El sonido del metal crujiendo detrás de ellos fue el último aviso.
Elina, Mark, Amara y Owen corrían por el estrecho corredor que los alejaba del núcleo. Cada paso resonaba como una amenaza, como si el propio acceso B-7 estuviera a punto de cerrarse para siempre. Las luces de emergencia parpadeaban, rojas como advertencias de sangre. El núcleo había despertado... y no parecía dispuesto a volver a dormir.
—¡Más rápido! —gritó Owen—. ¡La compuerta de contención se cerrará en cuarenta segundos!
Elina sentía un peso helado detrás de los ojos. No era dolor, exactamente, sino una presión constante. Desde que tocó la esfera, algo la acompañaba. Como si una segunda conciencia se hubiera acoplado a la suya, en silencio, esperando.
Las compuertas automáticas se activaron detrás de ellos, cerrándose una a una. El aire se llenó de estática.
Llegaron al túnel principal justo cuando la última puerta de seguridad descendía. Owen se lanzó hacia el panel y forzó el desbloqueo manual. Por un segundo eterno, nada sucedió. Pensando lo peor, Owen siguió intentando sacarlos a todos de ese lugar, el panel no funcionaba, parecía como si fuera operado por fuera.
Después de unos segundos de extrema angustia, Owen logró desactivar el sistema, y con un suspiro metálico, la compuerta se abrió.
Salieron a la superficie de la mina a través de una salida auxiliar. Afuera, la noche era aún más densa, habían tardado más de lo esperado dentro de la mina, pero al menos ahora estaban fuera y respiraban aire real. Las estrellas parecían distantes. Inalcanzables. Y por primera vez, la palabra "afuera" no significaba seguridad.
Elina se dejó caer sobre el suelo rocoso. Tenía frío, pero sudaba. Mark se arrodilló a su lado.
—¿Estás bien? —Mark se quitó el abrigo y lo puso sobre los hombros de Elina.
—No lo sé... —susurró ella.
Amara se volvió hacia Owen.
—¿La energía del núcleo... ¿podría haberle afectado?
Owen negó con la cabeza lentamente.
—No es energía. Es conciencia. O eso creo, fue lo que dijo la voz del núcleo allá adentro. No sabemos qué fragmento se transfirió. Pero no se fue vacío.
—¿Qué quieres decir? —Todos se giraron hacia Owen en espera de la respuesta que ya presentían.
—Que probablemente Elina no volvió sola.
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Dos días después, estaban ocultos en una casa abandonada a las afueras de un pequeño pueblo minero más retirado que el anterior en el que habían estado. Había sido una estación de trabajo para topógrafos en la década de 1970. Ahora, era su refugio improvisado.
Amara y Owen habían convertido una de las habitaciones en un centro de investigación. Conectaron laptops, radios, discos duros robados del sistema de control de la mina, equipo de Owen y una pequeña base de datos recuperada del acceso B-7.
Elina dormía mal. Soñaba con cosas que no recordaba haber vivido. Fragmentos de conversaciones entre científicos. Lenguas que no entendía, pero que ahora podía traducir en su mente. Y, sobre todo, el rostro de una mujer que no era su madre... pero que se le parecía demasiado.
—¿Ya encontraste algo? —preguntó Amara esa mañana, acercándose al escritorio de Owen.
Él asintió y amplió en la pantalla una foto de archivo. Evan Adler, mucho más joven. A su lado, Raphael. Y detrás de ambos... su madre, Dalia Ricci y su padre.
—Ella trabajó con ellos —dijo Owen—. Hay registros fragmentarios. El proyecto comenzó entre 1997 y 2000. Nombre clave: ILEX. Su objetivo oficial era preservar la conciencia humana mediante resonancia sináptica. Pero extraoficialmente...
—...estaban diseñando una forma de inmortalidad, ¿cierto? —Elina se unió a la conversación sin que sus amigos se dieran cuenta. —En una fotografía algo antigua que estaba entre los archivos, figuraba Raphael, y sigue teniendo la misma apariencia de entonces.
—No solo inmortalidad —corrigió Owen—. Reencarnación artificial. Transferencia de identidades completas.
Amara lo miró con horror.
—¿Y los Ricci?
—Dalia se rebeló. Quiso detener el proyecto. Y pagó el precio. Pero antes de desaparecer, o bien, de fingir su muerte, escondió los accesos originales dentro del núcleo... protegidos por una clave genética: Elina. —Si bien, Elina jamás supo de la existencia de tales planes y secretos, de manera directa fue relacionada.
Amara se apoyó en la mesa.
—Entonces todo esto... el accidente, el núcleo, la persecución...
—Fue diseñado para llevarla allí —dijo Owen—. Para activar el núcleo con su presencia. —Owen titubeó antes de mecionar lo siguiente, pero continuó. —El accidente sólo fue una cortina de humo para que Elina comenzara la investigación, y así haría parecer que ella sabía o sospechaba algo. Eso hizo que llamara la atención de todos, querían resurgir lo oculto y enterrado. Quisieron hacer creer a Elina que todo esto no era más que una red de corrupción, secretos y traiciones. Lo que nos lleva a lo siguiente: alguien estuvo alterando la información. —Owen se detuvo un momento y continuó al no escuchar palabra alguna de sus amigos.— Posiblemente tengamos aliados, o los teníamos. Elina mencionó que Lucía confirmó que Dalia fue asesinada el mismo día que ella se acercó a Elina para darle información clasificada. Su padre ha dejado también una serie de pistas a seguir. Intenté buscar información de Lucía para tratar de encontrar algo más, pero no hay ninguna Lucía Ricci. Raphael, por otro lado, se desconoce a qué lado pertenece, nos ha dejado información a nuestro alcance, pero también es parte de toda esta maraña de misterio.
Editado: 20.06.2025