Capítulo 42 — Las Cadenas de Sangre
Punto de vista: Arkadi
El sonido del agua filtrándose en los tubos de ventilación era lo único constante en aquel búnker subterráneo.
No lluvia real —Arkadi lo sabía—, sino condensación reciclada del sistema térmico. Pero esa ilusión bastaba.
Le recordaba que arriba, en la superficie, el mundo seguía girando… aunque él ya no formara parte de él.
El despacho estaba sumido en penumbra. Solo una lámpara de cuello de cisne lanzaba un círculo de luz sobre el escritorio: tres carpetas abiertas, una botella intacta de vodka sin abrir, un cenicero con colillas que no eran suyas.
Arkadi permanecía de pie junto a la pared, observando el mural proyectado: un bosque nevado, cubierto de una blancura irreal. No era una ventana. Solo una simulación.
Pero en sus ojos… era más que eso.
Era el recuerdo del sitio donde Irina lo miró por última vez como si aún creyera en él.
Donde él había cometido la primera traición.
Y donde el eco de esa culpa lo acompañaba desde entonces como un huésped que no moría.
El informe reposaba en su mano como un peso inútil.
Finca incendiada. Cazadores muertos. Ella sobrevivió.
Irina.
Ella otra vez.
Ella siempre.
La Sombra que lo había seguido durante más de una década… y que ahora regresaba a devorarlo.
Apoyó la mano en el escritorio. Cerró los ojos.
No por agotamiento.
Sino para recordar con exactitud cuándo todo comenzó a podrirse.
—Flashback—
—¿Y si sobreviven? —preguntó Leonid Reznikov, cruzando los dedos frente a la boca, observándolo desde el otro lado del escritorio.
—No sobrevivirán —dijo Arkadi entonces, seguro de sí—. Los cuerpos no resisten la simbiosis. Hemos visto los efectos secundarios.
—Pero esta vez… hubo uno que sí. Y ella también muestra señales.
Arkadi lo miró. Reznikov no sonreía. Solo esperaba.
—¿Qué propones?
—Nada. Solo quiero que recuerdes que si estas piezas viven… el tablero cambia. Para siempre.
Arkadi giró el rostro, molesto.
—Son solo niños. Les queda poco.
Pero los nombres ya estaban en la mesa.
Irina.
Aleksei.
Dasha.
—Fin del Flashback—
El recuerdo se deshizo como humo al abrir los ojos.
—No son niños —murmuró Arkadi con la voz áspera—. Ya no.
Caminó hasta su escritorio y tomó la carpeta marcada en rojo:
"Protocolo Custodia — Clase Roja."
Tres archivos internos.
Clasificación genética.
Historias fragmentadas.
Imágenes tachadas con negro.
"Sombra-1": sujeta con inestabilidad emocional, evolución cognitiva acelerada, memoria parcial bloqueada por trauma inducido.
"Sutura-2": sujeto con adaptabilidad física superior, reacción neural reactiva, riesgo de ruptura conductual.
"Umbral-3": sujeta sin registros oficiales. Potencial latente. Información restringida al archivo
Arkadi se detuvo en esa última línea.
Dasha.
La más desconocida.
La que había desaparecido de todos los registros… salvo del suyo.
En el fondo de una caja fuerte, aún guardaba una sola foto.
Dos niñas. Una de ellas Irina. La otra…
Él cerró los ojos. No podía mirarla.
Una alarma sorda vibró en la consola del muro. Indicaba una llamada directa.
Presionó el botón.
La voz que emergió era casi humana, pero no del todo.
—Fuiste advertido —dijo, sin emoción.
Arkadi no respondió de inmediato. Se sentó. Abrió la botella sin pensarlo y sirvió un poco.
—La finca fue una pérdida táctica. No estratégica. Los archivos estaban sellados.
—Estaban sellados —repitió la voz—. Pero ahora saben que existieron.
Un silencio largo.
—¿Y si lo supieron siempre? —murmuró Arkadi—. ¿Y si esa vieja del convento… dejó grietas a propósito?
—Entonces tu error fue dejar que vivieran.
La frase lo hizo girar el rostro. Apretó los dientes. Tomó un segundo vaso. No bebió.
—Ordené el cierre. Si Irina o Nikolai se acercan a Aleksei, activaremos el protocolo de Sutura.
—¿Y el tercero?
Arkadi dudó.
—No tenemos certeza de su ubicación. Pero si aparece… debemos eliminarla también.
—No. A la tercera no se le toca.
No aún.
Arkadi se tensó. Se irguió lentamente en su silla.
—¿Por qué?
—Porque ella es el Umbral.
La línea se cortó.
Se quedó solo de nuevo. El zumbido de las luces volvió a llenar el aire.
Caminó hasta la caja fuerte empotrada tras la pantalla. Introdujo el código:
—2-4-6-6-3 —
"DA SHA"
Dentro, como lo temía, el relicario seguía allí. Intacto.
Lo sostuvo en las manos.
Temblaban.
—Perdóname —susurró—. A todos.
Pero sobre todo… a ti, Irina.
Cerró la caja de golpe.
Luego se giró y tomó una tableta.
Activó el envío de un solo mensaje, encriptado.
> Objetivo: Sombra-1 y Sutura-2. Si se acercan al nodo marcado, eliminar. Prioridad Alfa. Sin cuerpos. Sin rastros.
Respiró hondo. Y firmó.
No por deber.
Sino porque ya no sabía si aún merecía redención.
Me
Final del capítulo.
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Editado: 30.12.2025