no habrá vuelta atrás."
La amenaza estaba clara, pero Sofía no retrocedería. El juego no iba a terminar tan rápido. Sin pensarlo, contestó al mensaje con un solo texto.
"No estoy aquí para detenerme. Que empiece."