Sombras del Destino

Capitulo Seis:Barden

Barden
 


El viento me golpea en la cara y siento cómo atraviesa mi pelaje. La tierra bajo mis patas se hunde, y las ramas secas que encuentro se quiebran mientras paso, evitando las gruesas ramas y los árboles con raíces prominentes. Mi respiración está acelerada, al igual que mis latidos, mientras atravieso los kilómetros que faltan para llegar a los territorios templados de Barden, la capital de Losnia. Escucho a los animales sumidos en la caza o simplemente rondando, buscando algo con qué entretenerse.

Mientras tanto miro con el rabillo y a mis espaldas intentando seguir mi paso, se encuentra Dorian, igual de cansado que yo, por haber corrido durante un día sin parar, y unos metros más atrás está Caly, junto a tres soldados de su división.

El resto de los integrantes de la caravana se quedaron a unas 9 horas de distancia, ya que deben transportar todo el cargamento pesado y las armaduras en las carretas. Solo necesitábamos a seis para informar al Alfa de la situación, y eso decidimos hacer, ya que para cuando la caravana llegue, la capital estará al tanto y pondrá en marcha grupos de investigación.

Como no podía dejar la caravana sola, Zade se quedó dirigiéndola, siguiendo mis claras indicaciones de que se apresuraran tanto como pudieran, puesto que ellos seguían fuera de nuestro territorio y las cosas se estaban complicando. Para satisfacción nuestra a menos de 60 metros logro divisar las imponentes murallas que rodean a Barden y acelerando el paso le informo al resto, mediante el vínculo que conservamos, lo que he visto, entonces ellos también se ponen ansiosos por llegar y en poco menos de 5 minutos nos encontramos cruzando las puertas de la ciudad que nos vio crecer.

Al llegar, cruzamos las pintorescas calles con puestos de venta cerrados, dado que aún es de madrugada. Avanzamos un poco más hasta la plaza, donde nos detenemos para retomar un poco de aire.

Los guardias de turno me reconocen por mi olor, incluso en mi forma de lobo, y les indico mediante el vínculo que le avisen al Alfa de mi llegada. Uno de ellos avanza rápidamente dentro del castillo para informar de mi llegada.

Aprovecho esos minutos para entrar al castillo lentamente, pensando cómo informarle al Alfa sobre lo que vivimos en Greenferd. Al cruzar las elegantes puertas de madera con acabados dorados, me transformo, doblando mis huesos y reacomodándolos para tomar mi aspecto humano. Detrás de mí, veo a Dorian y Cali ya transformados, y a mi costado están Luca y Lucien, los gemelos rubios de ojos avellana, escuderos de Cali y Dorian.

Las mucamas nos ofrecen unas túnicas para cubrirnos y no pasan desapercibidas las miradas coquetas que nos dan, pasando sus ojos disimuladamente por mi torso. Para su decepción, no logran mirar más, pues paso los brazos por la túnica y me la coloco rápidamente, pasando por su lado de manera apresurada, pues mi objetivo en este momento es tener una audiencia con el Alfa.

Hablando del Alfa Reigan, él aparece por las puertas de madera con una loba enganchada a su brazo y su típica sonrisa arrogante. Su apariencia, con su pelo rojizo desordenado y su bata de lino color ocre medio abierta, me indica que he interrumpido una de sus noches acaloradas con sus sumisas, lobas o lobos que voluntariamente se ocupan de mantener satisfechos todos los deseos carnales de los ocupantes de altos rangos dentro de la corte, que no han encontrado a su pareja o la han perdido.

A pesar de haberlo interrumpido, no recibo miradas acusatorias de su parte, sino todo lo contrario. Se desengancha del brazo de la loba y se me acerca dándome una palmada en la espalda. -Hasta que por fin llegas, Nikholas-, dice de manera alegre. -No me malinterpretes, hijo, pero ¿a qué se debe tu repentina llegada? –

-Señor...-

-Muchacho, si bien no eres hijo de mi sangre, yo te críe igual que a mi difunto heredero. Sabes que me puedes tratar como a un padre-, me interrumpe como es costumbre cuando lo llamo en tono formal, y aunque me crio como a un hijo desde que me uní a la guardia real, no puedo pasar por alto el respeto que le debo por esa misma razón.

-Alfa Reigan-, digo con un tono frío, mostrando que el asunto es de seriedad. Lo que debo decirle debe ser tratado a puerta cerrada-. Es ahí cuando su expresión cambia drásticamente, remplazando su semblante simpático por uno correspondiente a su cargo.

-Pasa, el estudio está más cerca-, asiente, y lo sigo por los pasillos en los que crecí, seguido del grupo con el que vine acompañado.

Al llegar, Reigan abre las purtas de madera oscura, tan características de este lugar adornadas con el mismo estilo rustico y elegante que conserva todo el castillo, al abrirlas producen un chirrido que no causa molestia sino que demuestra lo antiguas que son, y cuando están completamente abiertas estas revelan que en su interior se encuentra una habitación con estanterías repletas de libros que guardan la historia de las razas y que dentro de sus viejas y polvorientas paginas albergan las estrategias y memorias de cada alfa que ha gobernado nuestras tierras.

A pesar de lo imponentes que son, mi intención en estos momentos no es perderme dentro de ese paraíso. Detrás de mí, veo cómo ingresan Cali, seguida de Dorian, y los gemelos cierran las puertas tras de nosotros con un sonido sordo.

-Bueno, ahora sí, cuéntame qué sucedió-, dice Reigan tomando asiento detrás de la mesa de roble negro, sobre la que se encuentran papeles acumulados.

-Cuando llegamos a Greenferd, los demonios atacaron. En su mayoría, eran demonios de categoría inferior, nada por lo cual debíamos preocuparnos-, empiezo relatándole todo lo que recuerdo. -La pelea inició y todo estaba tal cual lo habíamos previsto, pero a mitad de la lucha, el ambiente cambió drásticamente y la oscuridad se cernió sobre nosotros. Desde ese momento, tuve un mal presentimiento, pero lo ignoré y decidí adentrarme en el corazón de lo que parecía era una tormenta que nos había envuelto. Después de eso, mis recuerdos volvieron gradualmente durante el camino de regreso y aun así siguen difusos-, indico con la cabeza a Dorian que siga.




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