Sombras Del Destino

Capítulo 37— Lo Que Arde En Silencio

Capítulo 37: Lo que arde en silencio.
Punto de vista: Nikolai

La ciudad olía a traición.

Riga, envuelta en una niebla espesa que se arrastraba por los callejones de piedra, ocultaba más de lo que mostraba.

Cada sombra tenía un secreto, cada crujido un testigo.

Nikolai sentía la amenaza en el aire: en los portones que se cerraban apenas él pasaba, en los pasos que se detenían al notar el eco de los suyos. En Riga, alguien estaba cazando.

Y esta vez, era él.

Subió el cuello del abrigo y cruzó la calle. Un coche lo seguía a distancia, pero no lo detuvo.

Que lo vieran era parte del plan. El edificio frente a él, de ladrillo ennegrecido y ventanas rotas, era perfecto para negocios sucios. No tocó la puerta: la pateó. La madera cedió con un crujido seco.

Adentro, caos. Sillas arrastradas, un insulto en letón, pasos apresurados. Dos hombres surgieron de la sombra, con armas temblorosas.

—Volkov...—balbuceó uno—.No sabíamos que vendrías tu en persona....

—Por eso estoy aquí.—respondió Nikolai. Cerró la puerta con la calma de quien ya ha decidido el desenlace—.

¿Dónde está Kiryl?

Uno de ellos señaló hacia arriba. El otro ya estaba retrocediendo.

—No está armado… solo duerme, te lo juro...

Nikolai subió. Cada paso resonaba como sentencia.

Kiryl Leontiev dormía boca abajo en un sofá raído, con una botella vacía entre los dedos. Roncaba. O eso parecía.

—Despiertá, rata —murmuró Nikolai.

La botella estalló contra el suelo cuando Kiryl intentó moverse. En un segundo, ya lo tenía contra la pared, una navaja presionando justo bajo la mandíbula.

—¿Recordás a Arkadi?

Kiryl parpadeó. El miedo ya estaba en sus pupilas. Eso era útil.

—Si...claro que si...pero tu...T-tú lo odias... nunca trabajaste con él...

—Y por eso estás vivo. Por ahora.

—No sé nada, te lo juro...

—Mentirle a un Volkov es escupirle a la muerte. Habla.

Kiryl soltó pedazos de verdad: la finca, el almacén, algo que Arkadi protegía por órdenes de alguien más. Un nombre que nadie decía en voz alta.

Luego todo fue oscuridad, concreto, una silla y una bolsa mojada sobre la cabeza.

Nikolai lo hizo esperar cinco minutos. Luego retiró la bolsa con un tirón.

—Buenos días.

Kiryl estaba destruido. Labio partido, un ojo inflamado.

—Quiero hablar de Arkadi.

—No sé nada...

Una bofetada precisa. Sin odio. Solo necesidad.

—No vine a negociar.

El cuchillo brilló sobre la mesa.

—La finca. ¿Qué guarda?

—Armas... pasillos vacíos... gente rara... hablaban en latín. Escuché una frase:

—Custodia sanguinis.

No entiendo qué significa. Algo sobre sangre...

—¿Quién está detrás?

—No puedo decirlo...

—Hazlo. O mueres ahora.

Silencio. Luego:

—Kairós. Ese es el nombre. Nadie lo dice en voz alta. Es antiguo. Intocable. Incluso Arkadi lo teme.

Nikolai sonrió por primera vez.

—Gracias, Kiryl.

Pero el cuchillo fue guardado. La pistola, cargada.

Luego, Kiryl colgó por una muñeca. Sangraba.Temblaba.

—Te dije todo...

Nikolai lo observó. Abrió la navaja con un clic seco.

—Lo sé.

Un corte limpio, quirúrgico, en la cara. Desde la mejilla hasta el hueso.

—Ahora tienes una historia que contar. Si alguien quiere escucharla.

Lo soltó. Kiryl cayó, escupiendo sangre. Nikolai lo obligó a mirarlo.

—Di que fuiste leal. Que no hablaste. Tal vez te crean. Pero si vuelves a cruzarte conmigo, no quedará nada que pueda sangrar.

Salió sin mirar atrás.

Y sin embargo, algo le pesaba. Una grieta se había abierto. No por lo que hizo. Sino por lo que escuchó.

—Kairós.

Ese maldito nombre. Otra vez. Siempre aparecía al final. Como si jugara con sus pasos, como si supiera cuándo aparecer. Como una sombra más larga que las demás.

Se detuvo en la puerta. Apretó la mandíbula. El frío se colaba bajo su abrigo, pero el calor que sentía era interno. Rabia.

—Siempre hay una sombra más larga detras de la anterior... ¿Cuántas quedan?

Y por primera vez en mucho tiempo, Nikolai sintió que no tenía el control.

Y eso lo volvía loco.




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