Sombras del Engaño

Capítulo 2. Ecos del pasado

Después de pasar la noche sin conciliar el sueño y tratando de aventurarse en lo más recóndito de su pasado, Elina emprendió la búsqueda de la verdad. Pero cuanto más avanzaba, más descubría que el accidente no era más que la superficie de algo mucho más oscuro. Había nombres enterrados, documentos sellados, secretos que no solo hablaban de una traición reciente, sino de una historia mucho más antigua: una red de corrupción, traiciones familiares y decisiones fatales que se remontaban años atrás.

La muerte de su familia no había sido una represalia cualquiera. Era parte de una venganza cuidadosamente planeada. Y Elina, sin quererlo, había sobrevivido para romper el silencio. Pero le estaba costando muchísimo, ni siquiera había tenido la oportunidad de llorar la muerte de su padre y su no tan pequeño hermano Luca.

Ahora, debía enfrentarse no solo al dolor de lo perdido, sino a los fantasmas del pasado. Porque encontrar la verdad significaba recordar. Y recordar... podía matarla.

Elina decidió que era hora de reunirse con las 3 personas que mejor la conocían en la vida: Amara, Owen, y Mark. Había logrado comunicarse con Mark, le explicó brevemente la situación y éste aceptó enseguida, y con Amara y Owen no fue la excepción.

Elina estaba consiente sobre el riesgo que corrían sus amigos al entrar en su propia investigación, pero en ese momento necesitaba de sus conocimientos para avanzar en su propio caso, así que no lo pensó dos veces, tomó su teléfono y escribió un mensaje a la persona que más necesitaba en ese momento.

Para: Mark Holton.

Asunto: Urgente y de carácter privado.

Vieja cafetería Caffè Artigiano, 14:00 hrs.

Elina R.

-

La lluvia caía sin descanso sobre las ventanas del viejo café en el que Elina esperaba, envuelta en su abrigo gris y con la mirada fija en la puerta. A su alrededor, el murmullo suave de las conversaciones apenas disimulaba el estruendo en su mente. Había pasado ya un día desde que encontró la carta de Evan Adler, aunque parecía llevar más tiempo en el abrigo donde la encontró. Desde entonces, el tiempo se había distorsionado. Había dormido poco, comido menos y leído más documentos viejos y periódicos antiguos de lo que jamás pensó posible.

Cada nuevo dato, cada detalle enterrado, la conducía a la misma conclusión: su familia había sido víctima de un plan premeditado y cruel. No había señales de frenado en la carretera, los informes de mantenimiento del auto habían sido falsificados, y alguien había manipulado la caja negra del vehículo. Aquello no era un accidente. Era una ejecución.

Y ella, de alguna manera, estaba en el centro de todo.

La puerta del café se abrió con un leve campanilleo. Mark Holton entró sacudiéndose el agua del abrigo y la bufanda, con el cabello mojado pegado a la frente, y una bufanda color avellana que a Elina siempre le había encantado verle puesta. Al verla, esbozó una sonrisa cansada y se acercó a la mesa.

Seguía igual que antes, sólo que ahora con una mirada cansada en vez de una radiante, más alto, y con otro estilo más formal. Elina no pudo evitar un leve sonrojo cuando la mirada de Mark estuvo sobre ella durante un largo rato.

—Sabía que estarías aquí antes de la hora —dijo, sentándose frente a ella sin esperar invitación.

—Tú también —respondió Elina, sin poder evitar que una fugaz sonrisa le cruzara el rostro.

Hubo un silencio tenso entre ellos. Cinco años de distancia no desaparecían de la noche a la mañana, por mucho que los uniera la tragedia.

—Estuve revisando los archivos que me enviaste —dijo Mark, sacando su tablet de una funda impermeable—. El incendio, las llamadas al 911, los registros de la policía... todo tiene sentido hasta que empieza a no tenerlo. Es como si alguien hubiera escrito un guion, pero se le olvidara que las piezas no encajan del todo.

—¿Encontraste algo sobre Evan? —preguntó ella, con la voz baja.

—Poco. Demasiado poco, diría yo. El tipo desapareció del mapa hace años. Se rumoreaba que vivía en Suiza, que había cambiado de identidad, que había muerto. Nada concreto. Pero buscando entre mis contactos y en la agencia encontré algo interesante. —Mark deslizó unas fotos en la pantalla—. Mira esto.

Elina observó. Era una imagen tomada en un evento empresarial en Múnich, dos años atrás. Entre los asistentes, un rostro muy conocido captó su atención. En el cabello había tal vex un par de canas, pero aun no se veía viejo y tenía el rostro más afilado... pero era él. Evan Adler. Sonriendo. Brindando con una copa en la mano.

—¿Cómo es posible...? —murmuró.

—Falsificó su muerte —afirmó Mark—. Hay registros de una muerte en Eslovenia con su nombre, pero las huellas no coinciden. Lo más probable es que haya pagado por ese certificado. Se esfumó durante años y ahora, por alguna razón, ha vuelto. Y no me parece casualidad que justo después tu familia muera en un accidente sospechoso.

Elina apretó los puños. En su mente se agolpaban recuerdos vagos: su padre recibiendo llamadas a medianoche, discusiones a puerta cerrada, su madre con la mirada siempre alerta... ¿habían estado huyendo todo ese tiempo sin decírselo?




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