Sombras del Dreamcatcher

Capítulo 5

El grupo seguía reunido en la planta superior, la nota y el peluche aún en manos de Ferdinand. La atmósfera era sofocante, cargada de incertidumbre y miedo. Los susurros aún parecían resonar en el aire, aunque el pasillo volvía a estar en un silencio inquietante.

De repente, el sonido de la puerta principal abriéndose rompió la tensión.

—¿Ferdinand? —llamó una voz femenina desde la planta baja—. ¡¿Estás aquí?!

El grupo se quedó helado.

—¡Mierda! —susurró Oliver, girándose hacia Ferdinand -. ¡Es tu madre!

Ferdinand se tensó.

—Rápido, escondan esto —ordenó, lanzando el peluche y la nota a uno de los cajones del escritorio en la habitación. Cerró de golpe el cajón y se volvió hacia el grupo—. Nadie dice nada.

Kenneth frunció el ceño.

—¿Y si pregunta?

—Nos inventamos algo —respondió Matthew con firmeza—. No podemos meterla en esto.

Los pasos subieron lentamente las escaleras.

La madre de Ferdinand, una mujer de estatura media, cabello castaño oscuro con algunas canas y rostro amable pero serio, apareció en el pasillo. Los hermanitos de Katie, un niño alto de pelo oscuro de doce años y un niño de no más de ocho años, se asomaban tras ella, con ojos curiosos.

—¿Qué hacen todos aquí arriba a estas horas? —preguntó la mujer, cruzándose de brazos—. ¡Y con ese aspecto tan tenso!

Ferdinand fue el primero en reaccionar. Se quitó la máscara de zorro marrón y le dirigió una sonrisa forzada.

—Solo estábamos… —hizo una pausa, buscando las palabras—. Recordando viejos tiempos.

Jade asintió rápidamente, adoptando su mejor sonrisa.

—Sí, señora Grayson. Teníamos planes de ver algunas películas de terror, ya sabe… cosas de adolescentes.

—A estas horas? —replicó la mujer, levantando una ceja.

—Es que… —intervino Arthur, rascándose la nuca—. Pensamos que sería divertido. Ya sabe, con el campamento y todo.

Kenneth se encogió de hombros, fingiendo indiferencia.

—Y con lo de Patrick… queríamos distraernos un poco.

La madre de Ferdinand se suavizó un poco al escuchar el nombre de Patrick, pero aún parecía escéptica.

—Entiendo… —suspiró—. Pero no deberían estar despiertos tan tarde. Además, ¿dónde está Katie?

El grupo se quedó en silencio por un momento.

Los hermanitos de Katie se adelantaron un poco.

—¿Katie no estaba con ustedes? —preguntó el más pequeño, con un puchero.

Ferdinand se inclinó para estar a la altura de los pequeños, adoptando una expresión serena.

—Katie fue a visitar a la mamá de Patrick —explicó con una sonrisa tranquilizadora—. Ella y Ciro querían acompañarla para darle ánimos.

—¿Y volverá pronto? —preguntó el niño, frotándose los ojos.

Ferdinand asintió.

—Claro que sí. Katie es fuerte. Solo necesitaba estar un rato allá.

Matthew se acercó a los pequeños, revolviéndoles el cabello a los niños.

—Además, aquí estamos todos para cuidarlos.

La madre de Ferdinand los observó con atención. Había algo en su mirada que indicaba que no creía del todo la historia, pero decidió no presionar más.

Está bien. Pero quiero que todos duerman pronto. Ha sido un día muy difícil. Y cuando Katie vuelva, me avisan.

—Sí, tía —respondieron casi al unísono.

La mujer asintió y se giró para llevar a los niños a sus habitaciones.

—Vamos, ustedes también necesitan descansar.

Los pasos se alejaron por el pasillo hasta que el sonido de una puerta cerrándose indicó que finalmente estaban solos otra vez. El grupo permaneció en silencio por unos segundos antes de que Oliver hablara:

—Bien… eso estuvo cerca.

Jade soltó un suspiro aliviado.

—No quería tener que explicarle todo eso. Bastante tenemos nosotros con esto.

Arthur, sin embargo, se quedó mirando hacia la puerta por donde habían desaparecido los niños.

—¿Y si vuelven a preguntar? No podremos seguir mintiendo.

Ferdinand se volvió hacia el cajón donde había escondido el peluche y la nota. Lo abrió y volvió a sacar ambos objetos. El peluche, inofensivo en apariencia, parecía mirarlos a todos con su sonrisa cosida.

—No se preocupen —dijo finalmente, con un tono que no admitía réplica—. Para cuando pregunten de nuevo, ya habremos resuelto esto.

Kenneth levantó una ceja.

—¿Resuelto? ¿Y qué propones?

Ferdinand cerró el puño sobre la nota.

—Vamos a buscar a mi prima. Antes de que quien sea que esté detrás de esto la encuentre primero.

El viento volvió a soplar con fuerza, haciendo crujir las ramas del exterior. La noche apenas comenzaba.




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