Capítulo 7 – El Lobo observa
Nikolai permaneció en las sombras, inmóvil, mientras el cuerpo del último asesino caía al suelo con un golpe sordo.
La lluvia se mezclaba con la sangre, creando pequeños riachuelos oscuros entre los adoquines. Desde su escondite, no podía apartar la mirada de ella.
Irina Romanova.
No solo era letal, era precisa.
"Fría"
"Eficiente"
Como una máquina de matar diseñada por el mismo infierno.
Pero lo que más lo perturbaba no era su capacidad… era la furia contenida que ardía en cada uno de sus movimientos.
No era sólo supervivencia. Era un mensaje. Una advertencia.
Se limpió el rostro mojado con la manga, sin dejar de observarla mientras ella revisaba los cuerpos.
No buscaba información ni huellas.
Solo se aseguraba de que estuvieran realmente muertos. Después, sin mirar atrás, se perdió entre la niebla y la lluvia.
Nikolai permaneció unos minutos más, tratando de descifrar lo que acababa de presenciar.
No porque no entendiera la escena, sino porque, por primera vez en años, sentía algo parecido al desconcierto.
—¿Qué demonios eres, Irina? —murmuró.
El camino de regreso al cuartel Volkov fue silencioso, pero su mente no lo era. Las imágenes se repetían una y otra vez.
Los movimientos de ella. Su mirada antes de irse. La rabia.
El odio. Y, por debajo de todo eso, algo más profundo… un vínculo sellado por el destino, que él no había pedido y que no podía rechazar.
Cuando cruzó la puerta principal del edificio de ladrillo rojo que servía como fachada para su organización, los guardias le abrieron paso sin pronunciar palabra.
Su rostro era una máscara de seriedad. Quien lo conocía sabía que cuando Nikolai callaba por demasiado tiempo, era porque algo importante se estaba gestando.
Cuando cruzó la puerta principal del edificio de ladrillo rojo que servía como fachada para su organización, los guardias le abrieron paso sin pronunciar palabra.
Su rostro era una máscara de seriedad. Quien lo conocía sabía que cuando Nikolai callaba por demasiado tiempo, era porque algo importante se estaba gestando.
Subió directo al piso superior, donde lo esperaba su mano derecha, Igor.
Un hombre robusto, con una cicatriz que le cruzaba la ceja derecha y ojos siempre alerta.
—¿Todo bien, jefe? —preguntó con cautela.
Nikolai se detuvo en seco. Lo miró por unos segundos y luego habló, con voz baja y firme:
—Quiero toda la información que tengamos sobre Irina Romanova.
"Todo"
Desde sus primeros años en el cartel Krov, sus misiones, sus aliados, sus debilidades. Si hay algo que no sabemos, lo averiguan. Hoy.
Igor arqueó una ceja, sorprendido, pero no discutió.
Sabía que cuando Nikolai pedía algo con ese tono, era porque el asunto iba mucho más allá de lo profesional.
—La Sombra… interesante elección de objetivo —comentó mientras se alejaba para cumplir la orden.
Ya en su despacho, Nikolai cerró la puerta y se dejó caer en el sillón de cuero oscuro.
Las gotas de lluvia aún caían de su cabello, y su chaqueta mojada manchaba el respaldo. No le importaba.
Apoyó los codos en los muslos, entrelazó los dedos y dejó que sus pensamientos se desataran sin freno.
"El destino"
Esa palabra ridícula y fantasiosa que siempre había despreciado.
Y ahora… estaba grabada en su brazo como una quemadura. Irina.
La mujer menos indicada. La enemiga jurada. La asesina de su gente. Y, sin embargo, en ese instante, era la única que latía en su piel, como si algo dentro de él la reconociera antes que la lógica pudiera entenderlo.
—Una maldita broma del universo —murmuró con amargura.
Al principio, lo único que sentía era frustración.
Ella lo irritaba. Con su arrogancia, con su mirada desafiante, con esa lengua afilada que no dudaba en escupir veneno a la mínima provocación.
Lo alteraba como nadie. Le arrancaba el control que tanto valoraba.
Pero luego… luego venía esa imagen.
Ella, empapada por la lluvia, con el cuchillo ensangrentado aún en la mano, el cabello pegado al rostro, y los ojos encendidos como los de una fiera.
"Salvaje"
"Incontenible"
"Hermosa"
Sí, hermosa.
En un sentido peligroso. Como una obra de arte tallada en acero y pólvora. Y eso lo jodía más que cualquier bala enemiga.
—No hay peor condena que desear a quien quiere matarte —susurró con una sonrisa torcida.
Pero no era sólo deseo.
Era algo más. Algo que no podía sacudirse.
Una intuición molesta de que si ella moría, algo dentro de él también lo haría. Y eso, para un hombre como Nikolai, era inaceptable.
Miró el antebrazo donde su nombre estaba tatuado con magia que no comprendía.
Y por primera vez en mucho tiempo, sintió miedo.
"No del dolor"
"No de la muerte"
Sino de lo que vendría si esa marca realmente significaba algo más profundo.
—Irina Romanova… vas a ser mi mayor guerra
—susurró, apoyando la cabeza en el respaldo, mientras la lluvia seguía golpeando la ciudad que nunca dormía.
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Editado: 24.05.2025