Capítulo 1 – Marcas del Destino
La lluvia no cesaba.
Moscú se vestía de gris, como si el cielo compartiera el mismo desdén que sus habitantes por los cuentos de hadas y los finales felices. La ciudad era un tablero de ajedrez manchado de sangre, donde cada pieza movida costaba una vida, y cada jugada se pagaba con traición.
Irina Romanova caminaba como una sombra entre los edificios. El ruido de sus pasos apenas se distinguía sobre el repiqueteo constante del agua contra los adoquines.
Bajo la capucha de su abrigo negro, sus ojos ámbar escaneaban el callejón. No era miedo lo que sentía.
Era instinto. En su mundo, confiar en el silencio era firmar tu sentencia de muerte. En su cintura, la pistola con silenciador estaba lista. Siempre lo estaba.
Aquella noche tenía un propósito: eliminar a un informante de los Volchya, que se había infiltrado entre los Krov. Una traición de ese tipo no se perdonaba. No en su mundo.
Al llegar a una puerta metálica oxidada, Irina se detuvo. El hedor a humedad y gasolina colgaba en el aire. Iba a entrar cuando sintió una presión firme en su hombro. En un reflejo entrenado, giró, levantando el arma… pero no disparó.
Los ojos grises que la observaban desde las sombras no eran desconocidos.
—Volkov… —murmuró con veneno en la voz.
—Romanova —respondió él, su tono bajo, como un lobo antes de atacar.
El contacto entre ellos había sido breve. Un simple agarre. Pero el calor que recorrió sus cuerpos fue antinatural. Ardiente. Doloroso, incluso Excitante.
Ambos retrocedieron, y fue entonces cuando lo vieron.
Letras. Nombres. Apareciendo en la piel como cicatrices recién abiertas.
—Nikolai Volkov, decía el brazo de Irina.
—Irina Romanova, mostraba el de Nikolai.
El silencio que siguió no fue de sorpresa, sino de negación.
—Esto no puede estar pasando —Irina bajó la mirada, con los ojos muy abiertos, luego lo fulminó con una mirada asesina—. Tiene que ser una maldita broma del destino.
—El destino no hace bromas. Solo cobra caro y tiene un retorcido sentido del humor.—respondió Nikolai con una sonrisa torcida.
—¿Crees que esto cambia algo? Eres un Volchya. Tu familia asesinó a mi mentor. Tú tomaste su cabeza como trofeo.
—Y tú te ganaste tu apodo degollando a dos de mis hombres con un cuchillo de cocina. Estamos a mano.
—respondió él, sin perder su sonrisa, pero con un filo en la voz.
Las sirenas rompieron el momento como un trueno. Luz azul y roja pintó las paredes húmedas del callejón.
Ambos se giraron al unísono. Un segundo de duda. Un enemigo de frente. Pero también, un nombre escrito en la piel.
—Tenemos que irnos —dijo Nikolai, guardando su arma sin apartarle la vista.
—¿Tenemos? —Irina lo miró con asco.
—Quieras o no, estamos vinculados. Si nos atrapan juntos, será nuestra ejecución. Por los Krov. Por los Volchya. Por todos.
El odio palpitaba en el pecho de Irina, pero el instinto de supervivencia fue más fuerte. Asintió con un gesto breve.
Y se empezaron a correr directamente a los oscuros callejones de Moscú.
Como sombras perdidas entre las grietas de una ciudad que no perdona. Como enemigos que habían sido elegidos por un poder antiguo, cruel e invisible. Como almas marcadas por un destino que ninguno deseaba, pero que ya no podían negar.
Irina no miró atrás. Pero tampoco dejó de pensar.
¿Qué ocurre cuando tu peor enemigo lleva tu nombre tatuado en la piel de su alma?
La guerra apenas comenzaba.
¿Que les pareció el primer capítulo?
Están listos para una historia llena de balas, sangre, secretos sin resolver y con el destino en contra?
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Editado: 26.06.2025