Sombras del Engaño

Capítulo 34. Los durmientes

El sol apenas asomaba por el horizonte cuando partieron.
La ciudad se despidió con un cielo grisáceo, como si la ciudad misma supiera que había cumplido su última gran función. Cassian, ahora sentado junto a Elina en la parte delantera del vehículo, trazaba la ruta con firmeza pero sin entusiasmo.
El fragmento físico que tenía Cassian, guardado en un contenedor sellado, reposaba en la caja fuerte portátil que Owen llevaba en el compartimento trasero. Amara lo había escaneado por última vez antes de subir y confirmó algo inquietante: su actividad estaba aumentando.

—Creo que es como si supiera que está cerca del final —dijo, sin apartar la mirada del escáner—. O que algo allá afuera está llamándolo.

Elina no dijo nada. Sus sueños habían cambiado. Ya no eran fragmentados. Ahora eran nítidos: corredores oscuros, respiraciones ajenas, manos extendidas hacia el cielo. Lo que fuera que quedaba del núcleo, no estaba dormido. Solo estaba esperando.

El viaje los llevó hacia una antigua instalación llamada Nébula 9, en la ciudad de Silver Valley. Dicha instalación no aparecía en ningún mapa, pero sabían las coordenadas exactas.
Parecía un silo de pruebas en una cordillera costera, el lugar parecía olvidado por los principales protagonistas del proyecto ILEX, menos por Cassian.
Allí, según sus palabras, se encontraba la única cámara aún capaz de destruir el fragmento sin liberarlo. Una tecnología desarrollada en secreto por Alex y Dalia Ricci, y él mismo, oculta incluso a Evan al inicio.

Pero a medida que se acercaban, comenzaron a encontrar señales de que no estaban solos.

En un pueblito a medio camino, hallaron huellas recientes. No animales. No humanas del todo. Las huellas se arrastraban, se deslizaban, como si los cuerpos que las habían dejado no caminaran… sino que se desplazaran lentamente, sin dirección.

—No hay presencia de algo altamente inusual —dijo Owen, escaneando el área—. Pero sí hay emisiones… de baja frecuencia.

—Están comunicándose —añadió Cassian, bajando la voz—. Como lo hacían los portadores de prueba antes de que el proyecto fuera cerrado. No son personas. Son… receptáculos.

Elina miró hacia las colinas. Había una figura en lo alto, inmóvil. No parecía tener rostro. Solo un cuerpo delgado, cubierto por una capa de polvo y tela rasgada. Al verla, no se movió. Pero emitió un zumbido. Uno que el fragmento respondió con una breve pulsación.

—Nos está buscando —susurró ella.

Esa noche acamparon cerca del acantilado. El mar rugía abajo, pero lo que más les perturbaba era el silencio absoluto del bosque. Sin animales. Sin viento. Sin vida. Solo el sonido de sus propios pensamientos y del fragmento latiendo en su caja.

Cassian se turnó la guardia con Mark. Ya no había desconfianza entre ellos, pero sí una comprensión tácita: esto no era solo una misión. Más bien parecía una despedida del mundo tal como lo conocían.

—¿Por qué no lo destruiste tú? —preguntó Mark mientras ambos vigilaban.

—Porque no soy la llave —respondió Cassian—. Ese fragmento… fue codificado por Dalia y Alex para responder a algo específico. Algo que él llamó “sangre despierta”. Alguien que llevara dentro de sí la experiencia de haber conectado con el núcleo, pero sin corromperse.

Mark lo miró. Entendió sin que necesitara decirlo.

—Elina.

Cassian asintió.

—Yo solo soy el portador. Ella es el final.

Mark entendió al instante lo que Cassian decía. —Dalia dijo algo parecido, habíamos pensado que seguía viva, pero después entendimos que era Elina a quien se refería. Lo comprobamos al poco tiempo —. Mark suspiró y Cassian solamente le dió una mirada de credulidad antes de seguir con su guardia.

Al amanecer, retomaron el camino hacia Nébula 9. Los cuerpos comenzaron a aparecer más cerca. Nunca atacaban. Nunca hablaban. Solo miraban, como si esperaran que el grupo se detuviera. Como si supieran que su función no era impedir… sino observar el juicio.

En la entrada al complejo subterráneo, hallaron uno de ellos de pie frente a la compuerta. El rostro era el de una joven. Pero los ojos… vacíos. No había odio ni miedo. Solo una presencia neutral. Cuando Elina se acercó, la figura habló con voz desprovista de emoción:

—Unidad: Elina Ricci. Aprobación confirmada. Heredera por transferencia del enlace primario. Ingreso autorizado. Solo tú.

Elina sintió un escalofrío. Nadie más podía pasar. Era la llave, sí. Pero también el sacrificio.

—No —dijo Mark, adelantándose.

Pero ella alzó una mano.

—Tiene que ser así. Este ciclo tiene que terminar.

Amara la abrazó con fuerza, y Owen le pasó el escáner de pulso final.

—Si algo sale mal —dijo—, lo sabremos. Te sacaremos de ahí. Lo juro.

Cassian no dijo nada. Pero cuando Elina le entregó la caja del fragmento, sus ojos se humedecieron.

—Gracias por seguir con vida —le dijo ella—. Porque eso significa que mi padre y Dalia aún tienen voz, aún después de haber sido arrebatadas por Evan.

—Y tú eres su eco —respondió Cassian—. El único que importa ahora.



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En el texto hay: misterio, venganza, ficcion

Editado: 07.07.2025

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