Sombras del Engaño

Capítulo 28. Las cenizas del origen

El eco de la explosión resonaba en los corredores colapsados de Leviatán.

El grupo avanzaba entre escombros, polvo y una creciente sensación de urgencia. Aún no sabían si Evan estaba muerto. Lo creían posible, Elina lo había desconectado, pero aún así era mejor estar alerta. Su presencia seguía impregnando las paredes, como si el núcleo aún conservara un fragmento de su voluntad, acechando entre los circuitos agónicos.

Pero entonces, cuando ya se acercaban a la compuerta final, una luz azulada emergió del aire. No era como la que irradiaban los dispositivos del núcleo. Era algo más... humano.

Una silueta comenzó a materializarse en medio del corredor colapsado. Primero, solo eran brumas de energía; luego, un rostro conocido tomó forma, parpadeando como una proyección distorsionada por el tiempo. La voz que emergió de esa figura fue suave, serena, quebrada por un eco digital:

—Elina... Mark... No teman. Soy yo.

—Raphael —dijo Mark, con incredulidad—. Pero... tú... ¿Cómo?

—No morí, como debo suponer que creían. Antes de que el núcleo me absorbiera por completo, logré desconectar mi fragmento. No en cuerpo, pero sí en conciencia.

Amara dio un paso atrás, con los ojos fijos en la figura translúcida.

—¿Eres parte del núcleo?

—Fui parte. Ahora soy un eco que se niega a desaparecer sin hacer lo correcto —Raphael los miró con una tristeza que no necesitaba rostro—. Esta base no debe sobrevivir. Ni su tecnología. Ni sus secretos. Ni sus horrores. Evan ya ha sido desconectado, deben proceder con la destrucción total de esta base.

Elina sostuvo la mirada etérea de Raphael. Ya no sentía rencor. Solo un dolor calmo, resignado.

—¿Y Evan? ¿Está muerto?

Raphael dudó.

—No en el sentido humano. Su cuerpo se desintegró con el colapso del núcleo. Pero su esencia... ya estaba fracturada. Él se convirtió en una extensión del núcleo mismo. Y con la caída de Leviatán, esa extensión ha sido quebrada. Lo que quede de él, si queda algo, es fragmentario. Incapaz de reconstruirse.

—¿Entonces se acabó? —preguntó Owen.

Raphael los observó a todos por un largo instante.

—Aún no. La base sigue viva en sus cimientos. Y Evan no fue el único monstruo que ayudamos a crear aquí. Leviatán fue una prisión de ideas peligrosas. Si no destruimos hasta su último vestigio, alguien más lo reconstruirá.

Con un gesto, Raphael hizo que un panel oculto se abriera en la pared derrumbada. Detrás de él, un acceso a una consola olvidada, una que emitía pulsos intermitentes. Aquel era el sistema maestro de contingencia.

—Este es el control final. Puede colapsar toda la infraestructura subterránea, sellar las memorias, derretir los datos. Pero requiere una fuente de energía viva. Un sacrificio consciente. Por eso he venido.

—Raphael... —murmuró Mark.

—No hay otra forma. Ya no pertenezco a este mundo. Pero aún tengo una deuda con él. Ustedes deben vivir. Yo... ya no tengo cuerpo, ni redención más allá de esto.

Elina dio un paso adelante, los ojos humedecidos.

—No eras inocente. Nos has destruido de diferentes formas a cada uno. Pero mereces terminar esto con dignidad.

Raphael asintió. Su silueta se volvió más luminosa. Las líneas de energía comenzaron a fluir desde su forma hacia la consola.

—Les abriré un camino. Uno que nadie más podrá seguir. Cuando salgan... todo esto dejará de existir.

Durante minutos, los guió por corredores olvidados, por túneles sellados desde la construcción de la base. Mientras caminaban, Elina sentía cómo cada paso era acompañado por un rumor lejano, como si la montaña misma estuviera gimiendo.

Detrás de ellos, Leviatán comenzaba a morir.

Explosiones controladas. Cortes de energía. Muros que se desmoronaban como arena.

En la última compuerta, antes de alcanzar la superficie, Raphael se volvió por última vez.

—Elina, Mark, Owen, Amara... Lo que hicieron aquí es más que supervivencia. Es el inicio de algo distinto. No olviden lo que vieron. Ni lo que perdieron. Ni lo que eligieron salvar.

Amara dio un paso adelante.

—¿Y tú? ¿Te quedarás atrapado?

—No. Me disolveré con la base. Mi existencia solo tiene sentido mientras Leviatán respire. Y ese tiempo se ha acabado.

Elina lo miró largo rato. Después, en un acto silencioso, colocó una mano sobre el cristal de la puerta metálica. Del otro lado, Raphael imitó el gesto.

—Adiós, Raphael.

—Buena suerte... a todos.

Y la compuerta se cerró.

-

Afuera, el cielo estaba cubierto por un manto grisáceo. Un viento helado barría la cima de la colina donde emergieron. A lo lejos, la tierra tembló.

El corazón de Leviatán explotó en una implosión de energía.

Desde la distancia, se vio una columna de luz azul, que se elevó al cielo como una plegaria rota, antes de colapsar en una onda expansiva que aplanó la vegetación, resquebrajó la roca, y convirtió la colina en una tumba sellada.



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En el texto hay: misterio, venganza, ficcion

Editado: 07.07.2025

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