Capítulo 15 – Sombras Bajo La Nieve
Desde el punto de vista de Irina
La nieve caía en silencio sobre Moscú, cubriendo los tejados con una capa blanca que contrastaba con la oscuridad que reinaba en el corazón de Irina Romanova.
El aire helado le cortaba la piel expuesta, pero su cuerpo no temblaba. No podía temblar. No ahora.
Caminaba por un callejón estrecho, alejado de las rutas vigiladas.
Su abrigo negro estaba manchado de sangre y ceniza, y sus pasos resonaban en la piedra mojada como martillazos.
En su mente, las palabras de Viktor, justo antes de morir, seguían repitiéndose con una intensidad enfermiza.
—Arkadi… Él dio la orden…
La traición era un veneno lento, pero en ella hervía como ácido.
Todo cobraba sentido.
Las miradas esquivas. Las órdenes contradictorias.
Las misiones cada vez más arriesgadas.
Arkadi la había estado enviando a una muerte segura, esperando que la bala viniera de un enemigo y no de su mano.
Llegó a su escondite:
una antigua armería reconvertida en búnker personal.
Cerró la puerta de acero tras ella con un golpe seco y apoyó la frente contra el metal helado.
Su respiración formaba pequeñas nubes de vapor. Tenía que pensar con claridad.
Encendió la luz roja de emergencia, la única que no delataba su ubicación, y se sentó frente a una mesa repleta de planos, notas y fotografías.
En el centro, como si fuera un objetivo marcado, estaba el rostro de Arkadi.
—Sabías lo que hacías, hijo de puta —murmuró, apretando los dientes.
La grabación del interrogatorio de Viktor se reproducía en su cabeza.
Su voz suplicante, la resistencia a hablar, la expresión de derrota antes de morir…
Le había costado arrancarle la verdad, y ahora esa verdad era un cuchillo clavado en su espalda.
Irina sacó un cuchillo de combate y lo clavó con fuerza sobre la imagen de Arkadi.
La hoja tembló ligeramente por la violencia del gesto.
Sabía que no podía actuar sin un plan.
Si algo había aprendido en esta vida, era que la venganza sin estrategia solo llevaba a una tumba prematura. Así que empezó a trazar.
Dibujó rutas de escape.
Identificó los lugares donde Arkadi podía esconderse.
Calculó los movimientos de los demás líderes de la familia Krov.
Tenía que anticiparse a cada paso, a cada traición futura.
Pero en medio del torbellino de mapas y planes, su mente volvía a Nikolai.
El Lobo.
Él también sabía algo. Había visto la duda en sus ojos, la furia contenida, el fuego.
No era un hombre fácil de leer, pero algo en él había cambiado desde que apareció su nombre en la piel de Irina.
Maldita marca.
Maldita conexión.
Cerró los ojos por un instante.
Lo odiaba.
Lo odiaba con cada fibra de su ser.
Y, sin embargo, parte de ella recordaba cómo su cuerpo reaccionó al calor de su tacto, cómo su presencia era tan peligrosa como reconfortante.
No podía permitirse flaquear. No ahora.
Con un suspiro, se levantó de golpe y se dirigió a la pared del fondo.
Allí, escondido bajo una losa de concreto, guardaba su arsenal más letal.
Sacó una escopeta recortada, cuchillas, y explosivos C4. Si Arkadi quería su cabeza, tendría que arrebatársela él mismo… pero no sin perder la suya primero.
La ciudad era un tablero de ajedrez congelado. Y ella estaba a punto de hacer su jugada.
Irina se colocó la capucha, revisó sus armas y salió nuevamente a la noche, fundiéndose entre la nieve y la oscuridad.
El invierno había comenzado. Y con él, su guerra personal.
#5705 en Novela romántica
#817 en Thriller
posesivo dominante y celoso, secretos amor y mentiras, mafia amor odio
Editado: 24.05.2025