Cassian Verhoeven no era el hombre que Elina esperaba encontrar al final de esa ruta. No era un héroe ni un villano, pero tampoco era un antihéroe como Raphael.
No. Sino algo más difícil de clasificar.
Era alguien que había sobrevivido a su propio arrepentimiento.
La primera noche en la casa-base de Cassian fue tensa.
No porque Cassian se mostrara hostil, sino porque era demasiado tranquilo. Demasiado consciente de todo lo que ellos aún estaban procesando. Y eso que creían haberlo visto y sabido todo ya.
Amara observaba con distancia, como si intentara encontrar alguna incoherencia en su historia. Owen, con cautela y atención, no se separaba de los sistemas, sospechando que la tecnología de Cassian podía estar emitiendo algo oculto.
Mark, por su parte, permanecía cerca de Elina, sin intervenir pero listo para hacerlo si era necesario.
Y Elina... Elina lo estudiaba. No como una amenaza inmediata, sino como un recuerdo y un eco del pasado que necesitaba entender.
Cassian no hablaba de más. Cuando lo hacía, sus palabras eran medidas, como si cada frase tuviera que pasar primero por un filtro de culpa y precaución. Tenía el gesto cansado de alguien que no había dormido sin temor en años. Pero había en sus ojos algo que no podía fingirse: verdad. No una verdad limpia, sino una que se arrastra entre errores.
Esa noche, cuando los demás dormían o fingían dormir, Elina se sentó frente a él en la pequeña sala de la casa, junto a una mesa donde aún chispeaban las luces de la consola primaria y por la ventana las olas se arrastraban por la arena de la vieja ciudad.
Había traído dos tazas de infusión caliente que encontró en la vieja cocina.
-Creo que mi padre hablaba de ti. Si es que eres la persona que él mencionaba que eras -dijo al fin-. No hablaba mucho al respecto. Pero fue lo suficiente para que me duela no haberte conocido antes.
Cassian bajó la mirada. Acarició la taza entre sus dedos.
-Alex era mejor que yo. Más íntegro. Más dispuesto a perderlo todo por un principio. Especialmente por ti, tu hermano y tu madre. Pero yo no. Yo... fui cobarde.
-Fuiste prudente -respondió ella-. O tal vez no tenías la fuerza que él tenía. No todos pueden enfrentarse al sistema sin romperse.
-Pero debería haberlo hecho. Tal vez si lo hubiera apoyado, no estarías tú aquí, cargando con todo esto. Con el peso de las traiciones del pasado que involucran a tu familia.
Elina respiró hondo. No había reproche en su mirada, solo una curiosidad que nacía del dolor compartido.
-¿Por qué hasta ahora?
Cassian la miró directamente por primera vez en toda la noche.
-Porque he oído lo que hay más allá del fragmento. Porque sé lo que Evan está intentando aún después de muerto. Él no quería destruir el cuerpo humano. Quería descomponer el alma. Romperla en partes y hacer que respondiera a él, sin voluntad. Ese fue siempre su verdadero experimento: la obediencia absoluta. Pero tu padre, Dalia y yo soñábamos con lo contrario. Con compartir, no controlar. Con extendernos sin perder lo que éramos.
Elina sintió que algo dentro de ella se abría, una puerta que no sabía que aún estaba cerrada.
-¿Tú crees que el fragmento me eligió?
Cassian sonrió apenas, como si esa pregunta lo hubiera acompañado durante años.
-No creo que te haya elegido. Creo que tú ya eras parte de él. Que naciste con una conexión distinta. No genética. No científica. Algo más cercano a lo que no podemos explicar sin arte, sin fe.
Elina bajó la mirada, procesando sus palabras. El fragmento ya no estaba con ella. Lo había destruído. Pero a veces, en los sueños, aún escuchaba su voz. No como una palabra. Como un sentimiento.
-¿Y ahora qué hacemos, Cassian?
-Ahora caminamos hacia el último umbral. Y decidimos si dejamos que el fuego termine de consumirlo todo... o si lo enterramos para siempre. Esta vez definitivo. Nada de nuevos destinos, ni nuevas amenazas o sorpresas. Sólo el fin. El fin definitivo de Evan Adler y cualquier conglomerado que siga activo con sus órdenes. El fin para todo rastro de conciencia robada que aún exista. El final completo de traiciones y sacrificios, de ocultarse para sobrevivir. Es el final, Elina. Ésta vez lo es.
Elina no respondió. Solo asintió. Porque en ese momento, entre los recuerdos de su vida anterior, supo que Cassian no era un mentor, ni un enemigo, ni un sustituto de su padre. Era un testigo. Y ella, quizás, la única heredera de una promesa hecha en el borde de la historia.
Al día siguiente, comenzarían el último viaje hacia la zona donde el fragmento debía ser destruido totalmente. Pero esa noche, en el silencio de Calven, Elina y Cassian compartieron algo más poderoso que un plan: la memoria viva de lo que el Proyecto ILEX alguna vez quiso ser... antes de que Evan Adler lo convirtiera en su monstruo y a Dalia su marioneta.
Editado: 07.07.2025