Capítulo 28 – Silencio bajo las Ruinas
Punto de vista: Irina
La escarcha se aferraba al parabrisas como si intentara borrar el mundo. Irina conducía con las manos frías, aún temblorosas, los nudillos blancos sobre el volante. La imagen de la cripta se repetía una y otra vez, como una pesadilla sin forma concreta. El relicario colgaba del espejo retrovisor, girando suavemente, como si señalara algo más allá de lo visible.
El camino de vuelta al refugio era un sendero angosto cubierto por la niebla, entre árboles que parecían doblarse para espiarla. Había silencio, pero no paz. Cada crujido entre las ramas, cada sombra en los retrovisores, era una advertencia muda. Y ella la entendía. No estaba sola.
Al llegar, se detuvo frente a la cabaña. Algo había cambiado. No podía decir qué, pero el aire estaba más denso. Entró con cautela, arma en mano. Nada parecía alterado, pero la quietud tenía un filo distinto.
Encendió la lámpara de aceite. La llama parpadeó, revelando una figura en el espejo roto sobre la chimenea. No era ella. No del todo. Era la niña. Su reflejo, más joven, con las trenzas empapadas y las rodillas sucias. La misma del recuerdo.
**Flashback **
El frío del mármol se filtraba a través de su bata raída. Irina, con apenas cinco años, se mantenía de pie frente al altar del orfanato-convento, temblando por dentro y por fuera. Vera se acercó, la mano enguantada manchada con algo oscuro.
—¿Qué se hace con una lengua rebelde? —preguntó con voz suave, casi maternal. Las demás niñas, alineadas como sombras, no respondieron. Solo miraban.
—Se le enseña a callar —susurró Irina, apenas audible.
Vera sonrió. No con dulzura.
—Entonces arrodíllate, pequeña sombra. Aprende.
El barro estaba helado, la lluvia insistente. Una monja trazaba símbolos con sal a su alrededor. Y mientras el agua le corría por las mejillas, Irina no lloró. No podía. Aprendió a guardar todo dentro.
**Fin del flashback**
Volvió a la realidad con el cuerpo entumecido. Se llevó la mano al antebrazo. Uno de sus tatuajes —el espiral con una gota— ardía como si la piel estuviera siendo marcada otra vez. El calor la hizo jadear. Corrió al baño, se arrojó agua fría, pero el ardor persistía, como si algo se estuviera activando bajo su carne.
Regresó al salón. Una nota había sido deslizada bajo la puerta. Papel oscuro, tinta roja:
"Cuando el círculo se complete, el espejo hablará. Observa, pequeña sombra."
Sombra.
Solo una persona la había llamado así. En su mente, la voz era grave, serena, distante... pero extrañamente cálida. "Calla, mi pequeña sombra." No era una alucinación. No era un eco inventado. Era real. Alguien la conocía desde antes. Desde siempre.
Subió al desván. El polvo era más denso que nunca, como si supiera lo que estaba a punto de ocurrir. En un viejo baúl encontró una caja metálica. Dentro: papeles ennegrecidos por fuego, informes médicos con sellos borrosos, una carta en una bolsa plástica rota por el tiempo.
"Nombre asignado: Irina V. Romanova. Procedencia: expediente V-7-2, protocolo Kairos."
La palabra la atravesó como un cuchillo: **Kairos.**
La tinta se difuminaba, pero el nombre estaba ahí. No una organización. No una entidad. Algo más antiguo. Más íntimo.
Irina respiró hondo. El mundo giraba bajo sus pies. El relicario colgaba aún de su cuello, y parecía latir, como si tuviera vida. Empezaba a entender que no solo la estaban siguiendo. La estaban preparando. Para recordar. Para actuar.
Fuera, la niebla se volvía más espesa. Y entre los árboles, una figura alta y oscura observaba. No avanzaba. Solo miraba.
Irina sintió la punzada entre las costillas, esa certeza antigua y animal: alguien la había visto crecer sin que ella lo supiera. Siempre la había visto. Siempre la había llamado así.
Y ahora, quería que ella lo supiera.
#8876 en Novela romántica
#1949 en Thriller
posesivo dominante y celoso, secretos amor y mentiras, mafia amor odio
Editado: 11.12.2025