Los siguientes días transcurrieron de manera similar. Las visitas a la casa de los Wells se volvieron más frecuentes. Al principio, parecían excusas: traer información, compartir teorías, hacer compañía. Pero con el tiempo, simplemente comenzaron a quedarse más tiempo, encontrando un refugio en ese hogar.
Katie, sin embargo, seguía manteniéndose un poco distante. No porque no los quisiera allí, sino porque la culpa aún la atenazaba. A veces, se sorprendía observándolos en silencio, preguntándose si la odiaban en el fondo, si solo estaban esperando el momento para marcharse. Pero ellos nunca lo hacían. Nunca se alejaban.
Y cuando Kenneth sugirió una pijamada para despejarse un poco, nadie se opuso. Tal vez porque, después de tanto tiempo bajo presión, todos necesitaban un respiro.
La sala de los Wells se llenó de sacos de dormir, mantas y almohadas esparcidas por el suelo. La televisión estaba encendida con una película que nadie prestaba demasiada atención, más ocupados en hablar entre ellos o simplemente disfrutar de la compañía mutua.
Katie estaba recostada en el suelo con Ciro a su lado, su cabeza apoyada en su hombro. Sally estaba bromeando con Arthur sobre su forma de dormir mientras Kenneth y Jade discutían sobre qué película deberían ver después.
A medida que la noche avanzaba, uno a uno fueron quedándose dormidos. Katie se quedó profundamente dormida entre las cálidas mantas, sintiendo por primera vez en semanas un poco de paz. Ciro permanecía cerca de ella, su brazo alrededor de su hombro, como si incluso en sueños quisiera asegurarse de que estuviera a salvo.
Sin embargo, no todos lograron dormir tan fácilmente.
Kenneth, con la mente aún ocupada en los recuerdos de Oliver y la amenaza que pendía sobre todos ellos, se removía inquieto en su saco de dormir. Finalmente, con un suspiro cansado, se levantó para beber un poco de agua.
Caminó con cuidado hacia la cocina, procurando no despertar a nadie. El silencio de la casa era inquietante, y cada crujido del suelo bajo sus pies le hacía tensarse. Al llegar al fregadero, dejó correr el agua fría y bebió lentamente, esperando que el peso en su pecho disminuyera.
Fue entonces cuando lo vio.
Un sobre pequeño, de un blanco perturbador, estaba cuidadosamente colocado en el marco de la ventana. No había estado ahí cuando todos se habían reunido más temprano.
Con una mezcla de temor y rabia, Kenneth tomó el sobre y lo abrió con dedos temblorosos. Dentro, doblado con precisión, había un pedazo de papel con un mensaje que le heló la sangre.
"Vendré a buscarla, falta poco, Spooky."
El corazón de Kenneth golpeó con fuerza contra su pecho. El asesino seguía cerca. Observando. Esperando.
Y el tiempo se estaba acabando.
Con el pulso acelerado, Kenneth regresó a la sala de estar. La luz tenue proyectaba sombras suaves sobre el grupo dormido. Recorrió con la mirada a cada uno de ellos, contando, asegurándose de que todos estuvieran allí. Katie, Ciro, Sally, Arthur, Jade. Todos.
Se dejó caer de rodillas junto a Sally y lo sacudió suavemente por el hombro.
—Sally… despierta —susurró con urgencia.
El rubio gruñó en protesta, pero al ver la expresión de Kenneth y el sobre en su mano, el sueño se desvaneció rápidamente.
—¿Qué pasa? —murmuró, incorporándose con cuidado.
Kenneth le entregó la nota sin decir nada. Sally la leyó en silencio, sus ojos se oscurecieron con una mezcla de furia y preocupación.
—Mierda… —exhaló, apretando el papel con fuerza.
—Ven, hablemos en la cocina —susurró Kenneth, mirando al grupo dormido—. No quiero que los demás se despierten.
Sally asintió, y ambos se levantaron con cuidado, deslizándose en silencio hacia la cocina. Cuando estuvieron allí, Kenneth cerró la puerta con suavidad.
—¿Qué hacemos? —preguntó en un murmullo tenso, sintiendo que el miedo le apretaba el pecho.
La cocina estaba en penumbra, iluminada solo por la luz tenue de la calle que se filtraba por la ventana. Kenneth cerró la puerta con cuidado tras él, intentando no hacer ruido. El silencio entre ambos se alargó por unos segundos mientras Sally volvía a desplegar la nota, repasando con la mirada aquellas palabras que se clavaban como un puñal en su mente.
"Vendré a buscarla, falta poco, Spooky."
—Esto no puede estar pasando… —murmuró Sally, con la mandíbula apretada. La nota crujió ligeramente entre sus dedos al apretarla—. ¿Cómo demonios entró esto aquí? Nadie abrió la puerta después de que nos dormimos.
Kenneth apoyó las manos en la mesa, respirando hondo para calmar el tamborileo en su pecho. Sentía un peso frío recorriéndole la columna, como si el asesino pudiera estar observándolos en ese mismo instante.
—No lo sé —admitió en un susurro áspero—. Pero está claro que no ha terminado. Y si dejó esto aquí, significa que estuvo cerca… demasiado cerca.
Sally dejó escapar un resoplido, pasando una mano por su cabello despeinado. Se movía inquieto, como si su cuerpo no pudiera contener la mezcla de rabia y miedo que lo carcomía por dentro.
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hay amor, hay muchas muertes y tristesas, hay mucho misterio y suspenso
Editado: 10.10.2025