Capítulo 12: Fuego en la Sangre
Punto de vista: Irina
La noche envolvía Moscú en su capa helada, pero Irina solo sentía el calor abrasador del odio. Las palabras de Viktor se repetían en su cabeza como un eco maldito:
Arkadi dio la orden.
Había vuelto al cuartel general de los Krov con una calma que rayaba en la locura.
Caminaba entre pasillos de concreto reforzado, rodeada por sombras familiares, saludando con una leve inclinación de cabeza a quienes la conocían solo como La Sombra.
Su paso era sereno, preciso, como el de un lobo acechando entre la espesura. Nadie sospechaba que en su pecho se gestaba un incendio. Nadie imaginaba que estaba considerando matar a uno de los suyos.
A su “creador”.
En su habitación, silenciosa y desprovista de adornos, limpió la sangre seca de sus manos con un paño viejo.
El rojo se deshacía lentamente, pero no por remordimiento. No se sentía sucia. Se sentía viva. Por primera vez en años, tenía un propósito más allá de ejecutar órdenes. Ahora, su objetivo era Arkadi.
Durante los días siguientes, lo observó desde las sombras, como él alguna vez le enseñó. Lo vio reunirse a puertas cerradas con hombres que no reconocía, firmar documentos sin dejar copia, hacer llamadas que terminaban en cuanto alguien más se acercaba.
Los patrones eran claros. Arkadi se estaba blindando, reestructurando el cartel. Y ella no estaba incluida en ese nuevo orden.
Una noche, recostada sobre el techo del almacén principal, escuchó una conversación entre dos soldados ebrios junto a los camiones blindados:
—...dice que es demasiado peligrosa. Que ya no obedece como antes.
—¿Y tú te atreverías a levantarle la voz a esa perra?
—Yo no, pero parece que alguien lo hará en su lugar. Hay un “accidente” en camino. Limpio. Silencioso.
Irina apretó los dientes. Un temblor sutil recorrió su mandíbula, no de miedo, sino de furia contenida. Tenía que moverse rápido.
Arkadi no solo desconfiaba de ella: ya había puesto en marcha su eliminación.
Esa madrugada, encendió la vieja lámpara de su habitación.
Sobre la mesa, desplegó planos del complejo, horarios de turnos, nombres de los nuevos reclutas. Un mapa del infierno que ella conocía de memoria.
Afuera, la nieve comenzaba a caer, tiñendo el mundo de blanco, mientras su interior se oscurecía más.
Primero, los informantes. Ya tenía sus nombres, rostros y rutinas.
"Les haría visitas nocturnas"
Las sombras eran su elemento. Luego, interrogaría al contador personal de Arkadi, el mismo que le llevaba los movimientos financieros. Los números no mentían.
Ella sí sabía hacerlos hablar.
El plan tomaría tiempo.
Paciencia.
Cautela.
"Pero Irina Romanova nunca había sido impulsiva"
No cometería el error de enfrentar al monstruo sin primero cortarle las garras.
En un momento de calma, mientras afilaba sus cuchillos bajo la tenue luz amarilla, su mente divagó, solo por un segundo, hacia un par de ojos grises como tormenta.
"Nikolai"
Ese nombre seguía ardiendo en su piel, tan marcado como la tinta invisible que había revelado el destino.
Lo odiaba, o al menos eso creía. Pero su intuición —la misma que tantas veces la salvó— le susurraba que él volvería.
Que no había terminado con ella. Y lo más inquietante era que una parte de sí misma... no quería que lo hiciera.
Sacudió la cabeza. No era momento para distracciones. El amor predestinado era un cuento para niños, y ella había dejado de ser niña mucho antes de manchar sus manos por primera vez.
La caza había comenzado. Irina Romanova ya no obedecía órdenes. Ahora, ella las dictaba. Y su primera orden era simple:
"Destruye a Arkadi"
#7106 en Novela romántica
#1376 en Thriller
posesivo dominante y celoso, secretos amor y mentiras, mafia amor odio
Editado: 26.06.2025