sombras del corazon

El Umbral de las Sombras

El aire era frío y cortante cuando Violet McAllister llegó a las puertas de la mansión Campbell. El carruaje que la había llevado desde la estación se detuvo con un crujido, y el conductor, sin decir ninguna palabra, abrió la puerta y señaló hacia adelante. Violet ha se bajó cuidadosamente, ajustándose el abrigo mientras observaba la imponente estructura que se alzaba ante ella. La mansión parecía devorar la luz del día, sumida en una sombra perpetua, como si el propio tiempo hubiera decidido abandonarla.

Las puertas de hierro forjado emitieron un leve chirrido cuando ella empujó, y su corazón latió con fuerza al cruzar el umbral. A medida que avanzaba por el sendero de piedras, la niebla se arremolinaba a su alrededor, como si intentara envolverla en sus secretos. Podía sentir la historia de aquel lugar, susurrando en cada rincón, en cada árbol retorcido que la rodeaba.

Dentro de la mansión, el aire era pesado, cargado de un aroma antiguo a madera y polvo. Violet recorrió el vestíbulo, sus pasos resonando en el silencio. Las paredes estaban adornadas con retratos de generaciones pasadas, sus ojos aparentemente vivos, vigilándola con una mezcla de juicio y curiosidad. Una inquietud se apoderó de ella, pero no se detuvo. Sabía que estaba aquí por una razón, aunque todavía no entendía cuál.

Y entonces lo vio. Al final del vestíbulo, junto a una ventana que daba al jardín cubierto de niebla, estaba Ross Campbell. Su figura era alta y sólida, como una sombra hecha carne. Cuando se volvió hacia ella, sus ojos se encontraron, y Violet sintió que el aire en sus pulmones se detenía. Había algo en él—una mezcla de peligro y magnetismo—que la desarmó por completo.

"Señorita McAllister," dijo Ross con voz baja y profunda. "Hemos estado esperándola."

Violet quiso responder, pero las palabras parecían haberse evaporado. Apenas podía procesar la presencia de este hombre y la sensación abrumadora de que algo estaba a punto de cambiar. Algo que no podría deshacer.

"¿Qué pasa? ¿Se te comieron la lengua los ratones?" dijo Ross, con una sonrisa que mezclaba arrogancia y curiosidad, su tono suave pero firme.

Violet sintió cómo un leve calor subía a sus mejillas. "Perdón, es que me asusté un poco. Pensé que eras... un fantasma," respondió, aun mirando a Ross con cierta cautela.

Él arqueó una ceja, divertido. "¿Un fantasma? ¿Me ves tan aterrador?" dijo, inclinándose levemente hacia adelante, su voz teñida de coquetería.

Violet soltó una pequeña risa nerviosa. "Con esa piel pálida y esa mirada penetrante, diría que sí. Aunque... un fantasma bastante presumido."

Ross dejó escapar una breve carcajada, un sonido grave y sincero que resonó en el vestíbulo. "Bueno, supongo que podría ser peor. No todos los días me confunden con un espectro... aunque quizás tenga más en común con uno de lo que crees," respondió con un destello en los ojos que la dejó intrigada.

Violet se permitió relajar los hombros mientras una sonrisa tímida cruzaba su rostro. Había algo desconcertante en Ross, pero también intrigante. Antes de que pudiera decir algo más, el sonido de un reloj antiguo resonó en las paredes del vestíbulo, marcando el paso del tiempo con un eco profundo.

"Supongo que no tendrás miedo de las demás cosas que habitan esta casa," dijo Ross, mientras hacía un leve gesto hacia las escaleras que se curvaban hacia el piso superior.

Violet frunció el ceño, fingiendo calma. "No tengo miedo... al menos, no todavía," respondió, mientras sus ojos exploraban cada rincón del lugar. Las paredes parecían susurrar historias, como si cada grieta en la madera guardara un secreto.

Ross cruzó los brazos y se apoyó en la barandilla, observándola con una intensidad casi eléctrica. "Dicen que la mansión tiene un corazón propio. Late con los secretos de aquellos que alguna vez intentaron descubrir la verdad. Algunos lo lograron, otros… bueno, digamos que sus nombres quedaron olvidados."

"¿Y tú? ¿Sabes la verdad, Ross Campbell?" Violet levantó la barbilla, desafiándolo con la mirada. Sabía que este hombre era una pieza clave, pero no entendía aún si era su aliado, su enemigo, o algo en medio.

Ross la observó durante un largo momento antes de responder. "A veces, conocer la verdad no es suficiente. Es lo que haces con ella lo que realmente importa." Su voz era apenas un murmullo, pero cada palabra se sentía como un golpe.

El silencio que siguió entre ellos estaba cargado de algo indescriptible, una mezcla de tensión, atracción y peligro. Pero antes de que Violet pudiera ahondar más, un crujido proveniente de las sombras interrumpió sus pensamientos, y ambos giraron hacia el sonido.

Violet se detuvo, su mirada fija en las sombras que parecían moverse en el rincón más oscuro del pasillo. "¿Quién está ahí?" preguntó, con voz apenas audible pero cargada de intriga, mientras sus pies la llevaban lentamente hacia el lugar.

De repente, una mano firme tocó su hombro, arrancándole un pequeño sobresalto.Violet giró sobre sus talones y se encontró con Ross, su mirada profunda y desconcertante iluminada por el tenue brillo de una lámpara cercana.

"Ven, voy a terminar de mostrarte la mansión," dijo Ross con voz tranquila, aunque un leve rastro de diversión jugaba en sus labios.

Violet asintió sin decir palabra, aún sintiendo la sombra de su inquietud mientras subían las escaleras. Ross le iba mostrando las habitaciones del piso superior: unas austeras, otras desbordantes de opulencia, todas cargadas de historias que parecían susurrar desde las paredes. Pero cuando llegaron a un pasillo largo y oscuro, algo en él capturó la atención de Violet como un imán irresistible.

Ross, al notar que Violet ya no estaba a su lado, se giró y la encontró inmóvil frente a una puerta al final del pasillo. La madera antigua estaba desgastada, y una sensación inquietante parecía emanar de su marco.

"¿Qué estás haciendo ahí?" preguntó Ross, su voz firme pero contenida.




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