La noche había caído como una losa sobre la ciudad. Una lluvia fina descendía constante, arrastrando el polvo de los techos y tiñendo de gris las calles iluminadas por faroles temblorosos. En un viejo edificio industrial en desuso, Mark y Elina se encontraban frente a una puerta oxidada. Ella sostenía una linterna y un manojo de llaves viejas que Amara había conseguido a través de un contacto anónimo. Según los pocos registros que quedaban sin borrar, ese era uno de los antiguos almacenes de la fundación que Evan Adler había manejado bajo nombre falso.
-¿Estás segura de esto? -preguntó Mark, mirando hacia los alrededores. No era un buen barrio. Poca vigilancia, mucha sombra.
-No -respondió Elina, encajando una llave en la cerradura-. Pero ya estoy demasiado adentro como para dudar.
La puerta chirrió con un sonido agudo y húmedo, y ambos se internaron en la oscuridad. El lugar olía a humedad y óxido, con estantes derrumbados y documentos empapados esparcidos por el suelo. Al fondo, una escalera bajaba hacia un nivel inferior.
-Esto parece sacado de una película de espías -murmuró Mark, revisando con la linterna los rincones del almacén-. ¿Quién guarda cosas así en pleno centro?
-Alguien que no quiere ser encontrado -respondió Elina, y comenzó a bajar los escalones con paso firme.
Abajo, el silencio era espeso. La linterna iluminó una habitación cuadrada, de concreto desnudo, con archivadores metálicos alineados como tumbas. Mark fue directo hacia una vieja caja fuerte incrustada en la pared. Estaba abierta, vacía.
-Alguien se adelantó -murmuró él.
Pero Elina se inclinó junto a un archivador volcado. Un doble fondo mal cerrado delataba su existencia. Tiró con fuerza, y un compartimento se abrió, revelando carpetas cubiertas de polvo y una caja metálica cerrada con candado. Marcada con un solo nombre: "Ricci".
El corazón de Elina se detuvo por un segundo.
-Mark... esto...
-Lo sé -dijo él, mirándola con gravedad-. Vamos.
Tomaron lo que pudieron y salieron del lugar. Justo cuando cerraban la puerta del almacén, un ruido seco detrás de ellos los hizo girar. Alguien había lanzado una piedra desde la oscuridad. Pero no había nadie.
-¿Lo oíste? -preguntó Mark, ya desenfundando el arma que siempre llevaba consigo.
-Sí. No estamos solos.
Corrieron hasta el auto sin mirar atrás, y no fue hasta que estuvieron en movimiento que se permitieron respirar con normalidad. Elina sostenía la caja contra su pecho, como si fuera una parte de su cuerpo.
Horas después, en el departamento de Mark, la caja fue abierta con una vieja segueta. Lo que encontraron dentro cambió por completo el rumbo de su investigación.
Fotografías en blanco y negro, más documentos legales sellados, mapas. Pero lo más impactante fue un video en formato digital, guardado en una pequeña memoria USB sin etiquetas. Al conectarla a la laptop de Mark, el rostro de su padre apareció en la pantalla.
-Hola, Elina. Si estás viendo esto... es porque algo salió mal.
Elina se llevó una mano a la boca. Sus ojos se llenaron de lágrimas al oír aquella voz que no escuchaba desde hacía unas pocas semanas ya, el tiempo había transcurrido demasiado rápido desde que visitó uno por uno a sus amigos para pedirles apoyo con su investigación.
-No tengo mucho tiempo. He descubierto que Evan no desapareció, como todos creen. Ha construido algo mucho más grande que lo que manejaba cuando trabajábamos juntos. Se ha infiltrado en bancos, en instituciones, y ha usado nuestras antiguas fundaciones como pantalla para actividades que no puedo siquiera explicar del todo. Amenazó con destruirnos si hablábamos. Intenté protegerte, hija, pero quizás no fue suficiente. Si estás viva, significa que tienes que terminar lo que empecé. Encuentra a Adler. Encuentra la verdad. Y, por favor... no confíes en nadie más que en ti misma.
El video terminó con un leve parpadeo de la pantalla.
Mark se quedó inmóvil, y cuando miró a Elina, ella ya estaba temblando, no de miedo, sino de una determinación helada.
-¿Ahora entiendes? -dijo ella, en voz baja-. Esto no es solo sobre venganza. Es algo mucho más grande. Y él lo sabía.
-Lo encontraremos -afirmó Mark, sin dudar.
Por un instante, el silencio se hizo espeso entre ellos. Mark se acercó despacio, y Elina no retrocedió. Durante años, había enterrado sus emociones bajo capas de deber, de pérdida, de miedo. Pero ahora, en medio del caos, de la sangre y los secretos, algo antiguo y cálido volvía a encenderse entre ellos.
Mark le acarició la mejilla, con una ternura que contrastaba con la tensión que los rodeaba, de pronto el frío y serio Mark había desaparecido, en cambio, en su rostro no había más que una sonrisa confortante y cálida, Mark quería dar el siguiente paso, pero ninguno de los dos estaba listo para avanzar tan rápido, no sabía si Elina podría seguir sintiendo lo mismo que él, no había forma de deshacer cinco largos años de angustia y distancia.
Aún así, ni Mark ni Elina retrocedieron.
-No voy a dejarte sola en esto, Elina. Te juro que haré todo lo que esté en mis manos por estar a tu lado, no volveré a dejarte sola.- las últimas palabras fueron solamente un susurro, creyendo que Elina no las pudo haber escuchado, pero estaba equivocado.
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Editado: 04.06.2025