Hace cinco años
Sol, bosque, una cascada y el. Jhon. El chico por el que he estado enamorada desde que lo conozco con siete años. Una locura...
—Briana, corre ven. —Me grita desde lejos John.—Te quería decir que como este será mi último verano en el camping. — Sus ojos azules se oscurecieron.
—No quiero despedirme. —Agaché la cabeza triste.
—Hey, ojitos marrones. —Toma mi mentón. —Nos volveremos a ver.
—¿porqué estamos aquí? —Pregunté desviando el mal rato.
—Quería hacerte una promesa.
Abrí mis ojos como nunca.
—¿A mi?
—Aunque tenga diecisiete años y tu quince, siempre me has gustado.
—¿Enserio me dices eso cuando te vas?—Lo miré indignada.
—No seas boba.
Me coge la mano para adentrarnos en la cascada. Acabé empapada, si no fuera por el buen tiempo que hacía, estaría temblando.
—Este será nuestro sitio. Cuando me eches de menos ven aquí. Encontrarás un montón de cosas nuestras.¿ Te acuerdas del famoso lazo que perdiste el día de mi cumpleaños número trece? —Asentí anodada. — Te lo quité yo, entre otras muchas cosas.
Recorrí el espacio con mis dedos. Es tan acogedor que dan ganas de quedarse aquí.
—Esto es muy bonito, Jhon. Pero...
—Pero nada, Briana.
—Damian me matará.
—Tu hermano que se largue un poco a tomar por saco.
A lo lejos pude oír la voz de mi madre.
—Si no queremos que descubran esto es mejor que nos marchemos.
—Te quería dar un beso. —Confiesa.
Me quedé paralizada ante tal confesión. —Dámelo. —Mis palabras salieron de mi boca, solas.
Solo con un roce de esos carnosos labios, supe que estaba pillada de ese chico.
—El beso te lo daré a las ocho de la noche en la hoguera de esta noche.
...
Llegué tarareando la canción favorita de mi madre.
—¿Dónde estabas? —Pregunta Damian acostado en la cama de abajo de la litera.
—Con Jhon.
—Briana...
—Damian, yo no te digo con quien meterte.
—Eres mi hermana, siento celos, entiéndelo.
—Ven aquí cascarrabias. —Lo empecé a estrujar entre mis brazos. —Salte de la habitación que me bañaré, voy a ir a la hoguera de esta noche.
—Yo también iré contigo.
—Quedé con Jhon. —Dije buscando en mi maleta un vestido blanco de flores lilas.
—Te dejaré con el, pero iré contigo. —Pone los ojos en blanco. —Me iré a arreglar en la habitación de nuestros padres, en cinco minutos nos vamos.
—Claro, claro. —Lo apremie con la mano.
...
—Damian, vamos. — Empecé a gritar más fuerte.
—Briana, deja de gritar— Dice Robert, mi padre. — Damian esta con la vecina de al lado "besuqueandose"
—¿Y no le vas a decir nada? - Puse mi cara de niña buena.
—Princesa, tu hermano ya tiene dieciocho años. —Me acaricia la cabeza. —Que guapa vas.
—Quedé con Jhon.
—Y ese famoso Jhon, ¿no vendrá a buscarte?
—Damian me llevará y después ya lo buscaré donde quedamos.
—Bueno.-Me dio un beso en la frente.
—voy a cortarles el rollo. — abracé a mi padre. —Te quiero, Robert.
—¿Qué te he dicho de llamarme, Robert? Para ti, soy papi o papá pero no Robert, señorita.
—Chao Robert.
Sali corriendo riéndome de la situación. Si había algo que molestaba más a mi papá era que lo llamáramos por su nombre.
—Damian, camina. Tu novia Sheila Sinclair, te espera.
Pararon de besarse y la vecina le dio una tremenda cachetada.
—Briana, estás loca. Te mataré.
—Soy tu hermana y no me gusta que le faltes a mi cuñada. Camina o me iré sola.
...
Después de cinco minutos de camino aún faltaba un largo trayecto.
—Sheila y yo, no tenemos nada.
—No me lo creo.
—Ella lo dejó claro. —Agachó la cabeza y sabía perfectamente que eso le afectaba.
—¿Sabes algo? Siempre hacéis lo mismo, volvéis lo dejáis... Siempre igual.
—Esta vez es más fuerte que dejarlo y volver, es irreparable.
—Aprovecha la hoguera.
Salí corriendo a donde quedé con Jhon. Miré el reloj y llegaba con veinte minutos tarde.
Busqué por todos lado y no vi a nadie, solo personas moviéndose con la música y con cervezas en las manos.
—¿Ya vino? —Preguntó Damian.
Negué repetidas veces.
—¿Me acompañas a su casa?
—Camina. —Damian coge de mi brazo.
Quince minutos para llegar a la casa de Jhon Lambert.
—Ven vamos a llamar a la puerta.— Cuando estaba por acercarme al porche varios disparos se hicieron presentes.
Damian me empujó detrás de un seto grande para escondernos. Estuvimos escondidos hasta que una camioneta negra se fue y los disparos ya no estaban.
Entré corriendo a la casa de los Lambert. Rastros de sangre por todos lados.
—Llamemos a la policía, Briana, vámonos por dios.
-¿Jhon? Tenemos que ver si está en su habitación.
Subí lo más rápido posible.
—¿Jhon, Estas Ahí?
Abrí la puerta llevándome las manos a la cara.
—No, no, no. — Cogí su cabeza.
—Bri, tienes que irte.—dice con las pocas fuerzas que tiene.
Tenía un disparo en una pierna y otro en un hombro.
—ya llamamos a la policía.
A lo lejos se escucharon unas ruedas.
—Damian llevátela.
Damian me cogió de los brazos arrastrándome a la puerta.
—Damian, ¿Qué cojones haces? —grité desesperada.
La puerta de entrada se abrió y tres hombres de negro armados hasta las trancas empezaron a revisar el lugar. Damian me obligó a meterme con el en un armario.
La puerta del armario quedó un poco abierta y se podía escuchar la conversación de los intrusos.
—Ya los matamos, el jefe estará contento. West, nadie ha entrado aquí.
—Te he dicho que aquella niña del otro día entró.
—Aquí solo están los cadáveres de esos desgraciados. — contesta uno subiendo las escaleras.
A lo lejos se podía oír las sirenas de la policía y ambulancia.
—¿Quién llamó a la policía? Vámonos.