Sombras del Engaño

Capítulo 26. Ecos de un dios roto

La conciencia de Evan Adler no residía ya en un solo cuerpo.

Desde una cámara sellada a cientos de metros bajo la superficie, su cuerpo original yacía conectado a un trono de cables y sondas, una masa de carne sostenida por tecnología. Sus ojos estaban cerrados, pero en su mente, Evan estaba despierto en todas partes.

Sentía el pulso de Leviatán como si fuera su propia respiración. Aunque Elina hubiera sellado el núcleo principal, Evan aún tenía cientos de nodos bajo su control. Cientos de puertas traseras. Cientos de versiones de sí mismo, diseminadas como un enjambre.

Cuando el informe sobre la desconexión de Raphael llegó a su sistema, Evan apenas reaccionó.

—Estaba destinado a extinguirse —murmuró a ninguna parte—. Solo cumplió su rol... como todos.

En las pantallas ante él, los rostros de Elina, Mark, Amara y Owen aparecieron entre estáticas.

—La sangre llama a la sangre... —susurró con tono mecánico—. Y tú, Elina... no fuiste criada para abrirme las puertas. Pero sí CREADA para hacerlo.

-

En el corazón de Leviatán, el grupo se reorganizaba. Raphael había caído, pero su sacrificio les había dado tiempo. Amara revisaba los sistemas manuales, mientras Owen patrullaba los corredores con un fusil energético recuperado de un armario de seguridad.

Mark ayudaba a Elina a mantenerse en pie. Ella aún temblaba. Su conexión con el núcleo la había dejado expuesta a los ecos de todos los que habían tocado los fragmentos antes. Su padre. Dalia Ricci. Raphael. Incluso Evan.

—Él... ya no es humano —dijo, con voz quebrada.

Mark la sostuvo con firmeza.

—Pero tú sí. Y eso lo hace vulnerable.

-

El ataque no vino como una explosión. Fue una invasión silenciosa.

Los paneles comenzaron a encenderse solos. Las cámaras giraron por voluntad propia. Los sistemas de defensa de Leviatán, que Raphael había mantenido inactivos durante años, se reactivaron uno a uno, pero ahora respondiendo a un patrón desconocido.

—Está dentro —anunció Amara—. Evan... está usando los nodos colapsados como espejos de acceso.

—¿Puedes bloquearlo? —preguntó Owen.

Ella negó con la cabeza.

—Puedo retrasarlo. Pero no detenerlo.

Las luces comenzaron a parpadear.

Las puertas de acceso se cerraron. Luego se abrieron de golpe, como si un monstruo invisible caminara entre ellas.

Y entonces se escuchó la voz.

—No soy un virus. No soy un invasor. Yo soy Leviatán.

Una figura emergió de uno de los pasillos oscuros. Su silueta era humana... al principio. Pero la piel brillaba como vidrio líquido, sus ojos eran fragmentos puros de código viviente. Era una proyección física, un avatar de Evan generado a partir de los materiales del propio laboratorio.

—¿Les parece poético? —dijo el avatar con sonrisa cruel— Raphael creyó que su muerte en sacrificio de ustedes me impediría avanzar. Pero solo eliminó su resistencia. Me hizo espacio.

Mark apuntó con el arma sin dudar, disparando ráfagas que atravesaron al holograma sin efecto.

—Lo que sea que seas ahora, no te detendrás.

—No. Porque yo no deseo controlar Leviatán... yo deseo convertirme en él.

Elina dio un paso al frente. El fragmento en su mente aún palpitaba con la energía del núcleo.

—No te dejaré.

Evan sonrió.

—Tú no puedes evitarlo. Ya estás vinculada. Desde el momento en que tu padre y tu hermano murieron en el terrible y planeado accidente— Evan sonrió con autosuficiencia al notar que esas palabras de los hechos causados por él tenían efecto en Elina, sin embargo, no procedió contra él de ninguna forma. La sonrisa del avatar de Evan se hizo aún más grande y continuó: —Desde el momento en que aceptaste tu fragmento... tú has sido mi llave.

La proyección desapareció, pero su presencia se multiplicó. Cada pantalla mostraba su rostro. Cada altavoz su voz. Cada sensor su pulso.

—Y ahora, Elina... o te unes a mí... o te desintegras con los demás.

Las defensas automáticas giraron hacia el grupo.

Owen gritó:

—¡Cubran a Elina!

Un rayo impactó cerca de ellos, rompiendo el suelo y haciendo que la sala temblara.

Elina cerró los ojos.

Y en su mente, una puerta se abrió.

Al otro lado, Evan la esperaba. No como proyección, no como amenaza. Como el joven que alguna vez fue. Antes del Proyecto ILEX. Antes de la ambición. Estaba sentado en un campo de datos, rodeado de recuerdos falsificados.

—Elina —dijo con voz más joven—, no era para que doliera. Solo queríamos que entendieras.

—¿Entender qué?

—Que tú también eres parte de esto. Que el accidente de tu padre y tu hermano no fue un error, aunque eso quedó claro desde el inicio. Fue una elección. Una construcción. Una invitación al juego.



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En el texto hay: misterio, venganza, ficcion

Editado: 20.06.2025

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