La mansión parecía respirar en la oscuridad de la noche. Violet se sentó en su cama, su mente atrapada entre los recuerdos de su pasado y las extrañas interacciones del día. Los muros de la habitación parecían susurrar, resonando con historias que no eran suyas pero que sentía como ecos familiares.
Al cerrar los ojos para descansar, un leve sonido se filtró en el ambiente, como el crujido de madera al ser pisada. Violet abrió los ojos de golpe, su corazón latiendo con fuerza mientras el eco del ruido se repetía en el pasillo. La sensación de estar vigilada la invadió, y supo que quedarse en silencio no era una opción. Decidió levantarse, abrir la puerta y enfrentar los misterios que la mansión parecía guardar en su interior.
Esa noche, después de acompañar a Violet a su habitación, Ross regresó al vestíbulo. El eco de sus pasos resonó en la vasta mansión, y el aire parecía más pesado de lo habitual. Algo en la interacción con Marcus lo había dejado inquieto. Su mandíbula se tensó mientras sus pensamientos giraban alrededor de los secretos que guardaba esa casa, secretos que Violet aún no conocía.
Mientras tanto, en la seguridad de su cuarto, Violet intentaba encontrar consuelo, pero el eco de los crujidos y los susurros parecía intensificarse. Miró hacia la mesita donde descansaba el plato de comida que Ross le había traído. Apreciaba el gesto, pero algo en la manera de actuar de Ross en ese momento, y en la forma abrupta en que Marcus se había ido, le dejó una sensación de que algo importante le estaban ocultando.
De pronto, un sonido sordo rompió el silencio: provenía de algún lugar en el piso inferior. Era un golpe seco, como si algo hubiera caído o alguien estuviera moviendo algo pesado. Violet sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que Ross estaba despierto, pero también sabía que Marcus ya había dejado la casa, así que… ¿quién o qué podía haber hecho ese ruido?
Tomó coraje y abrió la puerta, mirando hacia el pasillo. Las sombras bailaban con las pequeñas luces que iluminaban las paredes, y el sonido, aunque ahora más tenue, persistía. Decidida, comenzó a bajar las escaleras.
Cuando llegó al vestíbulo, vio a Ross al final del corredor, parado frente a una puerta ligeramente entreabierta que nunca antes había notado. La escena le resultó desconcertante. Ross, quien generalmente mantenía una postura tranquila, parecía nervioso, sus manos apretadas en los costados y su mirada fija en la oscuridad detrás de la puerta.
"Ross," lo llamó Violet en voz baja. Él giró rápidamente, como si no esperara verla allí.
"Violet, vuelve a tu habitación," dijo él de inmediato, su voz sonaba más firme de lo usual, casi autoritaria.
"¿Qué está pasando? ¿Por qué estás aquí, frente a esa puerta?" preguntó ella, sus ojos viajando al espacio oscuro detrás de Ross.
"No es nada," respondió él rápidamente, pero su tono no lograba sonar convincente.
Antes de que Violet pudiera replicar, un ruido proveniente de la habitación tras la puerta los interrumpió. Era un sonido bajo y gutural, algo que hizo que el vello de la nuca de Violet se erizara. Ross apretó la mandíbula y, sin mirarla, empujó la puerta para cerrarla completamente.
"Por favor, vuelve a tu cuarto, Violet," insistió, su mirada oscura clavándose en ella. Pero Violet no podía ignorar lo que había oído, ni el hecho de que la expresión de Ross decía más de lo que sus palabras admitían. Violet retrocedió un paso, su corazón latiendo con fuerza. La mirada intensa de Ross no hacía más que aumentar su curiosidad, pero también su inquietud. Sabía que él le estaba ocultando algo, y aunque sus instintos le pedían que insistiera, decidió no presionarlo… por ahora.
Ross, al verla apartarse, suspiró aliviado, aunque su rostro no perdió la dureza. "Es tarde. Descansa, Violet," dijo antes de girarse y desaparecer en la penumbra del pasillo, llevándose consigo un secreto que parecía envolver la mansión en un manto aún más denso de misterio.
Violet regresó a su habitación, pero la calma la eludía. Sentía que los ecos de la mansión, esos susurros casi imperceptibles, la llamaban. Se sentó en el borde de su cama y miró hacia la ventana. La luna iluminaba tenuemente el jardín, y algo en la forma en que las sombras jugaban entre los árboles captó su atención.
Un destello. Breve, pero indudable. Algo o alguien se movía afuera.
La duda la mantuvo congelada por unos instantes, pero pronto se armó de valor. Se envolvió en una chaqueta y, con la linterna de su teléfono en mano, salió al jardín. El aire estaba frío, y las hojas susurraban al viento, como si quisieran advertirle de algo. Avanzó con pasos cautelosos hacia el lugar donde había visto el destello.
Cerca del viejo invernadero, encontró algo inesperado: una pequeña caja de madera apoyada en el suelo, parcialmente cubierta por hojas secas. Violet se inclinó y la recogió. La madera estaba tallada con un patrón intrincado que le resultaba vagamente familiar. Al abrirla, encontró dentro una llave antigua y un papel doblado con las palabras: "Todo comienza con la verdad".
Un escalofrío recorrió su espalda. Miró a su alrededor, esperando encontrar a alguien cerca, pero estaba completamente sola. ¿Quién había dejado esa caja? ¿Y qué puerta abría esa llave?
Al regresar a la mansión, se encontró con Ross en el vestíbulo. Su rostro se endureció al ver lo que ella tenía en las manos. "¿Dónde encontraste eso?" preguntó, su tono más demandante de lo que Violet había escuchado antes.
"En el jardín," respondió ella con cautela. "¿Qué significa esto, Ross? ¿Por qué parece que todo en esta casa tiene un secreto?"
Ross apretó los puños y cerró los ojos por un momento, como si tratara de encontrar las palabras adecuadas. "Violet, hay cosas que… es mejor no desenterrar," dijo con voz grave. Pero su mirada, llena de preocupación, dejó claro que lo que había encontrado no era algo menor.
Violet lo miró fijamente. "Yo merezco saber la verdad, Ross. Esta casa, esta llave… todo parece rodeado de un pasado que todos intentan ocultarme. Pero ya no quiero vivir entre sombras."