Sombras del Destino

Capítulo Uno: limbo


Limbo
 


 

Calma, es lo unico que siento, todo permanece monotono como si existiera y a la vez no. 
 


 

No sé dónde estoy, ni si respiro, ni si tengo pulso, ni si mi piel está fría, ni si mi corazón sigue latiendo o no. ¿Morí? ¿Quién era? ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Cómo me veo? Una tras otra, las preguntas me atormentan como si tuviera miles de voces, como si nunca hubiera hablado y de repente tuviera el don de hacerlo y lo retenido por tanto tiempo saliera en estampidas de hojas filosas que me hacen sentir como si solo yo estuviera aquí.
 


 

Pero todo se detiene tan abruptamente que ni siquiera m... e doy cuenta de que dejé de escuchar todas esas voces, o quizás solo era una. De todos modos, deja de importar porque un hormigueo que proviene desde el centro de mi corazón o alma, no estoy segura, comienza a quemar y duele tanto que si pudiera sentir algo más aparte de aquel hormigueo, trataría de arrancarlo sin importar que me desgarrara a mí misma para sacar ese doloroso ardor que me va consumiendo gradualmente, como si intentara llegar a algún lugar, como si tuviera un propósito, como si quisiera que yo hiciera algo, como... como si intentara cambiar algo, como si intentara purificar algo.
 


 

Y entonces logro escuchar una voz, una voz tan hipnótica, una voz que conozco bien aunque en realidad no tenga idea de quién sea, y una palabra me atraviesa: "mamá". Mi madre, es la voz de mi madre, pero ¿tengo una siquiera? ¿Cómo era? ¿Me amará? Sin embargo, antes de que los pensamientos me avasallen de nuevo, la voz de antes vuelve a sonar en mi cabeza, pero ahora más demandante, exigiéndome algo, solo que lo único que logro entender por toda la bruma que siento en mi cabeza es mi nombre, llamándome, produciendo que me quiera acercar, y cuando lo intento, cuando quiero encontrar esa voz, todo comienza de nuevo, como si de un ciclo tortuoso se tratara, decidido a enloquecerme, si es que no lo estoy ya.
 


 

Aquella voz tan melódica e hipnotizante se comienza a transformar y partir en varias voces iguales, todas llamándome, unas con miedo, otras de forma amorosa, quizá algunas más rápidas al decir mi nombre y otras más lentas, como si disfrutaran las sílabas de mi nombre en su boca, otras simplemente felices o neutrales, como si carecieran de emociones, pero solo una persiste, ahí, como tratando de huir de mí, queriendo esconderse entre tantas voces y matices, para que no la alcance, y trato de seguirla, porque algo, de algún modo, sé que debo encontrarla, aunque no sepa por qué o para qué, así que me enfoco en ello, me enfoco en aquella voz, y por más escurridiza que sea, decido que soy más rápida que ella y me lanzo a atraparla, como si de mi vida dependiera de ello, porque de algún modo puede ser así.
 


 

Cuando por fin logro envolverla o alcanzarla, descubro que en realidad era mi propia voz, y me encuentro en el inicio otra vez, porque desaparece, y junto con mi voz desaparecen el resto, otra vez encontrándome sola, nuevamente todo en calma, pero algo no se siente como antes, y no me equivoco, pues cuando intento saber dónde estoy, nuevamente algo me impulsa y siento como si yo no me encontrara en mi ser, como si todo se quedara en blanco, y es ahí cuando la escucho, sí, son susurros ininteligibles, pero la escucho, y eso es lo único que importa, pues ya no estoy tan sola, y ese pensamiento es lo que me hace darme cuenta de que en realidad nunca estuve sola, solo no la escuchaba, solo no la veía, y ella me llama otra vez.
 


 

De algún modo, se siente como si por fin tuviera forma, como si de alguna manera supiera quién soy, porque entonces siento mis pies, mi piel, mis manos, mi pelo que llega hasta la cintura y agua. Siento agua debajo de mis pies, como si pisara pequeñas piedrecillas circulares, y me muevo. Me muevo en una dirección desconocida, simplemente siento que debo ir allí porque ahí encontraré respuestas. Así que camino durante minutos, quizás horas o tal vez dias o meses, y entonces comienzo a perder la esperanza. 
 


 

Comienzo a sentirme perdida, como si ya no supiera qué estaba haciendo, porque aquí no hay viento, no hay luz y todo es penumbras, excepto por esas piedrecillas que de alguna manera son las únicas que no son oscuridad. Y cuando quiero desistir, porque siento que estoy cansada y mi cuerpo pesa, porque hasta los dedos de mis pies se sienten adormecidos, llego. Llego a algún lugar y lo único que hay es un espejo. Temerosa de ver qué era, me acerco a su marco largo y ovalado, con remolinos y picos fluidos que parecen de cristal, solo que era un cristal que trataba de absorber la luz que quedaba. Y cuando me decido por fin a mirar el reflejo, encuentro una mujer cuyo rostro parece tener brillo propio. Así que la comienzo a analizar, comenzando por los labios rosados, casi rojos, carnosos y tersos, encontrándome con una nariz refinada y sencilla, junto con unas mejillas sonrojadas por su blanco tono de piel, y finalmente sus ojos. Esos ojos ligeramente rasgados que parecen ocultar algo y que te incitan a descubrirlo, y que son adornados por unas espesas pestañas. Logrando que todos estos rasgos tan femeninos, como afilados y reselosos, le dieran forma a una criatura hermosa que emanaba por sí sola sensualidad, deseo y poder, sobre todo poder. Cuando termino de observarla, ella me habla: "Despierta", dice demandante. "Despierta y cumple tu destino", me repite una y otra vez. "¡Pero cuál es mi destino, quién soy!" le pregunto ya exaltada y harta de esta especie de limbo. 
 


 

Entonces ella frunce el ceño y me extiende su mano, sacándola del espejo, haciendo que su movimiento provoque ondas en el reflejo, como si estuviera hecho de agua. Y aunque temerosa, me acerco poco a poco, extendiéndole la mía. 
 


 




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