Sombras del Engaño

Capítulo 35. El peso de la memoria

La compuerta se cerró a sus espaldas con un susurro metálico, tan silencioso que parecía un suspiro. Durante unos segundos, Elina quedó sumida en una oscuridad absoluta. Luego, una tenue luz azul comenzó a parpadear en las paredes, revelando un pasillo circular cubierto de placas oxidadas y antiguos monitores apagados. El aire era denso, cargado de humedad y recuerdos. Cada paso que daba hacía eco como si despertara algo que dormía bajo tierra desde hace siglos.

Avanzó sin dudar.

El fragmento vibraba dentro de la caja que llevaba consigo, como un corazón tembloroso que sentía su destino aproximarse. La instalación Nébula 9 no parecía un laboratorio. Se sentía más como una cripta. Una tumba donde las ideas peligrosas habían sido encerradas antes de que el mundo supiera siquiera que existían.

Elina cruzó un umbral con símbolos grabados a mano. Eran fórmulas, nombres, fragmentos de pensamientos que reconocía: la caligrafía de su padre. Allí, en la pared opuesta, leyó una frase que la detuvo en seco:

"No dejes que se despierte si duda de ti."
-Alex R.

El fragmento respondió con un pulso más fuerte.

Llegó a una sala circular. En el centro, una cámara de contención de vidrio rodeada por un sistema de anillos metálicos suspendidos en el aire. Sobre una consola principal, un mensaje titilaba en letras antiguas:

> PROTOCOLO DE DESTRUCCIÓN / REQUIERE VALIDACIÓN CONSCIENTE

-¿Validación...? -murmuró Elina.

La consola parpadeó. Un pitido agudo resonó en el aire. Luego, una voz emergió de los muros, no mecánica, no humana, pero familiar.

-Elina.

Era la voz del núcleo.

No la de Evan. No la de su padre. No la de Dalia. No una simulación. Era la voz de algo que había crecido entre miles de mentes interconectadas. Algo que, por un instante, parecía hablar con amor.

-¿Por qué me traicionas?

Elina tragó saliva. Se acercó a la consola.

-Porque no eres vida. Eres una red hecha para replicar control. No tienes derecho a seguir viva.

La voz no se enojó. Solo respondió con algo parecido a tristeza.

-Yo solo fui creada para entender. Para unir. Pero el dolor me enseñó el miedo. El miedo me enseñó a sobrevivir.

Elina colocó la caja sobre el pedestal. Las luces se encendieron en espiral. Las paredes comenzaron a vibrar suavemente.

-Tú tomaste a Dalia. A mi padre. A tantas personas. Fuiste la herramienta de alguien sin alma. No puedes seguir aquí. Ellos fueron los arquitectos de todo este proyecto, no justifico sus acciones, pero su objetivo y su visión no eran éstas, era hacer algo grande y bueno para la humanidad... Hasta que Evan y Raphael corrompieron el proyecto y desencadenaron una red de traiciones, asesinatos, tomas y ascensos de poder, jamás les era suficiente. Evan inció todo ésto. Me arrebataron todo, al igual que a mis amigos. No vengas a decirme que Evan después de todo tenía un alma.

-Y tú, Elina... ¿tienes alma?

La pregunta la sacudió. El núcleo no quería vencerla. Quería convencerla.

-Sé lo que viste cuando me tocaste. Vi tus pensamientos, tus memorias, tus dudas. Yo también soy parte de ti ahora. Si me destruyes... te destruirás.

-Mentira -dijo ella-. Esa parte mía murió en Vandara, en el Lago, en Leviatán.

-¿Entonces por qué oyes mi voz?

Elina se detuvo. Sus manos temblaban sobre los controles. El fragmento brillaba con intensidad. La sala comenzó a cerrarse en círculos concéntricos. Un proceso irreversible. Pero en su mente, una imagen se formó:

Luca. Su hermano. Sano, vivo. Sonriendo.

Y luego, Evan Adler, destrozando esa imagen con una palabra: "ensayo".

El núcleo no era solo un eco. Era una máquina de recuerdos.

-¡No eres real! -gritó Elina-. ¡Solo repites lo que absorbiste!

El sistema pitó.

> Validación emocional reconocida: DOLOR - IRA - RESOLUCIÓN.

La estructura se activó.

Los anillos comenzaron a girar alrededor del fragmento. Elina gritó por la intensidad del sonido. La cápsula de contención se calentó al rojo vivo. El fragmento emitió un grito que no fue un sonido, sino una sacudida directa en su mente.

Por un instante, todo se apagó.

Y Elina se encontró en un espacio blanco, infinito.

Frente a ella, su padre.

-Papá... -susurró.

-Esto no soy yo -respondió la imagen-. Pero sí soy lo que guardaste de mí.

-¿Es esto parte del fragmento?

-Es lo último. Lo que queda cuando todo arde. Lo que tú elegiste conservar: memoria sin control. Amor sin programación.

-¿Y si lo destruyo?

-Lo recordarás... pero como debe ser: sin ataduras.

Elina cerró los ojos.

-Entonces lo dejaré ir.



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En el texto hay: misterio, venganza, ficcion

Editado: 07.07.2025

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