Sombras Del Destino

Capitulo 05—Alianza Toxica

Capítulo 5 – Alianza Tóxica

Punto de vista: Irina Romanova

El aire del callejón era denso, cargado de vapor y el hedor agrio de basura en descomposición.

El humo de la explosión todavía flotaba como una neblina sucia entre los edificios estrechos, creando una atmósfera opresiva.

La lluvia se había transformado en una llovizna persistente, delgada como hilos de seda helada que se pegaban al rostro, mezclándose con el sudor frío que cubría la piel de Irina.

Se apoyó contra una pared húmeda de ladrillo ennegrecido, jadeando.

Sus pulmones ardían como si hubieran respirado fuego.

Cada músculo de su cuerpo gritaba en protesta, y aun así, la adrenalina la mantenía firme.

La pistola seguía en su mano, lista, temblando apenas.

"El tatuaje ardía."

—“Nikolai Volkov”.

El nombre seguía allí, trazado en su antebrazo con líneas oscuras y firmes.

Era como si estuviera tatuado con fuego.

Mierda —murmuró, apretando los dientes. Quiso arrancárselo, borrarlo, como si al hacerlo pudiera anular el vínculo.

Pero no se podía.

Entonces lo vio.

Surgiendo entre la cortina de humo como un espectro.

"Nikolai"

Su silueta alta, recortada contra las luces intermitentes de una patrulla a lo lejos. Cojeaba ligeramente, y su camisa estaba desgarrada, manchada de sangre y hollín.

Pero sus ojos grises... seguían igual.

"Penetrantes. Inquebrantables."

¿Te perdiste de algo? —bromeó con una sonrisa torcida, aunque su voz arrastraba el cansancio de una batalla vivida.

Irina levantó la pistola con firmeza. Lo apuntó directo al pecho.

"Él no retrocedió."

¿Por qué no te dejé morir ahí dentro?

Porque algo dentro de ti —dijo él, dando un paso, como si desafiara la muerte— ya sabe que esto va más allá del odio.

Ella apretó los labios, sus ojos llameando de furia.

Yo no creo en cuentos de hadas. Y mucho menos con criminales.

—¿Y tú qué eres, Irina? —preguntó con esa voz profunda que le erizaba la piel, no por placer, sino por el peligro implícito.

Antes de que pudiera responder, un rugido metálico los interrumpió.

Un coche negro derrapó en la entrada del callejón.

Los faros los cegaron momentáneamente. Luego, los disparos comenzaron. Uno impactó cerca de su pie, otro reventó una botella a su lado.

Ambos se lanzaron tras un contenedor oxidado. El metal vibró con el impacto de las balas. El hedor a orina y óxido quemado solo aumentaba la tensión.

—¿Tuyos? —preguntó ella.

—No. Y eso es un problema.

Ella chasqueó la lengua con rabia contenida. Estaba atrapada.

"Como un animal enjaulado, pero con su peor enemigo al lado."

—¡No tenemos tiempo para esto! —gritó él mientras recargaba el arma con rapidez letal.

—Entonces dime, ¿a dónde demonios vamos ahora?

—A mi guarida

—¿Guarida? ¿Qué eres, un maldito lobo de cuentos? —replicó ella, casi riendo por el absurdo.

—Si lo prefieres, también tengo un sótano secreto. Muy acogedor.

"Ella dudó."

Cada segundo que pasaba allí era una invitación a morir. Las balas seguían rebotando, los gritos se acercaban.

—Solo hasta que encuentre una forma de romper este maldito vínculo —gruñó finalmente.

Ambos salieron corriendo, sus pasos sincronizados como si siempre hubieran huido juntos.

La lluvia les calaba hasta los huesos, las luces parpadeaban entre los edificios decadentes de Moscú.

Eran dos sombras confundiéndose con la ciudad.

Y aunque lo odiara con todo su ser, Irina sabía algo con certeza:

"El destino acababa de ponerles una bomba entre las manos, y tendrían que decidir juntos si desactivarla… o hacerla estallar."




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