Tres años atrás.
—¿Estás bien?
—Si estar bien significa vomitar casi todas las veinticuatro horas del día, estoy de maravilla.
—Te preparé un té para que te sientas mejor.
Solté la cadena del inodoro y me lavé los dientes para quitar ese mal sabor de mi boca, estas semanas había pasado mucho esto y siendo primeriza me preocupé y llamé al doctor a lo que él me dijo que en parte, era normal, solo que si empeoraba debía ir a verlo de inmediato.
—Deberías descansar, yo me encargaré de hacer la comida.
—Comer es lo último que quiero hacer, Kate, lo sabes.
—Si, pero piensa, ahora no solo te alimentas a ti. Es como el dos por uno de los supermercados.
Ella si que sabía cómo sacarme una sonrisa en estos momentos con sus comparaciones.
—Te prepararé algo liviano, no tardó.
Ya sola en la habitación, decidí cambiarme de ropa a una pijama más delgada, estos días sentía mucho calor por momentos. Aproveché qué estaba fuera de mi cama para mirar mi reflejo en el tocador qué tenía en frente.
Mi vientre no creció mucho en estas últimas semanas, y el doctor me aseguró que en cualquier momento el pequeño o la pequeña pegarían la estirada y ahora me sentía más ansiosa qué antes.
Tengo que admitir que al inicio de todo esto, cuando apenas había tomado la decisión de tener a mi bebé, seguía indecisa, me preguntaba que haría con mi futuro, pero todas esas inseguridades fueron desapareciendo a medida que iba a las citas médicas y miraba a madres felices con sus hijos, algunos más pequeños qué otros.
En las próximas semanas debía ir de compras porque seguro que en muy poco tiempo la ropa dejaría de quedarme.
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Kate y yo nos adentramos en el bullicio de las tiendas de ropa para embarazadas, emocionadas como dos niñas en una tienda de dulces. Rápidamente, nos encontramos rodeadas de vestidos, blusas sueltas y cómodas y pantalones elásticos. Los estantes estaban repletos de opciones, y teníamos que contenernos para no llevarnos toda la tienda.
La ropa era bastante bonita, Buscaba prendas que me brindaran comodidad y espacio para mi creciente pancita y la vendedora nos ayudó con eso.
—¡Esto te quedará genial, ya lo verás! —exclamó Kate, sosteniendo las prendas que elegimos.
Sabía que necesitaría prendas que se adaptaran a mis cambios físicos, así que elegimos algunas opciones prácticas.
—Eres la mamá más linda, Nyx —me dijo mi amiga al salir del vestidor luciendo un vestido morado bastante cómodo.
Continuamos explorando la tienda, encontrando más prendas que se adaptaban a mi creciente barriguita. Probé blusas sueltas de colores vivos, pantalones elásticos y cada vez que salía del vestidor, Kate me animaba y me decía lo bien que me veía.
—Oye, chica. ¿Podrías atenderme? Tengo prisa —dijo de manera brusca una mujer que entró a la tienda, sin percatarse de mi estado de ánimo.
—Disculpa, entiendo que estés ocupada, pero también estoy aquí como cliente y me gustaría recibir un buen servicio. ¿Podrías esperar? Todos tenemos nuestro turno.
La chica, más ofendida que antes se acercó a mí, sus pasos resonaban por todo el lugar gracias a sus tacones, pero aún así yo seguía siendo algo más alta que ella.
—¿Qué dices?
—Lo que escuchaste, mira, no quiero ser grosera, pero debes esperar por tu turno.
La chica resopló, enfadada y se colocó a la defensiva.
—La que debe escuchar aquí, eres tú. ¿Cuántos años tienes? ¿Diecisiete?
—¿Tan joven me veo? Vaya, eso es un halago, creo.
—Por lo que veo, lo fuera si en este momento no estuvieses cargando una criatura que dentro de nueve meses te hará la vida imposible.
—No es asunto tuyo ni mi edad ni mi embarazo, así que respeta.
——No tienes idea de lo que es ser madre. Seguro ni siquiera sabes cómo cuidar a un bebé correctamente. Es por eso que me caen mal las madres jóvenes, son unas inmaduras.
La vendedora, que hasta ese momento solo había estado escuchando atentamente nuestra discusión al igual que Kate, reaccionó con esas últimas palabras, interviniendo.
—Por lo que recuerdo, tú madre también te tuvo a una edad joven, incluso más uña señorita. ¿Acaso tú mamá también te cae mal?
La vendedora había sorprendido a la chica con su respuesta directa y cargada de verdad. La chica se quedó sin palabras por un momento, evidentemente incómoda.
—Y-Yo... —tartamudeó sin saber qué decir—. Eso es diferente.
—¿En qué aspecto?
Kate y yo quedamos con la boca abierta al ver cómo la vendedora decía los comentarios con firmeza y naturalidad.
La chica finalmente se quedó en silencio, sin poder encontrar una respuesta adecuada y la vendedora continuó con una sonrisa sutil en su rostro.
La chica, a pesar de haber sido reprendida por la vendedora, todavía parecía resentida y se acercó a mí con una mirada desafiante, cuando solo minutos atrás estaba avergonzada.
—Solo eres una niña asustada y perdida.
—Y tú solo alguien que se cree mejor por insultar a las personas, cuando no eres ni la mitad de buena que todas las mujeres que están aquí. Escucha, no sé qué te ha llevado a tener esa actitud hacia mí, pero no voy a permitir que me insultes y menosprecies, las cosas en mi vida no le corresponden a ti ni a nadie más. No hables sin conocer la situación. Así que te aconsejo que te marches y dejes de molestar.
Su actitud desafiante comenzó a desvanecerse mientras se esforzaba por encontrar palabras para responder.
—Solo... solo digo lo que pienso.
—Entonces ahórrate tus palabras, te lo agradecería, no necesito saber lo que piensas.
No tenía intención de prolongar la discusión ni permitir que sus palabras negativas me afectaran.
La chica se quedó en silencio mientras yo le daba la espalda la espalda y seguía con mis compras.
—Wow, chica, ni siquiera titubeaste.
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Editado: 08.08.2024