Capítulo 22 – Sombras del Pasado
“Algunas heridas no sangran. Solo arden… en silencio.”
Noche en Moscú. La lluvia helada se mezclaba con los copos de nieve, transformando las calles en espejos resbaladizos. Irina avanzó entre las sombras de un bloque abandonado, sus pasos amortiguados por la suela de las botas empapadas. El dolor en su costado ardía con cada inhalación, pero había aprendido a ignorar las heridas que no podían matarla.
En el tercer piso, tras una puerta entreabierta, encontró su refugio: un cuarto vacío decorado con grafitis descoloridos y ventanas rotas. El mobiliario habían sido arrastrado hacía semanas. El suelo, cubierto de escombros, crujía bajo su peso. Allí, en una pequeña mesa metálica, descansaba el sobre negro que alguien había dejado… y la nota, manchada de humedad y tinta roja:
“Pronto sabrás lo que se oculta en la sangre de la Sombra.”
Irina dejó caer el abrigo y se pasó los dedos por la herida que empezaba a inflamarse. Su mandíbula se tensó. Cada palabra de aquel mensaje había perforado más profundo que el proyectil que casi la mató.
Flashback – El Convento
El frío allí era más penetrante. Un convento en ruinas, reclutado por los Krov, donde las monjas habían sido reemplazadas por oficiales y los rezos por órdenes de fuego real. Las velas habían sido sustituidas por focos que iluminaban pasillos interminables: pasillos donde las niñas aprendían a disparar antes que a leer.
Fue en uno de esos corredores donde Irina la vio por primera vez.
Vera Morózova.
Alta como una estatua de mármol negro, con el perfil tan afilado como la navaja que siempre llevaba al cinto. Su voz—susurrante pero firme—pudo más que cien gritos.
—Cierra los ojos y apunta al corazón —ordenó Vera una mañana helada, mientras un grupo de niñas temblorosas disparaba siluetas de cartón.
Irina lo hizo. Disparó. Falló.
—No eres especial por sobrevivir —la reprendió Vera, con una calma mortal—. Eres especial por no haber muerto aún.
Día tras día, Vera la entrenó: desmontar armas con las manos atadas, identificar aliados y traidores en un simulacro de interrogatorio, moverse sin hacer ruido y dejar que la muerte fuera una promesa que se cumpliera al apretar el gatillo.
Vera era todo lo que Irina quería ser: implacable, fría… pero también alguien a quien admirar. Y esa admiración fue su condena.
Una noche, la llamaron al ala oeste, donde las lámparas de gas escupían sombras danzantes. Vera aguardaba tras una mesa de caoba, con una copa de vino tinto en la mano.
—Eras prometedora —dijo, deslizando hacia Irina un dossier cerrado con un sello de cera—. Pero no imprescindible.
Abrió el expediente. Su propia historia; documentos firmados por el consejo: órdenes de exilio disfrazadas de misiones suicidas. Vera había entregado su vida como ficha de cambio para ganar poder.
—¿Por qué? —musitó Irina.
—Porque el poder no se comparte —respondió Vera, alzando la copa—. Y yo siempre he tenido sed.
La puerta se cerró tras de ella. Irina salió al pasillo, el sonido de sus tacones resonando como un dictamen ineludible.
Presente
Irina rasgó la nota con los dedos ensangrentados y la dejó caer al suelo. Un retazo de su pasado se mezclaba ahora con la amenaza vigente. “Sombra”… la palabra le quemaba la garganta.
Se acercó a la única ventana intacta y miró la ciudad: luces mortecinas que luchaban contra la tormenta. Cada farola parecía un faro de vigilancia. Cada sombra, un posible enemigo.
Su mente repitió las lecciones de Vera: no confiar en nadie, anticipar la traición, usar el miedo como arma. Pero esta vez, el miedo no era su aliado. El miedo era su recompensa.
¿Quién había escrito esa nota?
¿Leonid, Arkadi, o alguien aún más siniestro?
La respuesta se escondía en su propia sangre. En aquel legado de traiciones y silencios.
Irina guardó el sobre y la nota en un bolsillo interior. Se colocó el abrigo, cubrió el vendaje y empuñó la pistola con decisión. El eco de su pasado rugía dentro de ella.
Afuera, la nieve arreciaba.
Adentro, la Sombra afilaba sus garras.
Una sombra conocida estaba más cerca de lo que imaginaba.
Y esta vez, ella no sería la presa. Sería quien cazara.
#5002 en Novela romántica
#533 en Thriller
posesivo dominante y celoso, secretos amor y mentiras, mafia amor odio
Editado: 26.06.2025