Sombras del Corazón

CAPITULO 2: DESTINOS ENTRECRUZADOS

La luz matinal entra por las cortinas de la habitación de Lucía, despertándola suavemente. A pesar de su conversación con Alejandro la noche anterior, siente una mezcla de confusión y esperanza. Se sienta en la cama, el violín aún descansando en la silla junto a la ventana. Por un momento, su mente divaga, pensando en el joven doctor que la había acompañado a casa.

Lucía: "No puedo permitirme pensar en él... No con lo que está pasando."

Se levanta y se prepara para un día más en el pueblo, intentando ignorar la creciente fatiga que siente en su cuerpo. Después de vestirse, baja a la cocina donde su madre, Isabel, está preparando el desayuno. La radio en la esquina reproduce una canción suave.

Isabel: "Buenos días, querida. ¿Cómo te sientes hoy?"

Lucía: "Estoy bien, mamá. Solo un poco cansada."

Isabel la observa con detenimiento, notando las ojeras bajo los ojos de su hija.

Isabel: "Deberías descansar más, Lucía. Sabes que no puedes seguir exigiéndote tanto."

Lucía: "Lo sé, pero la música me da fuerzas. No te preocupes por mí."

Más tarde, Lucía decide ir a la playa para despejar su mente. Se sienta en la arena, observando cómo las olas vienen y van. Saca un pequeño cuaderno de su bolso y comienza a escribir algunas notas musicales, buscando inspiración. De repente, una voz conocida interrumpe sus pensamientos.

Alejandro: "¡Hola, Lucía! No esperaba encontrarte aquí."

Lucía levanta la vista sorprendida y ve a Alejandro acercándose con una sonrisa amigable.

Lucía: "Hola, Alejandro. ¿Qué haces por aquí?"

Alejandro: "Vine a dar un paseo. Este lugar es perfecto para aclarar la mente. ¿Y tú? ¿Estás componiendo?"

Lucía asiente, aunque cierra su cuaderno discretamente.

Lucía: "Sí, la playa me inspira. ¿Y cómo va tu primer día en el hospital?"

Alejandro: "Ha sido tranquilo, lo cual es bueno. Pero me sigue sorprendiendo lo pequeño que es este lugar."

Lucía: "San Gabriel es un pueblo que guarda sus secretos. Puede parecer tranquilo, pero aquí también pasan cosas importantes."

Alejandro la mira con curiosidad, sintiendo que hay mucho más detrás de las palabras de Lucía.

Alejandro: "Parece que hablas por experiencia. ¿Algo que debería saber?"

Lucía baja la mirada, evitando su pregunta.

Lucía: "Digamos que todos aquí tenemos nuestras historias. Algunas más complicadas que otras."

Alejandro percibe la evasión en su respuesta, pero decide no presionar. En lugar de eso, cambia de tema.

Alejandro: "Bueno, si algún día necesitas alguien con quien hablar o simplemente alguien con quien pasear, ya sabes dónde encontrarme."

Lucía lo mira agradecida, sintiendo una calidez en su pecho que no había experimentado en mucho tiempo.

Lucía: "Gracias, Alejandro. Eres muy amable."

El viento sopla suavemente, y durante un momento, ambos se quedan en silencio, disfrutando de la compañía del otro sin necesidad de palabras.

Alejandro: "¿Qué te parece si te invito a un café? No quiero que pienses que soy un acosador que sigue a sus pacientes por la playa."

Lucía: "No lo pensaría. Pero... creo que sí me vendría bien un café."

Se levantan y comienzan a caminar hacia una pequeña cafetería en el malecón. Durante el trayecto, conversan sobre temas ligeros: el tiempo, la música, y las anécdotas de Alejandro como médico. Sin embargo, cada vez que él intenta profundizar en la vida de Lucía, ella cambia sutilmente de tema.

Al llegar a la cafetería, se sientan en una mesa junto a la ventana con vista al mar. Ana, la dueña de la cafetería, los saluda con entusiasmo.

Ana: "¡Lucía! ¡Qué gusto verte! ¿Lo de siempre?"

Lucía: "Sí, por favor. Y para mi amigo, un café también."

Alejandro: "Un café negro, por favor. Gracias."

Mientras esperan, Alejandro no puede evitar preguntar lo que ha estado en su mente desde que la conoció.

Alejandro: "Lucía, sé que es pronto y puede que me esté metiendo donde no me llaman, pero... ¿estás bien? Anoche parecías agotada, y hoy también. Si hay algo que pueda hacer..."

Lucía lo mira fijamente, considerando sus palabras antes de responder.

Lucía: "Aprecio tu preocupación, Alejandro. Pero hay cosas que son complicadas. No es algo que pueda resolverse fácilmente."

Alejandro: "Entiendo. Solo quiero que sepas que puedes confiar en mí, aunque apenas nos conocemos."

Lucía: (sonriendo con tristeza) "Gracias, Alejandro. Eso significa mucho."




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