Sombras del Pasado

8

Me encontraba sentada en el rincón del sofá en mi casa, con la luz del sol que se filtraba a través de las cortinas y pintaba de tonos dorados el ambiente. En mis manos, sostenía un libro abierto sobre maternidad, mientras acariciaba suavemente mi vientre abultado. Desde que supe que estaba embarazada, había decidido conectarme y entender más a mi bebé.

El cuarto mes de embarazo había traído consigo muchas emociones y cambios físicos, pero me sentía fascinada por cada uno de ellos, maravillada por la vida que crecía dentro de mi.

En ese momento, sentí un suave aleteo en su vientre y una sonrisa se dibujó en mi rostro. Era el primer movimiento del bebé.

Y aunque en ese momento me hubiera gustado estar acompañada de lo que pudo en otro mundo o momento, ser mi pareja, me sentí tranquila por saber y tener la confianza de que podría con todo esto.

En ese momento, dejé el libro a un lado por un instante y cerré los ojos y dejándome llevar por la magia del momento, imaginando cómo sería mi hijo o hija cuando finalmente lo conociera. Me pregunté desde el color que puede tener sus ojos, hasta si tendría mi mismo color de ojos miel.

Me levanté lentamente del asiento y caminé con cuidado hacia la habitación del bebé. El espacio estaba cuidadosamente preparado, con suaves tonos pastel y muebles acogedores, todo lo habíamos elegido entre Kate y yo. Un móvil colgaba del techo, listo para entretener y calmar al bebé cuando llegara el momento. La cuna color verde del pequeño estaba decorada con figuras pequeñas de animales.

Deseaba que mi hijo creciera rodeado de amor, compasión y sabiduría. Y quería ser una madre presente y dedicada, por ello trataría de ser mi mejor versión.

Otro día diferente, me encontraba con Kate en una visita al supermercado, cuando los antojos no me dejaron estar en paz. Me encontraba eligiendo frutas y verduras cuando, de repente, mi vientre emitió el sonido similar al de un rugido. Claro que la mirada de sorpresa y confusión de los otros clientes fue inevitable.

—Mamá —una pequeña niña delante de mi habló—. ¿Esa mujer tiene dolor de estómago? —preguntó y la señora con la que iba acompañada me dió una mirada de disculpa.

—Hija, ya te he dicho que ese tipo de comentarios están fuera de lugar. Y no, no es dolor de estómago, pero a ti si te va a dar uno si llevas todos esos dulces. Ve a devolver algunos, nena.

La pequeña asintió y fue a dejar algunos de los dulces a su puesto.

—Lamento mucho eso, de verdad.

—No se preocupe, los niños son algo imprudentes a veces.

—Lo sé... Bueno, otra vez me disculpo, espero que te vaya bien —dijo, señalando con los ojos mi vientre y se marchó.

A medida que avanzaba mi embarazo, me dí cuenta de que las situaciones inesperadas y divertidas eran parte de todo este viaje. Desde perder objetos en su vientre, como el control remoto de la televisión o mi teléfono móvil, hasta confundir su reflejo en el espejo con otra persona debido a su creciente tamaño.
Y

mientras se ocurrirán todos esos momentos, sabía que estaba construyendo un vínculo especial con mi hijo durante esta etapa.

///

Actualidad.

Recogí la mochila del suelo, al igual que los colores y papeles.

—Callie —la llamé, esperando a que saliera—, ya es hora de ir a la guardería o llegaremos tarde.

Mi pequeña hija apareció corriendo por el pasillo con una expresión traviesa en su rostro.

—Esa cara no me da buena espina —dije, y ella me mostró su mano, donde estaban los apuntes de números telefónicos que necesitaba para el trabajo de hoy.

—¡Oh, Dios mío! Callie, ¿dónde encontraste eso?

Ella se encogió de hombros, con una sonrisa inocente.

—Gracias, cariño. Eres mi salvadora.

A pesar de su timidez, Callie siempre encontraba formas ingeniosas de sorprenderme. Me agaché para estar a su altura y la abracé con cariño.

—Vamonos, no hay tiempo que perder.

Agarré a Callie de la mano con cuidado y salimos de casa con los mejores ánimos, o por lo menos por mi parte, ella tenía la misma expresión de siempre, algo neutral si me preguntan.

Juntas, nos dirigimos hacia la puerta principal. Era un día soleado y el aire fresco envolvía todo el lugar.

Mientras avanzábamos, Callie agarró mi mano y apretó con fuerza. Aunque era una niña tímida y no hablaba mucho, su conexión conmigo era muy buena.

En el camino, nos encontramos con algunos vecinos que saludaban amablemente. Callie se escondió tímidamente detrás de mí, pero poco a poco fue ganando confianza al ver que eran caras conocidas.

Llegamos finalmente a la guardería, y antes de entrar, me agaché para estar a su altura.

—Recuerda, cariño, que estaré aquí para recogerte al final del día. Diviértete con tus amigos. Te quiero mucho y estoy muy orgullosa de ti.

Callie asintió con timidez y me dio un abrazo. Sentí su pequeño cuerpo aferrado al mío, la solté suavemente y ella entró a su salón de clases, donde los demás niños ya estaban jugando. Me quedé unos momentos observándola, antes de despedirme con un gesto de la mano y una sonrisa.

Cuando estaba por irme, una de las profesoras, me detuvo para poder hablar conmigo.

—Es un gusto tener a Callie aquí, se está acoplando muy bien al lugar y a sus compañeros.

—Me alegra saber eso, de verdad.

—Ahora, hay algo que debo preguntarle. Esta semana se hará una pequeña celebración a las madres y padres, ¿Usted podrá asistir? Y si no es problema, ¿su esposo también?

—Mmh, gracias por la invitación, asistiré con gusto, pero quiero aclarar que no estoy casada y el padre de Callie no está presente, así que no irá a la celebración.

—Oh —dijo avergonzada—. Lamento la suposición equivocada, lo entiendo completamente. Perdón si te he causado incomodidad.

—No se preocupe, creo que puede pasar.




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