Sombras del Engaño

Capítulo 4. Señales en la penumbra

El amanecer en Millhaven era como un suspiro gélido. La niebla colgaba entre los árboles, densa y pesada, mientras el cobertizo en el que Mark y Elina se habían refugiado temblaba con cada brisa húmeda que se colaba por las rendijas. No habían dormido más que a ratos, entre sobresaltos, el eco de los disparos aún fresco en sus mentes. A pesar del cansancio, los dos se mantenían alerta. Esa linterna roja que apareció brevemente antes de desaparecer en el bosque les había dejado claro que no estaban solos. Ni seguros, pero era preferible estar en ese cobertizo que en el frío bosque.

Mark observaba el entorno a través de una hendidura en la madera podrida, mientras sostenía con firmeza el arma en su regazo. Elina, a su lado, enrollaba con cuidado las vendas improvisadas sobre su brazo herido. La sangre había cesado, pero el dolor punzaba, un recordatorio de lo real que era todo esto.

-¿Qué crees que fue esa luz? -preguntó ella, rompiendo el silencio.

-Una advertencia. O una invitación.

-¿Una invitación?

-Sí. Piensa en esto, Elina. Si realmente quisieran matarnos, ya lo habrían hecho. Tenían buena puntería. Pero tiraron a intimidar. Como si quisieran dirigirnos hacia algún lugar. O probar algo.

-¿Y tú estás dispuesto a seguir el juego?

Mark se giró hacia ella, su expresión endurecida por la noche en vela.

-No me gusta jugar. Lo sabes mejor que nadie. Pero si conocer las reglas nos da ventaja, no pienso ignorarlas.

Ella asintió. Parte de ella quería correr, desaparecer, poner tierra de por medio entre Evan Adler, los fantasmas de su padre y ese futuro oscuro que se dibujaba más nítido a cada paso. Pero algo en su interior, alimentado por la rabia, el dolor, y esa última sonrisa de su padre en el video, la obligaba a seguir.

Tras beber un poco de agua caliente de una pequeña botella térmica que llevaba en el bolso, salieron del cobertizo y comenzaron a moverse por el bosque. Mark caminaba delante, atento a huellas o señales. Elina, detrás, mantenía la linterna apagada, solo usándola brevemente para leer el mapa que encontraron en la caja marcada como "Ricci". Según lo indicado, había un punto de interés a unos tres kilómetros al norte. Una construcción sin nombre, cerca de una vieja torre de observación abandonada.

La caminata fue ardua. El barro les hacía resbalar, y el bosque parecía cerrarse sobre ellos. Cuando por fin alcanzaron la torre, notaron que alguien había estado allí antes. Huellas recientes, una botella vacía de suero energético, e incluso una manta mal doblada.

-¿Una torre de vigilancia improvisada? -preguntó Elina, observando el interior con cautela.

Mark se inclinó y levantó un pequeño artefacto metálico junto a un tronco. Una cámara. Desactivada, pero no destruida.

-Esto era una base de monitoreo. Tal vez nos observaron desde aquí antes del ataque.

-Entonces quizás quien nos salvó... o quien nos dejó vivir, estaba aquí.

Elina se acercó a una de las paredes de la torre y encontró algo extraño: grabadas en la madera, líneas y fechas. Eran nombres. Algunos tachados. Otros aún legibles.

Amara. Owen. Elina. Mark. Adler.

-¿Eso es... una lista? -dijo Elina, tocando su propio nombre.

-Una lista de objetivos -respondió Mark con voz grave-. O aliados. No lo sabemos.

Encontraron una pequeña compuerta oculta bajo la torre, cubierta por maleza. Al levantarla, revelaron una escalera de hierro oxidado que descendía a la tierra.

-¿Entramos? -preguntó ella.

-Siempre terminamos bajando -respondió Mark con media sonrisa tensa-. Sí. Vamos.

El descenso fue silencioso y largo. El aire se volvía más húmedo y frío a medida que bajaban. Finalmente, llegaron a un pasillo de concreto que parecía parte de una estructura subterránea olvidada. El ambiente era casi claustrofóbico, pero en las paredes había señales claras de que no estaban en un lugar abandonado. Luz tenue proveniente de lámparas solares portátiles, huellas recientes en el polvo, y una puerta metálica semiabierta que parecía haber sido forzada.

Al cruzar el umbral, encontraron una sala de control primitiva, con pantallas encendidas conectadas a cámaras de vigilancia. La imagen mostraba distintos puntos del bosque, del pueblo, incluso del hospital del que Elina había salido días atrás.

-Nos han estado observando desde antes de que saliéramos de la ciudad -murmuró ella.

Mark manipuló uno de los controles. En una de las pantallas, una figura encapuchada caminaba por el bosque. Estaba sola, pero cargaba una caja.

-¿Puedes hacer zoom? -pidió Elina.

-Sí... ahí. Mira.

La caja tenía una etiqueta escrita a mano: "Para Elina".

-Esto es una trampa -dijo Mark enseguida.

-¿O una entrega? -replicó ella.

Mark suspiró, cerrando los ojos un momento.

-Esa figura está a unos quinientos metros al oeste. Aún tenemos luz diurna. Si quieres ir, iremos.

-Sí -respondió ella-. Quiero saber qué hay ahí.




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